Guadalupe Acedo, señora de la limpieza y guardesa, se ha convertido en actriz accidentalmente. De hecho, su papel en Koolhaas houselife es un cameo. Ella misma ejerce de asistenta delante de la cámara, se deja perseguir en las faenas domésticas y orienta a los realizadores del filme con sus ocurrencias espontáneas. No hay guión ni hoja de ruta. Acedo se emplea con la fregona y maneja la aspiradora sin distraerse, aunque su itinerario permite ir descubriendo los pormenores y los pormayores de la célebre casa que el holandés Rem Koolhaas concibió entre 1994 y 1998 para una adinerada familia de Burdeos, en Francia.
Parece "una nave espacial", como explica a Magazine el ama de llaves. Le ofrecieron trabajar junto a su marido para custodiar y adecentar la fortaleza futurista. Aceptaron. Aunque la señora Acedo y Vincent, que así se llama el esposo, nunca sospecharon que el jardín mullido y los árboles introducían el camino hacia "la casa imposible", como explica la domestique.
Imposible porque Guadalupe Acedo ha llegado a la conclusión de que la obra de Koolhaas, declarada Patrimonio Histórico, "está tenida en el aire". Le cuesta trabajo comprender, y razón no le falta, que el arquitecto holandés pudiera levantar una mansión de tres pisos sobre una estructura de vidrio transparente. Por eso dice Guadalupe que está tenida en el aire. Suspendida. Levitando. O a punto de caerse por las mismas razones.
"No sé cuántos metros tendrá, pero muchísimos. Se la hicieron a medida del señor, que tuvo un accidente. No podía moverse más que en silla de ruedas, así es que la casa tiene rampas y un ascensor para bajar y subir", explica mezclando a su antojo francés y español.
El mejor vino de Francia. Se entiende la confusión lingüística porque la protagonista de Koolhaas houselife nació hace 67 años en la localidad pacense de Esparragosa de la Serena. Allí conoció a su marido, Vincent. O Bibiano, porque los vecinos del pueblo extremeño tenían, y tienen, dificultades para redondear la pronunciación. Es francés, hijo de un inmigrante republicano que salió por piernas en 1936. Pasaba los veranos en Esparragosa. Y conoció allí a Guadalupe, de modo que el noviazgo se ha prolongado durante 42 años de matrimonio. Casi todos ellos vividos en los aledaños de Burdeos. Unas veces haciendo faenas de campo y de limpieza. Otras sirviendo en propiedades postineras.
De hecho, Guadalupe y Vincent (o Bibiano) trabajaron como guardeses y chapucillas en el castillo de un conde de Saint Emilion, cuyas viñas alojan, probablemente, el mejor vino de Francia en la región de Burdeos.
Pero todos estos detalles biográficos no aparecen en la película de Ila Bêka y Louise Lemoîne. A ellos les interesaba destripar la casa de Koolhaas a través de los ojos y del verbo de Guadalupe.
A ella le hace gracia verse y escucharse. También le produce sonrojo, embarazo, porque la señora Acedo es una mujer discreta, que no busca publicidad ni beneficio.
"¿Qué quiere que le diga de la casa? Pues que es muy difícil de entretener [sic]", nos explica a propósito de las dimensiones, de los recursos tecnológicos y de los ojos de buey que agujerean la fortaleza igual que un queso Gruyère.
El maestro Koolhaas, premio Pritzker en 2000, no tenía la popularidad que ha adquirido ahora cuando se puso a trabajar en el monumento. Empezó a darle forma en 1994, con todas las libertades estéticas y con todas las obligaciones funcionales. La casa debía concebirse a la media de un parapléjico que circulaba en silla de ruedas. No podía haber obstáculos ni recovecos. Tampoco escaleras ni situaciones de riesgo doméstico.
Bêka y Lemoîne conceden al testimonio del artista un espacio marginal en la película. Pero le otorgan unos minutillos para desahogarse: "Aquí chocan dos sistemas: una concepción platónica de la limpieza con una concepción platónica de la arquitectura", explica el hacedor holandés.
Puede que tenga razón en la segunda parte del enunciado, pero la primera desconcierta a Guadalupe. "¿Platoqué? No sé qué significa eso. Yo venía a trabajar todos los días con mis productos habituales y los instrumentos normales: aspiradora, fregona, bayetas... De lo que no me ocupaba era de los cristales. No se puede usted imaginar la trabajera que llevan. Con decir que venían tres personas durante un día entero para hacerlos relucir tan ricamente…".
El uso del imperfecto viene a cuento porque Guadalupe ha dejado de trabajar en el artefacto. Estuvo siete años y hubiera permanecido otros siete más, pero Vincent, o Bibiano, tenía ganas de jubilarse. Quería disfrutar del jardín propio, concederse una retirada, sentirse amo de su propia casa de piedra. Que no está mal, como dice Guadalupe. Doscientos metros construidos y otros 400 de jardín, a la vera del río Dordogne.
"Cuando digo que quería seguir trabajando es porque los señores de la casa eran una familia muy buena. El matrimonio tenía tres hijos. Aunque luego el marido se murió pronto, casi al año de instalarnos nosotros. Me dio mucha pena a mí y le dio mucha pena a la señora. Antes se reía mucho. Hacía fiestas. Pero después se apagó un poco. Sólo puedo decir que no nos exigían nada en particular. Hacíamos lo que podíamos, sin agotarnos. Yo me encargaba de limpiar. Y mi esposo de las tareas del jardín".
La pareja francoextremeña vivía frente a la criatura de Rem Koolhaas en las correspondientes dependencias del servicio. No pagaban alquiler y libraban los fines de semana. Aprovechaban entonces para reunirse con sus cuatro hijos en la casa familiar. También disfrutaban de las vacaciones, normalmente en Esparragosa de la Serena (1.200 habitantes).
Acento extremeño. "Ay, mi pueblo, mi pueblo", suspira Guadalupe sin demasiado dramatismo. Echa de menos el calor y la afabilidad de su vecindario extremeño. Le agradan los franceses, que conste, y tiene la doble nacionalidad. Pero le gustaría que los transpirenaicos fueran más cálidos y familiares. "Nos gusta ver a nuestra gente. Y nos impresiona cuánto ha cambiado España. Francia era antes un país mucho más avanzado. Ahora estamos más cerca", explica con indisimulable patriotismo.
Se percibe entonces el acento extremeño, aunque de vez en cuando intercala un "voilà" o un "voila", sin acento agudo ni ortodoxia.
-¿Y han visto la película en el pueblo? -le preguntamos.
-¿Es que va a salir en los cines? Me daría muchísima vergüenza. Quite. Quite. Sólo me faltaba ahora firmar autógrafos…
No tiene razones Guadalupe para temer que la reconozcan en la calle. Koolhaas houselife, que bien podría titularse Koolhaas housewife, es una película de culto, pero de recorrido alternativo. Se estrenó en Madrid la pasada semana, puede adquirirse en DVD y fue presentada académica e inicialmente en la Universidad de Harvard. No tanto como un proyecto aislado, sino como el preámbulo de una trilogía polifacética.
Ila Bêka, italiano, y Louise Lemoîne, francesa, se han puesto a trabajar en nuevos escenarios y personajes. Los vendimiadores de Burdeos explicarán delante de la cámara una obra arquitectónica de Herzog & De Meuron, mientras que la descripción alternativa del Museo Guggenheim de Bilbao (Frank Ghery) concierne a los encargados de limpiar las cristaleras. Que son alpinistas y vascos.
"Cuando hablas con esta gente es cuando se produce una verdadera confrontación filosófica", explica Louise Lemoîne. "Se trata de apreciar la obra desde la perspectiva de la vida. Por eso hemos evitado destacar el papel de los arquitectos, o incluso de los propietarios. No nos interesa tampoco hablar de ingeniería ni de materiales ni de audacias técnicas".
Semejantes observaciones no excluyen la idoneidad de Koolhaas como primer candidato del proyecto cinematográfico. Es un arquitecto atípico, de vocación tardía, que se ganó la vida como periodista y que fue guionista en algunas películas de Russ Meyer. De ahí, quién sabe, provienen la extravagancia y la osadía. Materializadas ambas en la mansión de Burdeos, aunque Guadalupe Acedo previene de las goteras y de las grietas.
-¿Usted se compraría una casa como esta? -volvemos a preguntarle.
-No me puedo ni plantear la cuestión. Deje, deje. Está fuera de la razón que hablemos de estas cosas. Aunque si fuera rica y tuviera mucho dinero, creo que viviría en una casa diferente. Más normal. Oiga. Lo digo sin criticar a los señores. Ellos son quienes la disfrutan, ¿sabe usted? Voilà.
Echa de menos Guadalupe la nave espacial. Le había cogido cariño. Le gustaba recorrerla y se sentía respetada. A veces rebufa en la película, sosteniendo que la casona se parece a El Escorial, de tan grande y titánica que se presenta, pero le gustaría volver a frecuentarla y custodiarla.
El problema es que Vincent, o Bibiano, se ha cansado de la servidumbre. Quiere que Guadalupe se cuide la espalda. Que se jubile con tranquilidad. Ya tiene el DVD para ahuyentar la nostalgia. Se lo trajeron personalmente Ila Bêka y Louise Lemoîne.
"¿Sabe una cosa?", pregunta Guadalupe con socarronería. "Cuando me veo en el televisor hablando y haciendo las faenas de la casa me río yo misma de mí".
+ La película puede comprarse en libro-DVD en la web www.koolhaashouselife.com.
UNA CASA DE PREMIO PRITZKER
Arquitecto del futuro. Veinticinco años después de que, en 1975, Rem Koolhaas (Rotterdam, 1944) fundara el estudio OMA (Office for Metropolitan Architecture), le fue concedido el Premio Pritzker, el Nobel de la Arquitectura. Según el jurado, el holandés era "un arquitecto que se sentía evidentemente cómodo con el futuro".
Tres plantas y una silla de ruedas. Lo había demostrado dos años antes, en 1998, cuando terminó su Casa de Burdeos. Concebida para que la habitara una familia en la que el padre era parapléjico, el audaz arquitecto desechó la idea de una casa de una única planta y optó por una edificación en tres alturas. En la planta baja está la cocina; en la primera, el salón, y en la superior, los dormitorios.
Plataforma móvil. El mayor hallazgo en la casa de Burdeos es la superficie móvil que permite desplazarse por las tres alturas. Lejos de ser un ascensor, el espacio móvil se integra en cada planta como si fuese parte de la misma. Además la fachada de la planta superior es de hormigón, y la de la planta media, de cristal, lo que da a la casa la sensación de estructura flotante.
Koolhaas en Córdoba. El holandés tiene obra o proyectos en Europa, EEUU y Asia. En España ha proyectado el Palacio Sur, que albergará el Centro de Congresos de Córdoba. Ocho años después de fallarse el concurso, sigue pendiente de ejecución.
Fuente: → El Mundo│Magazine