Ana Patricia Botín
• Biografías •
■ Inteligente, trabajadora, poderosa y guapa. Un portento.
Lo que se dice alegre, no es. Su carácter es cántabro de nobleza nublada. Como su padre, no conoce el cansancio cuando de trabajar se trata. Se puede cansar con una conversación, un paisaje o una película, pero no en el banco.
Cuando el Banco de Santander se comió al Central Hispano, y se formó aquella imposibilidad de pronunciar bien, el BSCH –Bssschh–, su padre, Emilio Botín, llevó a cabo una jugada maestra. Cesó a su hija para que nadie pudiera acusarle de favoritismo. Con ello, quedaba libre para actuar sin impedimentos. Jubilado Amusátegui y muy beneficiosamente –para él–, obligado a dimitir Fray Corcóstegui –nada más parecido a un clérigo medieval que ese hombre–, Botín colocó a su hija en Banesto, bajo cuya presidencia el viejo banco ha vuelto a sus fueros.
Buena jugadora
Ana Patricia es guapa con exageración, pero no hay un tío que se atreva a decírselo, y más aún, si el piropo suena en horas de trabajo. En sus ratos de ocio, cuando el verano llega, juega al golf con Esperanza Aguirre, en Pedreña. Mantiene con ella una pugna callada y fuerte, y Esperanza acostumbra a presumir que al lado de ella Ana Patricia es una principiante, y Ana Patricia dice lo mismo, pero al revés.
El caso es que las dos juegan bastante bien, pero la primera es mejor como política y la segunda como banquera. Ana Patricia, como buena cántabra, no hace esfuerzo alguno para caer bien. Si cae, cae, y si no, no importa. En mi opinión, tendría que esforzarse más en abrir su mundo a otros espacios no relacionados con la banca, la economía y los negocios. Pero comprendo que es difícil cuando la mayor parte de su tiempo lo dedica a la banca, la economía y los negocios. Le gusta la mar y se siente feliz en sus raíces de la montaña. Puede parecer antipática, que no lo es en absoluto, por tímida. Si yo trabajara a sus órdenes en Banesto, le escribiría poemas, lo que me llevaría irremediablemente a ser expulsado de la prestigiosa entidad. Inteligente, trabajadora, poderosa y guapa. Un portento. Se intuye, por su carácter, que no se casa con nadie y que en el fondo de su seriedad hay un escondido rincón de añoranza. Quiero decir, que a veces añora ser mujer a secas, sin tanto poder en su mano y en su entorno. Tiene muchas más virtudes que defectos, pero volviendo al principio, alegre, lo que se dice alegre, no lo es. Bella y callada, como su tierra.
[Fuente: Tiempo/Alfonso Ussia]
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