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El sultán del fútbol

♦            Sección:   DEPORTES            ♦

 
Sulaimaal-Fahim

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n plena crisis mundial, Este hombre ha comprado el Manchester City y ha fichado a Robinho. Paga cifras millonarias. Y a tocateja. Lo del fútbol no es un capricho. sólo es un primer paso En su plan...

Les presento a Sulaiman al-Fahim, 31 años, casado, tres hijos. De Abu Dabi. Presidente de Hydra Properties, una compañía inmobiliaria que tiene proyectos en medio mundo por valor de 2.000 millones de euros. Sulaiman no ha amasado su fortuna gracias al petróleo. Es un hombre hecho a sí mismo. Un tipo encantador. Con don para las relaciones públicas. Le pirra hacerse fotos con estrellas de Hollywood. Irse de parranda con Pamela Anderson o cenar con Leonardo DiCaprio. No rehúye a la prensa. No hace falta tirarle de la lengua. Lo cierto es que a este hombre se le calienta la boca rápido. Ha prometido 700 millones de euros para fichar a 18 jugadores extraordinarios. Los mejores. Ni uno ni dos. Los quiere todos: Cristiano Ronaldo para empezar, y luego David Villa, Kaká, Sergio Ramos, Van Nistelroy (le ofreció un cheque en blanco al Real Madrid), Messi, Cannavaro, Cesc, Fernando Torres… Si va en serio, Barça, Madrid y otros grandes de Europa quedarán tan esquilmados que van a tener que pensar en recurrir a la cantera. ¿Se le ha ido la pinza? Hay mucho escéptico que así lo piensa. Pero si algo ha demostrado en este tiempo Sulaiman al-Fahim es que es todo, menos un charlatán.

Sulaiman empezó a trabajar a los 11 años. Cuando salía del colegio, echaba unas horas en la compañía farmacéutica de su padre. Era tan bueno jugando al ajedrez que quedó quinto en los mundiales infantiles. A los 14 años falsificó el nombre de su madre para invertir en Bolsa y a los 15 vendió su primera finca. Quiso estudiar Medicina; luego, Ingeniería... Se fue a la aventura y trabajó un tiempo en una línea aérea. También fue jefe de una estación de ferrocarril. Acabó haciendo un par de másters de administración de empresas en EE.UU., regresó a los Emiratos y fundó Hydra. «Disfruto compitiendo y ganando. Soy un bulldozer. Cuando un bulldozer comienza a moverse, no hay quien lo pare, por muchos coches que se le pongan por delante. Los pasa por encima. Y yo no puedo parar. Si tengo una idea, no descanso hasta que consigo ponerla en práctica», asegura.

Sería ingenuo pensar que un ajedrecista como él, por bravucón que parezca, carece de visión estratégica. «Todo lo que hago lo hago con vistas a largo plazo. Primero aprendo. No me canso de aprender. Y cuando sé lo suficiente, actúo. Rápido. Sin dudas ni contemplaciones. Todos mis proyectos se complementan, aunque están muy diversificados, desde bebidas energéticas hasta cadenas de comida rápida. Mi lema es no poner todos los huevos en la misma cesta. Quiero hacer de Hydra en Asia algo parecido a la compañía Virgin en Europa.» Lo de la rapidez no es ninguna broma.

Cerró el contrato para comprar el Manchester City en 13 horas. Fue un episodio delirante, a mitad de camino entre el culebrón y la novela de espionaje.

El escenario: una suite de 10.000 euros la noche en el hotel Palace Emirates de Abu Dabi, la réplica del Gurj Al Arab, el faraónico hotel de siete estrellas de Dubai. Mármol de Carrara por doquier y un vestíbulo que duplica la superficie de la catedral de Santiago. Los protagonistas: el ex primer ministro de Tailandia, Taksin Shinawatra –que poseía los derechos sobre el equipo, pero no tenía ni para pagar a los acomodadores desde que un juez congeló sus fondos por un escándalo de corrupción–, y una `mata hari´ británica: Amanda Staveley, de 35 años. Ésta, cansada de pelar pollos en una empresa de catering, pidió un préstamo y montó un restaurante. Quiso la fortuna que justo al lado se ubicase una de las cuadras de yeguadas árabes que hay en el Reino Unido. Entre plato y plato, hizo buenos contactos y ahora es la gran dama inglesa en Oriente Medio. Nada se negocia entre sus compatriotas y la antigua colonia sin que ella actúe de intermediaria. Le ha dado calabazas al príncipe Andrés, que la pidió en matrimonio, y presentó a Sulaiman al-Fahim al ex mandatario tailandés. Se juntaron el hambre con las ganas de comer y el contrato se cerró con un apretón de manos.

Uno de los aspectos más intrigantes de la irrupción mediática de Sulaiman al-Fahim es que su personaje concentra tanta atención que desdibuja lo que hay detrás de él. Sulaiman da la cara, concede entrevistas. Incluso produce un programa con el formato de Gran Hermano, pero de ejecutivos. Un casting sirvió para seleccionar a una docena de futuros yuppies británicos y estadounidenses que juegan al Monopoly en el golfo Pérsico, con dinero contante y propiedades reales. El ganador se llevará un millón de dólares que deberá invertir en suelo de Abu Dabi. 

En realidad, Sulaiman es el señuelo perfecto. Sabe captar el interés y, de paso, desviarlo del verdadero hombre fuerte, el que da las órdenes. Y que pasa inadvertido gracias a todo este revuelo. Sulaiman se despacha a gusto. Habla de futbolistas como si fueran caballos de pura sangre. Y se jacta de que el fichaje de Robinho (recuerden, 42 millones de euros) fue amortizado por el petróleo bombeado por los pozos de Abu Dabi en… ¡cinco horas! «Tenemos dinero de sobra para fichar a los mejores jugadores. Ganaremos la Champions en tres años. Nuestro objetivo es ser los mejores del mundo. Mejores que el Manchester United y que el Real Madrid. Tanto en lo deportivo como en el marketing.» La verborrea genera titulares. Y el torrente de titulares sepulta los tejemanejes.

Sulaiman al-Fahim sólo es el brazo derecho del verdadero protagonista de esta historia. Alguien que no habla más de la cuenta ni se fotografía con actrices famosas. Un hombre discreto. Padre de familia muy numerosa. Es él quien ha pagado por el Manchester City y por Robinho y el que financia decenas de operaciones multimillonarias que nada tienen que ver con el fútbol: el jeque Mansur ben Zayed al Nayan, segundo de la familia real de Abu Dabi. Su hermanastro es el regente del país, pero el que maneja el cotarro es Mansur. Graduado en la prestigiosa escuela militar de Sandhurst, es piloto de combate.

Para entender a Mansur, hay que hablar de una vieja rivalidad que se remonta al siglo XIX y se ha enconado como sólo los asuntos de familia suelen hacerlo. La pugna entre las casas reinantes de Abu Dabi (la familia Nayan) y de Dubái (los Maktum) es de las que hacen época. La ojeriza es ancestral y se dirime en todos los terrenos, desde la cetrería hasta los hipódromos. Sería sólo una anécdota, si no fuera porque la economía planetaria, convulsionada, tiene su centro gravitatorio imantado a esos dos emiratos que se llevan a mal traer. Y, aunque parezca exagerado, el asunto afecta a nuestros bolsillos. Y también a nuestro ocio. Los Maktum y los Nayan quieren llevarse un porcentaje por nuestros viajes, nuestras vacaciones y nuestras diversiones.

Hagamos un poco de historia. Los ingleses descubrieron petróleo en los Emiratos en 1958. A Abu Dabi, patria de Sulaiman, le tocó la lotería: una décima parte de las reservas mundiales. Calculan que tienen todavía oro negro para 90 años. Para Dubái, las migajas. Sus reservas no llegan ni al uno por ciento de las de su vecino. Antes de 2030, sus pozos estarán tan secos que sólo habrá escorpiones en ellos.

Sin embargo, en este tiempo Dubái ha aprendido a vivir sin petrodólares.

Descubrieron que se gana más dinero comerciando que pirateando y su puerto floreció. Ahora, Abu Dabi aspira a desbancar a Dubái como la ciudad más rica del mundo. Todo cambió con la llegada de savia nueva al poder. El mencionado jeque Mansur al Nayan, que para más inri es primo del jeque Rashid al Maktum, jefe de la casa real de Dubái. Gracias a su todopoderoso fondo de inversiones, si hubiera que poner precio a las cabezas de sus 420.000 ciudadanos de derecho (los trabajadores extranjeros tienen un estatus no demasiado diferente al de los esclavos en la antigua Roma), cada habitante de Abu Dabi tocaría a 15 millones de euros. ¿Pero es usted capaz de situar Abu Dabi en el mapa? Lo que Mansur ha diseñado y Sulaiman está coordinando es la campaña publicitaria más cara de la historia. El desembarco en el fútbol sólo es la parte más vistosa.

De una tacada, Abu Dabi está construyendo una sucursal del Museo Guggenheim y otra del Louvre. Un campus para la Sorbona y otro para la Universidad de Nueva York.

Controla el cinco por ciento de la escudería Ferrari. Organizará un gran premio de fórmula uno. Norman Foster diseña la primera ciudad del mundo libre de emisiones de carbón. Producirá ocho películas al año entre Hollywood y Bollywood. Ha invertido en el banco Citigroup y en la constructora Metrovacesa. Ha comprado el rascacielos Chrysler de Nueva York. Construye el hipódromo más rutilante del planeta. Y ahora ha desembarcado en la Premiere League con 40 veces más fondos que Abramovich. Insinúan que Dubái está dispuesto a contraatacar y que intentará apropiarse del Liverpool. Pero el fútbol les importa menos que los caballos. Y lo que está en juego es el honor de los Maktum, que se precian de sus 1.500 purasangres, y el de los Nayan, que quedó seriamente tocado cuando uno de sus caballos fue desposeído de un premio por dopaje. Una humillación de la que han jurado resarcirse. El impacto de esta rivalidad en una economía mundial convaleciente está por ver.

 Fuente: xlsemanal.

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