La primera patente es de 1836. Consistía en un tubo metálico que se insertaba en el pezón de las vacas para permitir la salida de leche por gravedad, aprovechando la presión intramamaria. Pero solía producir daño en las ubres, así que un mecánico, L. O. Colvin, inventó en 1860 una máquina mucho más cuidadosa con las mamas de las vacas. La ordeñadora incorporaba ventosas de caucho y, además, un sistema de vacío que aceleraba el ordeño.
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