Francisco de Orellana
■ Francisco de Orellana, el valiente explorador del río Amazonas.
Nació en Trujillo (Cáceres) en 1511. Formó parte de las huestes de su primo Francisco Pizarro. Fue el primer hombre que cruzó el continente americano navegando por el Amazonas, en 1542. Sorteó todo tipo de peligros: enfermedades, hambrunas y ataques indígenas.
Pariente del conquistador Francisco Pizarro, fue el primer europeo que navegó por las aguas del inmenso río Amazonas, uno de los más largos y caudalosos del planeta Tierra. Su hazaña se inscribe en los capítulos más épicos de la peripecia humana, si bien su prematura muerte le impidió disfrutar de los laureles de su empresa.
Nacido en Trujillo (Cáceres) en 1511, viajó siendo adolescente al Nuevo Mundo, donde se alistó en numerosas misiones exploratorias. En 1533 se trasladó a Perú para integrarse en las huestes de su primo Francisco Pizarro. Participó en algunas batallas, como la de Puerto Viejo, donde tras una refriega con los indios perdió un ojo.
Asimismo, luchó en el bando pizarrista frente a la facción liderada por Diego de Almagro en la primera guerra civil entre españoles librada en América. Tras una clamorosa victoria, un agradecido Pizarro concedió al valeroso Orellana el territorio de Culata (actual Ecuador), donde se instaló como un rico colono.
En 1540, Quito —futura capital ecuatoriana— fue abandonada por su fundador, Sebastián de Belalcázar. Dispuesto a ocupar su lugar llegó Gonzalo Pizarro, quien tenía además la misión concreta de localizar el país de la Canela y, de paso, Eldorado. En ambos casos, los españoles se fiaron de las abundantes narraciones autóctonas sobre lugares colmados de especias y de oro. Todo esto provocó entre los conquistadores cierta ansiedad por apropiarse del presunto botín y de la gloria que eso supondría.
Enterado Orellana, acudió a Quito y ofreció sus servicios al más pendenciero de los hermanos Pizarro. Juntos iniciaron una ambiciosa expedición que, tras múltiples y penosos avatares, tuvo que separarse en dos grupos para recabar provisiones que les permitieran proseguir la arriesgada gesta.
Orellana, al mando de 60 famélicos aventureros, fue enviado por don Gonzalo a surcar las aguas fluviales de la zona, rumbo a un destino en el que los indígenas aseguraban la existencia de tesoros y manjares. Lo cierto es que dicho vergel no apareció jamás. En cambio, sí llegaron las enfermedades, los ataques indígenas y la hambruna, solventada en una mínima parte gracias al descubrimiento de algunos poblados nativos, que surtieron a los expedicionarios de suficiente intendencia como para pensar en sostener el viaje algún tiempo más.
El 12 febrero de 1542 dos navíos capitaneados por Orellana entraron en el Amazonas, surcando sus aguas durante semanas y enfrentándose a los variados peligros con los que se iban encontrando. Era frecuente ver nativos gritándoles desde las orillas o desde canoas que se acercaban para lanzar las temibles flechas envenenadas que tantos muertos causaron en la tripulación española. Finalmente, el sábado 3 de junio de 1542 los españoles percibieron cómo una fuerza extraña les impelía hacia un lugar concreto; habían contactado con el poderoso río Negro.
Cinco días después pudieron descansar dejando atrás la desembocadura del Madeira en el Amazonas y, poco después, la del Tapajoz. Pero se reanudaron los ataques indios y esta vez con absoluta virulencia. Las flechas envenenadas surcaron los aires para clavarse en la madera de los bergantines o en los cuerpos de los aventureros. Estos se percataron de que, entre los atacantes, había mujeres guerreras que les disparaban saetas con gran precisión y que los cronistas identificaron con las amazonas, célebres luchadoras griegas que darían el nombre por el que hoy conocemos a este majestuoso río americano.
Al fin, los maltrechos buques recibieron los primeros síntomas de las mareas atlánticas, internándose en el océano el 24 de agosto de 1542. Casi tres semanas más tarde, llegaron de forma milagrosa a los territorios de Nueva Cádiz (actual Venezuela).
Concluida la proeza que suponía haber sido el primer hombre que cruzó el continente americano navegando por el Amazonas, Orellana viajó a España para reivindicar su gloria. El Consejo de Indias le concedió el título de Adelantado de Nueva Andalucía, nombre designado para las latitudes exploradas por el extremeño. Así, en mayo de 1545 el flamante gobernador salió de Sanlúcar al mando de una gran flota dispuesto a tomar posesión de su cargo. Le acompañaban su mujer, Ana de Ayala, y muchos colonos dispuestos a radicarse en aquella tierra de promisión.
Orellana tenía intención de hacer el camino inverso; es decir, penetrar por la desembocadura del Amazonas y remontar el río. Pero la empresa fracasó, nadie sobrevivió y las riberas salvajes del río se fueron tragando poco a poco a los pioneros. Enfermo y perdido, murió en el interior del Amazonas en noviembre de 1546. Tenía 35 años, aunque su brillante expediente explorador le supuso un lugar de honor en la epopeya americana.
[Fuente: Juan Antonio Cebrián]
0 comentarios:
Publicar un comentario