SENCILLA, DISCRETA... Y poco dada a hablar en público, ZhangYin, la «reina de la basura».
LA RICA DE ASIA SE LO DEBE A LA BASURA . Se llama Zhang Yin, vive en China, tiene 50 años y hace cinco recorría los vertederos de EEUU. Su fórmula mágica: comprar basura en todo el mundo y convertirla en cajas de cartón. Aunque en un día puede ganar hasta 150 millones de euros, detesta los lujos.
Anochece en Dongguan y cientos de trabajadores siguen descargando los buques atracados en este puerto situado a la vera del Río de la Perla, en el sur de China. Toneladas de desperdicios son trasladados a plantas recicladoras y convertidos en papel y cajas de cartón que muy pronto harán el viaje de regreso a los vertederos de dónde vinieron. Y Zhang Yin, la Reina de la Basura, volverá a traerlos hasta aquí para darle una vuelta más a la rueda de la fortuna que ha hecho de ella la mujer más rica del mundo. Su secreto es simple: lo que al planeta le sobra, a ella le hace un poco más millonaria.
Cuando Zhang apareció hace dos años por primera vez en la lista de las personas con más dinero de la revista Forbes, todavía en un atrasado puesto 107, sus abogados enviaron un escrito a la redacción de la publicación estadounidense con un escueto mensaje: la señora «no quiere aparecer» en ningún ranking.
Pero, contenedor de basura a contenedor de basura, reciclaje a reciclaje, su fortuna ha ido creciendo hasta hacerse imposible de disimular. El valor de su patrimonio ha ido superando al de otras célebres millonarias, dejando atrás a la cofundadora de Zara Rosalia Mera, la estrella de la televisión americana Oprah Winfrey o a la autora de los libros de Hany Poner Jk Rowling. Ninguna otra mujer que no deba su dinero a una herencia ha acumulado tanta riqueza. Y ninguna mujer, ni hombre, lo ha hecho en menos tiempo.
Hace tan sólo cinco años Zhang Yin recorría los vertederos de grandes ciudades americana una furgoneta de segunda mano tratando de convencer a sus dueños para que le entregaran su basura a buen precio. Junto a su marido un dentista taiwanés que nunca llegó a ejercer, creó una modesta empresa de reciclaje cuya sede social era el apartamento que ambos compartían en Los Ángeles.
La misma compañía se convertirá el próximo año en el mayor producto de papel del mundo, superanado a gigantes del sector que llevan décadas en el negocio y produciendo más de seis millones de toneladas al año, si se cumplen las previsiones. «Donde otros veían basura, yo ví una oportunidad», decía recientemente Zhang en una de las contadas ocasiones en las que ha roto el misterio que rodea su personalidad tímida y reservada.
Nadie conoce la fortuna de Zhang con exactitud, probablemente ni siquiera ella misma. El valor en bolsa de su empresa, Nine Dragons, y los beneficios de los últimos cinco años elevan la cifra por encima de los 3.000 millones de euros. ¿O han pasado a ser 3.500 desde que este periódico fue enviado a la imprenta? Hay días en los que Lady Dragón, como la conocen los chinos, se acuesta hasta 150 millones de euros más rica de lo que se levantó por la mañana. Es la cifra que ganó, por ejemplo, el pasado miércoles cuando el valor de su empresa subió cerca de un 3%, en la bolsa de Hong Kong.
La señora Zhang se ha convertido en el símbolo del milagro económico que ha transformado China en el último cuarto de siglo, sacando a más de 400 millones de sus habitantes de la pobreza y posicionando al país más poblado del mundo como próxima potencia internacional. La empresaria es producto del camino recorrido por sus compatriotas en las últimas seis décadas: de la más extrema de las penurias a una versión oriental del sueño americano.
Su padre fue uno de los soldados del Ejército Rojo que tomaron el poder en China en 1949 de la mano de Mao Zedong. El teniente no tardó en quedar desencantado con los frutos de la revolución, abandonó a sus camaradas, colgó el uniforme tomó la decisión que más habría de influir en su hija: empezó a trabaajar en una fábrica metalúrgica en la provincia de Guangdong.
Cuando el señor Zhang fue encarcelado víctima de las purgas lanzadas por el Gran Timonel durante la Revolución Cultural (1966-1976), la familia se quedó sin sustento. Apenas adolescente, Yin decidió hacerse cargo de su madre y sus siete hermanos mayores, encontró em pleo en una fábrica, trabajó 15 horas al día v durante dos años mantuvo todo el clan con un sueldo de cual euros al mes. «Aquellos años forjaron a la empresaria decidida y trabajadora que es hoy», cuenta uno sus colaboradores en la ciudad Dongguan.
CONTABLE EN HONG KON
China vivía los albores de su apertura al mundo, pero Lady Drug'ón no quiso esperar y en 1985 emigró a Hong Kong, todavía bajo control británico. En la ex colonia trabajó como contable en una empresa de intercambio comercial que terminaría quebrando un año después. En lugar de buscar otro trabajo, decidió invertir los 3.000 euros que había logrado ahorrar en crear su primera empresa poco después, en 1990, se instaló en Los Ángeles. Zhang improvisó en Californía una oficina en su propia casa -no tenía dinero para el al despacho- y desde allí a su recién creada empresa, comprándo papel usado en los vertederos americanos para exportarlo a China natal. «Tuve que aprencder desde cero. La empresa éramos mi marido y yo, y yo no hablaba ni una palabra de inglés», recuerda Zhang de sus años en EEUU.
Los primeros beneficie ifueron invertidos en instalarar la primera máquina de producción de papel en el sur de China. Iba a ser el principio del éxito imparable. Nine Dragons tiene hoy 11 máquinas gigantes de producción de palpel, 5.300 empleados y ganancias de más de mil millones de euros al año.
La multimillonaria china supo ver que su país natal se convertiría en la fábrica del mundo y que los millones de productos
made in China que iban a ser exportados a 180 países necesitarían ser empaquetados y enviados en cajas de cartón a todos los rincones. Coca-Cola, Sony envuelven hoy sus productos con el material que produce Dragons y la demanda es tan grande de que sus fábricas no logran cubrir el número de pedidos.
BASE DE OPERACIONES
Dongguan sigue teniendo el alma del pequeño pueblo pesquero que fue, hoy convertido en uno de los centros de manufacturación más importantes del país. La ciudad se ha desarrollado tanto que cuenta con el mayor centro comercial del mundo y una población que ha superado los siete millones de habitantes. Aquí, entre miles de fábricas del corazón industrial chino, Zhang ha instalado la base de operaciones de su imperio.
Los trabajadores de Nine Dragons aseguran que «la jefa» es una mujer sencilla y amable a la que se pueden encontrar comiendo al mediodía en restaurantes de a un euro el menú. No se le conocen caprichos: no tiene yate ni grandes coches ni mansiones suntuosas. Ni la ropa de marca ni los restaurantes de mantel blanco parecen haber atraído a la hija de la fortuna china. En las contadas ocasiones en las que aparece en público, como en la salida a bolsa de la compañía en 2006i, lo hace vistiendo ropa gris y sobria. Mide sus palabras, apenas concede entrevistas y rara vez habla de algo que no tenga que ver con su empresa. Todo ello la convierte en una versión femenina y oriental de Amancio Ortega, el igualmente reservado fundador de Zara.
« Si le pides un aumento y te lo mereces, no tendrá dudas en dártelo. Pero tampoco en despedirte si no haces tu trabajo. Sigue valorando el dinero porque nadie se lo ha regalado», explica un joven empleado en el departamento de ingeniería de la compañía.
La prudencia de la mujer más rica del planeta bien podría ser un estrategia para sobrevivir en e mundo de tiburones en el que se han convertido las finanzas china. Las conexiones políticas son vitales para avanzar en los negocio evitar investigaciones por corrupción y asegurarse nuevos contratos. En la más pura tradición china, los negocios están envueltos en el secretismo y la intriga.
El nuevo lema de los millonarios chinos es hacer el menor ruido posible después de que el presidente, Hu Jintao, haya pedido una sociedad «más harmoniosa» en la que los ricos pongan freno al exhibicionismo de su dinero.
Atrás han quedado los años en los que compraban bañeras de oro, reservaban Rolls Royce de tres en tres y, cuando encargaban sus mansiones, pedían a los arquitectos que reprodujeran la Casa Blanca o el Capitolio.
El rápido desarrollo económico de los últimos años ha dejado atrás a cientos de millones de campesinos, provocando una desigualdad que amenaza la estabilidad del régimen comunista, que llegó al poder prometiendo crear la sociedad más justa del mundo y hoy sigue dirigiendo con mano de hierro una de las más desiguales. Zhang, con su impecable pasado de mujer hecha a sí misma y su modestia, representa el modelo de nuevo millonario que agrada al Partido Comunista. Los políticos más importantes del país la cortejan y los periódicos oficiales hablan de ella con fervor patrio. He aquí la mujer que ha logrado el imposible: «crear riqueza de la basura», en palabras del Diario del Pueblo.
Lady Dragón, de 50 años, no es sólo el símbolo de la transformación de China, sino del creciente poder de las mujeres en el país. Mao, entre sus muchos abusos y errores, tuvo el mérito de devolver la dignidad a las mujeres al asegurar que ellas sostenían « la mitad del cielo». El líder chino había tumbado con
una frase siglos de discriminación que habían despojado a las mujeres de todos sus derechos, desfigurado sus pies para mantenerlos lo suficientemente pequeños como para atraer a los hombres o condenado su existencia al estatus de concubinas o neiren (mujeres que no abandonan su casa).
El analfabetismo femenino, que en 1949 ascendía al 99%, apenas alcanza hoy el 13% y Zhang es sólo una de las 35 mujeres que han irrumpido en la última lista de los 50 chinos más rico, algo impensable hace apenas una década. Preguntada en una ocasión si habia sufrido discriminación en su ascenso al poder económico, la rica entre las ricas aseguró que ésa es una batalla ganada tiempo atrás: Los hombre a los que me he encontrado en el camino siempre me han respetado. Quienes critican a Zhang aseguran que precisamente su problema es que su condición de mujer influye decisivamente en su forma de mandar. Miembros de Nine Dragons la acusan en privado de gestionar un matriarcado. Su hermano menor, Zhang Chang Fei, ha sido nombrado número dos de la empresa. Su hijo mayor, Lau Chun Shun, ha recibido un puesto en el consejo de administración de la compañía a pesar de tener 25 años y nula experiencia en los negocios. «Quiero que Nine Dragons siga siendo parte de la familia dentro de 100 años», responde Zhang a sus detractores. No parece cerca el día que la rueda de la fortuna se pare para la Reina (de la Basura.
DAVID JIMÉNEZ Dongguan /China