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CRÓNICA DE SOTOANCHO.- La alergia

La alergia En alguna ocasión he comentado, muy de pasada, la extraña modalidad de alergia que sufro cuando los chopos dejan caer su copiosa nevada de miraguano. Suelto pedorretas. No puedo contenerlas y paso por situaciones dificilísimas. De ahí que me clausure voluntariamente durante esos días de aire contaminado por el algodón de las choperas y cancele todos mis compromisos sociales. Un marqués que se va de pedorretas en público no puede ser respetado en su justa y conveniente medida. Y en esas estamos. Los chopos se han puesto de acuerdo, y nieva algodón contaminante. Tomás, que vela por mí como si de un padre se tratara, me lo ha advertido al pasarme el desayuno a la cama: –Señor marqués. Los chopos están soltando sus algodoncillos. Y hoy tiene usted citada a la presidente de la Cruz Roja de Guadalmazán acompañada de las señoras de su Junta Directiva. Creo que más oportuno sería suspender el encuentro–. Sabia advertencia la de Tomás y resolución inmediata. –Tomás, avisa a esa señora y que no venga. Le dices que tengo una gastroenteritis, y ya está–. En el transcurso de la emisión de esta última frase, es decir, entre “Tomás” y “ya está”, se me han escapado tres pedorretas en diferentes tonos. Una en “mi” , otra en “fa” y la tercera en “re”. Tomás ha sido contundente: –Este verano está usted peor que nunca, señor marqués–. Pero siempre amenaza la tragedia. La señora en cuestión no ha podido ser localizada y a las once y veinticinco en punto, (la cita es a las 11.30) ha llegado un minibús con toda la Junta Directiva de la Cruz Roja de Guadalmazán. Viene a pedirme dinero, y me parece bien, pero me preocupan mis pedorretas alérgicas. No está bien entregar un talón, por generoso que sea, mientras el donante suelta aerofagias sonoras a porfía. Marsa se ha ido del pueblo, Mamá no se ha levantado, y nadie puede sustituirme. En vista de ello, he aceptado el reto y acudido a la reunión. Muy gordas y muy simpáticas. Para no dar oportunidades a la alergia, le he dado de inmediato el talón. Están entusiasmadas. –Perdonen, pero tengo que estar en Sevilla en media hora y no pudo atenderlas como ustedes se merecen–. Al pronunciar “merecen”, se ha oído un “ppprrrr” de fácil interpretación. Lo malo de la pedorreta alérgica, es que si se pretende contener, repite y se alarga, así que el primer “pprrrr” se ha convertido en un chocante “pprrrr” (silencio de dos segundos), “pppprrrrrrrrr”, lo que ha motivado la educada huida de las señoras caritativas, algunas de ellas simulando golpes de risa y otras rompiendo a reír sin disimulo alguno. Muy humillante, por cuanto les acabo de soltar 60.000 euros para su benéfica institución. Tomás me ha ayudado, haciendo ver que las pedorretas las hacía él con los labios, pero la estrategia no ha servido. Me siento profundamente herido. Entiendo el suicidio.

Alfonso Ussía

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