Al amanecer, cuando la niebla se retira, reaparece la silueta de los atrapanieblas, pero con una novedad: las gotas de esta "agua nueva" han sido capturadas por las mallas y son conducidas a través de una canaleta hasta una cañería, para ser destinadas a riego o a consumo de los pobladores, según sea el caso.
Las mallas más utilizadas son las de polietileno del tipo Raschel, fabricadas en Chile, que se venden por rollo. Cada rollo tiene cien metros lineales y, dependiendo de su altura, de más de dos metros o de más de cuatro metros, según sea el caso, el precio puede variar entre US$63 y US$126. En Chile también la llaman "malla de kiwi", porque comenzó usándose como cortavientos en las plantaciones de kiwi. Actualmente se utiliza para las vides.
Científicos en acción
Desde su oficina en el Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en Santiago, la jefa del Departamento de Geografía Física, Pilar Cereceda, dirige también el Centro del Desierto de Atacama.
Este organismo, que realiza investigación interdisciplinaria, ha impulsado proyectos como la instalación de atrapanieblas en Alto Patache, localidad ubicada a 700 metros de altura en la región de Tarapacá, en el extremo norte de Chile (llamado Norte Grande).
Pilar Cereceda dirige el Centro del Desierto de Atacama.
"Abastecemos una casita, que es nuestra estación de campo -cuenta Cereceda- y tenemos una pequeña huerta. En ese lugar estamos haciendo todas las experiencias y viendo las posibilidades de darle agua a una caleta que está debajo de los cerros, que es Chanavaya. Y hay otra que se llama Caramucho, en Tarapacá, cercana a la zona nuestra".
Pilar Cereceda conoce el tema desde cerca, porque ha venido impulsándolo desde la década de los 80, tomando como punto de partida el trabajo del profesor Carlos Espinosa Arancibia.
Este profesor emérito de física y matemáticas de la Universidad de Chile, criado en el norte, fue el pionero que concibió y patentó estos aparatos en la década de los 60, donando después su invención a la Universidad Católica del Norte y fomentando su difusión gratuita a través de la UNESCO.
Éxitos y fracasos
Aunque se trata de una gran idea, no ha sido fácil masificarla. En parte porque cuesta organizar a pescadores y pequeños mineros (pirquineros) para que hagan el mantenimiento de los equipos.
Pasó en Chungungo, 60 kilómetros al norte de la ciudad de La Serena, donde gracias al apoyo del gobierno canadiense y de otras instituciones, entre ellas la Universidad Católica, la caleta alcanzó a tener 100 atrapanieblas, que abastecieron de agua a 100 casas, pero luego los equipos quedaron abandonados, tras la incorporación de una planta desalinizadora de agua marina.
"Les encanta la tecnología, pero alguien tiene que hacerlo. Y alguien tiene que mantenerlo", señala Pilar Cereceda.
Otras veces los pobladores no tienen los recursos necesarios para pagar la inversión inicial. El gobierno, hace pocos meses, definió una Iniciativa Nacional de Eficiencia Hídrica que, a través del Ministerio de Obras Públicas, permitiría fomentar este tipo de proyectos.
Pescadores asociados
También se ha interesado en el futuro de los atrapanieblas la Corporación de Fomento, CORFO, del Ministerio de Economía, como en el caso de la Agrupación de Atrapanieblas de Atacama, que agrupa a 52 representantes de igual número de familias de Falda Verde, en las cercanías de Chañaral, en el norte de Chile.
A casi mil kilómetros al norte de Santiago, Hugo Streeter, un ex pescador de 62 años que hoy representa a los socios activos de la agrupación, conversa con la BBC desde su teléfono celular mientras sube un cerro, en Falda Verde, para verificar el buen estado de sus cultivos de aloe vera, regados con parte de los 500 a 750 litros de agua que producen diariamente nueve atrapanieblas.
Cultivo de tomates en Falda Verde, gracias a los atrapanieblas.
"Nos regimos como agrupación comunitaria funcional sin fines de lucro -cuenta Streeter, deteniéndose un momento para recuperar el aliento- y estamos haciendo patrimonio a través de un proyecto concursable no reembolsable. Pero ahora con el plan de negocios (asesorado por CORFO) nos convertiremos en una sociedad anónima, con una marca y vamos a empezar a pagar impuestos".
El nombre que tiene en mente lo dice todo: "Empresa de Aguas Prístinas".
Como en la zona el viento es muy fuerte, explica, "vamos a usar un nuevo diseño, no usaremos más palos sino los mismos relieves de los cerros, con cables de cerro a cerro, va a ser mucho más barato y más cómodo para la producción". Y sueña con más proyectos, que incluyen "una piscina, duchas y baños con agua de niebla. Sería algo innovador para nosotros y para toda la región".
Las condiciones ambientales también influyen sobre la calidad del agua recogida por los atrapanieblas. La niebla no puede estar contaminada, porque entonces se convierte en "niebla ácida".
Pilar Cereceda advierte que "en ese sentido, hay un problema súper grave en Chile, porque todas las termoeléctricas se están instalando en la costa, por razones obvias: les llega el carbón, tienen el puerto, el agua del mar, de todo. Y hay mucha vegetación en la costa que se abastece y se nutre del agua de la niebla".
"Todas esas centrales hidroeléctricas en la línea de la costa -vaticina- pueden producir un desastre ecológico de grandes dimensiones en esa vegetación".
Interés mundial
Aunque no hay cifras oficiales sobre el uso de atrapanieblas en Chile, Pilar Cereceda conoce cada día nuevos casos, como los de agricultores y ganaderos del Norte Chico (al norte de Santiago).
Y la tecnología se ha expandido hacia el resto del mundo. Destaca el caso de la ONG canadiense Fogquest, una organización sin fines de lucro que reúne a ciudadanos, estudiantes, científicos y filántropos con el interés común de mejorar la calidad y acceso de comunidades rurales al agua, que desarrolla proyectos en varios países.
La estudiante chilena Fernanda Rojas ayudó a instalar atrapanieblas en Guatemala.
"Y los que van a construir son los alumnos de Geografía de la Universidad Católica", resalta, con orgullo, recordando que durante la década de los 90 los alumnos viajaron al sultanato de Omán y que más recientemente han estado trabajando en Perú, Yemen, Eritrea, Guatemala y Haití.
Fernanda Rojas Marchini tiene 23 años, estudia geografía en la Universidad Católica, actualmente está en un programa de investigación en la Universidad de Waterloo, en Ontario, Canadá, y ha participado como voluntaria, desde 2006, en un proyecto impulsado por Fogquest en la aldea de Tojquia, en la región de Huehuetenango, en el sector noroeste de Guatemala, zona en que viven familias descendientes de los mayas, en condiciones de extrema pobreza.
Allá los atrapanieblas son conocidos como Large Fog Collectors, LFC, y se instalan a 3.500 metros de altura.
"El proyecto hasta el momento ha beneficiado a 27 familias, un total de 126 personas", contó Fernanda a BBC Mundo, vía correo electrónico desde Canadá.
La idea es seguir ampliando su cobertura. Aunque hay estaciones secas y lluviosas, han conseguido en promedio 10 litros de agua por metro cuadrado (de malla) por día. También han tomado fotografías de tanques de dos mil litros que se llenaron en una sola noche de neblina densa.
Ellos asesoran a las familias para que mantengan funcionando los atrapanieblas, ya sea en terreno, por teléfono celular o por correo.
"Al llegar en marzo a Tojquia, nos encontramos con la grata sorpresa de ver que la familia Funes había tensado su propio colector (instalado en 2007) ¡y con éxito!", cuenta Fernanda, destacando que "esto no es tarea fácil, hay que entender de física básica para nosotros, pero bastante compleja para ellos".
Los científicos de otros países también demuestran interés. La Cuarta Conferencia Internacional de Niebla, realizada en Chile en 2007, congregó a más de cien investigadores de todo el mundo.
La próxima tendrá lugar en Alemania, en 2010.
Fuente: BBC.