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Sara Baras


• CRÓNICAS DE SOTOANCHO


 

■  Sara Baras. Qué mujer, qué arte. Gaditana. Lola la Piconera de Pemán, una sombra a su lado. Lo más guapo de España. Baila como las nubes, las tormentas, el amanecer, la atardecida.  

Cuentan que las tropas invasoras de Napoleón, ya superado Despeñaperros, se toparon desde el púlpito de La Carolina con el primer valle de Andalucía. Y que tan grande era su belleza, que los soldados franceses presentaron armas a la maravilla del paisaje. Si no es cierto, está bien inventado. Pues esa maravilla es Sara Baras, que por ahí volaba su ánimo dos siglos antes de nacer. Arte, trabajo, armonía, sudor, libertad, fuerza, ímpetu y calma. Todo eso, y mucho más, se reúne en el cuerpo y el alma de Sara Baras, que no es dibujo porque Picasso no la conoció, que no es poema porque García Lorca, Alberti o Villalón decidieron nacer antes, que no es copla porque Rafael de León se puso a morir cuando ella era niña, que no es novela porque Hemingway, de haberla visto, estaría borracho, que no es escultura porque a quién se le ocurre nacer Miguel Ángel tan a destiempo. La música la lleva ella, consigo misma. Y la danza, el baile, el prodigio del movimiento. Lo que habría dado Antonio, Antonio a secas, el bailarín, por tenerla de compañera. ¡Santo Dios, que pedazo de mujer y de artista!
Lo que tiene y es, ella se lo ha ganado. No necesita de subvenciones, ni de diezmos y primicias, ni de propinas pegatineras y pancarteras, ni de firmas en manifiestos imbéciles, ni de lenguas secas por humedecer al poder ni hartas de alimentarse de los pesebres políticos. Ella sola, a cuenta de ella sola, sin deberle nada a nadie excepto a ella sola. De rompe y rasga. Acuarela de viento. Brazos de palmeras, piernas de roble, cintura de agua, y todo ello regalado al movimiento, al arte que se transforma cada segundo, al momento mágico de la liberación del ser humano para rozar el éxtasis de lo imposible. Allá donde va, el mundo se hunde a sus pies, entre ovaciones. Esto se le ha quedado pequeño. Pero ella no se contenta, y sigue, y sigue, y por seguir termina descubriendo nuevos horizontes, y metas más lejanas, y lo que es pequeño en un principio lo hace grande porque ella así lo interpreta, y tiene reaños para no mirar atrás y fijarse tan sólo en el más allá del horizonte, que Sara Baras llega hasta el horizonte, y lo baila, y le parece poca cosa, que esta mujer es así. Con lo complicado que tiene que ser bailarse el horizonte. Pues eso, lo que escribo y mucho más. Que el Diccionario no se entera. “Arte”, “Armonía” y “Belleza” tienen una misma definición: Sara Baras.

[Fuente: Alfonso Ussía]

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