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El lazarillo de los conductores

• CIENCIA Y TECNOLOGÍA


El holandés Harold Goddijn, uno de los fundadores y actual director de TomTom, en la Rembramdtsplein, Amsterdam.

NOTA.- Post un tanto prolijo; pero no por ello menos interesante

► El 'lazarillo' de 10 millones de conductores .

■ Se llama Harold Goddijn y es holandés. Junto a su mujer, ha ganado 1.400 millones de euros tras fundar la empresa TomTom, líder en navegadores para coches. Las peleas camino de las vacaciones son historia. Este verano, más de 10 millones de personas en todo el mundo han utilizado un navegador TomTom para averiguar la dirección que debían tomar cuando se echaron a la carretera. Detrás del éxito de este ordenador de orientación para el automóvil, están tres estudiantes holandeses de Amsterdam, amigos entre sí, cuya empresa estaba al borde de la bancarrota hace sólo cinco años. Su confianza en que los automovilistas pagarían dinero con tal de no perderse les ha convertido en millonarios. «Cariño, ¿no teníamos que haber tomado ese desvío?». Esta frase, aparentemente inofensiva, suele ser con frecuencia el punto de partida de una bronca que termina destrozando los nervios de todos los ocupantes del coche. La lectura de los mapas es la causa principal de discusión según el 40% de quienes salen de vacaciones, a tenor de los datos de una encuesta de la empresa de Holiday Car. Ahora bien, ¿por qué discutir cuando se puede escoger una firme y tranquilizadora voz, y una pequeña pantalla táctil que mostrará el lugar del mapa en que uno se encuentra y el camino hasta el deseado destino? Peter-Frans Pauwels, de 42 años, uno de los fundadores de TomTom asegura que la empresa recibe con frecuencia en sus oficinas centrales de Amsterdam cartas y mensajes de correo electrónico de agradecimiento. «Se trata de cartas fantásticas de personas de todo el mundo que nos quieren hacer saber que hemos salvado su matrimonio o de personas que confiesan que todos los años sus vacaciones eran una pesadilla», afirma. Pauwels cuenta que le escribieron desde Israel un mensaje en el que le decían: «Le adoro y adoro también a sus hijos. He plantado en su nombre un árbol de la paz [un olivo] en Tierra Santa». Pauwels –pelos de punta, ojos brillantes y ligero acento de pijo– afirma que se siente «tan orgulloso como un pavo real. Fuimos nosotros los que pusimos este negocio en marcha». Ese «nosotros» se refiere a él, a Pieter Geelen, de 43 años, y a Harold Goddijn, de 47. El trío se remonta a la época del Amsterdamsch Studenten Corps, un club de estudiantes de Amsterdam conocido por la chulería de sus miembros y por sus fiestas abundantemente regadas de alcohol, a las que hay que ir de esmoquin. Pauwels y Geelen eran además compañeros de cuarto en la universidad. Mientras Pauwels cumplía con el ejército holandés el servicio militar, Goddijn montaba una pequeña empresa que importaba ordenadores de bolsillo de Inglaterra. Cuando Pauwels se licenció, Goddijn le convenció para que le ayudara a crear aplicaciones para estas agendas informáticas. Miedos iniciales. El único problema fue que Goddijn tenía un concepto excesivamente favorable de su amigo. «Me entró un poco de miedo a pesar de mis estudios de empresariales y de informática, porque yo no era nada del otro mundo ni en una cosa ni en la otra. Llamé entonces a mi amigo Pieter, que había estudiado informática y era un tipo brillante en su especialidad. Creyó que lo de unirse al proyecto representaba para él una salida magnífica. Estudiaba por las noches para sacarse la licenciatura y durante el día se dedicaba a ser empresario», rememora Pauwels. Tras ponerse en marcha en 1991, la empresa no experimentó crecimiento alguno durante los cinco años siguientes. «No conseguimos ganar absolutamente nada de dinero. Cuando el mercado de las agendas electrónicas experimentó su primera gran expansión, tomamos la decisión de inventar todo tipo de programas para el mercado de consumo. Vendimos varios diccionarios, un juego de carreras, una biblia e incluso un programa completo de contabilidad». Algunos de esos productos eran programas de cartografía. «Uno de ésos fue un mapa de Europa con ciudades sin ningún detalle, y otro que sí, que traía mapas de las ciudades, pero nada más. Había un doble problema: de costes y de tamaño de las tarjetas de memoria. Por aquel entonces, todo lo que había eran tarjetas de 128 kilobytes. En cuanto tecleabas unas cuantas palabras en un procesador de textos te has comido ya toda la capacidad. ¡Como para meter un país en una de tarjeta de ésas!», se asombra Pauwels. Mientras Pauwels y Geelen se estrujaban el coco para desarrollar una vieja aplicación de mapas sin ningún éxito, Goddijn, que no trabajaba en la empresa sino que sólo estaba en ella como accionista, se enamoró de la directora de exportación de la empresa británica de la que seguía importando agendas electrónicas de bolsillo. La francesa Corinne Vigreux, de 43 años, también cayó prendada de él y se trasladó de Londres a los Países Bajos, donde contrajeron matrimonio. «Ella aprendió el idioma y cuando le pedimos que nos echara una mano, enseguida se unió a nosotros», relatan al unísono. Los socios pensaron que iban a sacar petróleo cuando se empezó a pensar que en el sector de la tecnología de consumo el siguiente bombazo iba a ser el WAP (Internet en el teléfono móvil). La idea era hacer programas de mapas para teléfonos móviles. Abrieron incluso una oficina en Londres, a donde Goddijn y Vigreux se fueron a vivir. Sin embargo, el sistema WAP fue un fracaso. Harold Goddijn, que trabaja durante la mayor parte del tiempo en la oficina de Londres, reconoce ahora, en la sala de reuniones de Amsterdam, que aquella fue «una temporada terrible. Pasamos momentos muy problemáticos y despedimos a 11 empleados. Estuvimos dando vueltas a la posibilidad de echar el cerrojo del todo». Curiosamente, fue Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos, quien acudió al rescate. Hasta el año 2000, el uso del GPS (siglas en inglés de Global Positioning System, o sistema de localización mundial a través de satélites) estaba restringido exclusivamente al ámbito militar para localizar al enemigo. «Una de las ultimísimas medidas que tomó Clinton fue poner el sistema a disposición de todo el mundo con carácter gratuito. Él es nuestro héroe», enfatiza Pauwels. Como todos los aparatos TomTom hacen uso de este sistema, no hace falta decir que la decisión de Clinton fue el momento de la verdad para la empresa de Amsterdam. «Clinton sigue siendo nuestro héroe», se carcajea Pauwels. En aquel momento, Goddijn dejó el segundo plano en el que se había mantenido como accionista y asumió el puesto de director. Decidió centrarse en exclusiva en un software de localización y orientación. Al optar por este producto, la empresa, que por aquel entonces se llamaba Palmtop después de haber tenido otros nombres (Frontline, Subzero y Turing Machine Company) tenía que adoptar una nueva denominación. «Estuvimos pensando en un nombre que fuera como el de un guía, como el de un conocedor del lugar que te ayudara a encontrar el camino. Nos gustaba el nombre de Tom, pero no había ninguna posibilidad de registrarlo como tal o de bautizar así el sitio web. Cuando alguien dijo TomTom, me di cuenta en una décima de segundo de que ése tenía que ser el nombre. Sonaba amable, fascinante, alegre y también internacional», explica Goddijn. Los chicos de TomTom volvieron a sorprender al sector con su decisión de desarrollar no sólo el software sino también el aparato, un ordenador minúsculo que no tendría otra función que la de dirigir al conductor desde el punto A al punto B. En mayo de 2004 se presentaba en la feria de la tecnología de Hannover (Alemania) el primer TomTom Go. «Allí estábamos nosotros, con nuestra cajita, en nuestro puestecito, un espacio reducidísimo y a trasmano, compartiendo nave con empresas que vendían fotocopiadoras y máquinas de fax porque el GPS no existía todavía como producto de exposición. Los compradores, sin embargo, se las arreglaban para encontrar el sitio en el que nos habían puesto y, cuando vi cómo respondían y cómo empezaban a entrar los pedidos, me di cuenta de que teníamos el producto preciso, el contenido preciso y el embalaje preciso en el momento preciso», resuelve Goddijn. Ese año agotaron todas las existencias y alcanzaron un volumen de facturación de 192 millones de euros. Acento español. A finales del 2004 la empresa tenía alrededor de un centenar de empleados y cada mes contrataba más por docenas, a medida de que la demanda de aquel ordenador diminuto crecía y crecía a toda velocidad. Enrique Bentué Arantegui, de 37 años, barcelonés, llevaba varios años viviendo en Amsterdam, donde trabajaba en el servicio de atención al cliente de una gran empresa informática, hasta que su compañía acometió una reducción de personal y le despidieron. «Estaba ansioso por trabajar en TomTom porque pagaban mucho mejor», reconoce Bentué. Desde el Servicio de Atención al Cliente de TomTom, Bentué Arantegui ayudaba a los conductores españoles que planteaban preguntas sobre su navegador. «La mayor parte de las respuestas pueden encontrarse en el manual de instrucciones o en la página web, pero tengo entendido que muchos compradores tiran el manual al cubo de la basura. Me imagino que les resulta más cómodo levantar el teléfono», explica. Bentué Arantegui se asombra del ambiente creativo que impera en la empresa. «Aquí invierten en el personal con cursos de formación y te preguntan si tienes alguna idea para introducir mejoras. En mi anterior trabajo yo era el número de mi ordenador. Conozco incluso a Peter-Frans [Pauwels], que sabe mi nombre y me saluda a la entrada de la empresa. ¡Es como trabajar en Microsoft y decirle hola cada mañana a Bill Gates!». Durante los tres últimos años, Bentué ha observado el rápido crecimiento de la marca. «Cuando entré, yo era el único español. Ahora, sólo en la sección de España tenemos a 25 personas que respondemos unas 600 llamadas diarias», comenta. Más de 450 personas, en su mayor parte jóvenes y modernas, trabajan en el Servicio de Atención al Cliente, ubicado en las oficinas de la empresa en la concurridísima Plaza Rembrandtsplein, en el centro de Amsterdam. Con el murmullo de los más de 30 idiomas que se oyen hablar aquí, el lugar parece Naciones Unidas. En la actualidad, TomTom cuenta con 1.100 empleados, de los que la mayor parte trabaja en las oficinas de Amsterdam, a las que, ¡ironías de la vida!, resulta muy difícil acceder en coche. La mayor parte de los empleados va a trabajar en bici. Bentué Arantegui asegura que se siente parte de un equipo ganador. «Cuando empecé y contaba a otras personas en qué trabajaba, todo el mundo me preguntaba '¿Cómo? ¿Tum qué? ¿Tam qué?'. Ahora, hasta mi madre cuenta muy ufana a todo el mundo que su hijo trabaja en TomTom». En España, donde la marca tiene una cuota de mercado del 50%, alrededor de un millón de personas ha comprado un navegador de la compañía holandesa y se espera que otro medio millón compre uno durante este año. La facturación anual de la empresa en el mundo fue de 1.363 millones de euros en 2006, con un aumento del 89% en comparación con la de 2005. El beneficio neto creció en un 55%, hasta los 222 millones de euros. Se calcula que el 15% de los coches que circulan por Europa disponen de un sistema de navegación. Al cierre de este ejercicio, la empresa espera contar con 15 millones de clientes. Todos esos conductores son los que han hecho millonarios a estos cuatro amigos. El día en que TomTom se estrenó en el mercado bursátil, en mayo del 2005, Goddijn, Vigreux, Geelen y Pauwels ingresaron en dinero contante y sonante 70 millones de euros por cabeza. En estos momentos se calcula que la fortuna conjunta de Goddijn y su mujer asciende a 1.400 millones de euros. Humildes anónimos. De los cuatro fundadores, Pauwels es el más reservado. Un pequeño ejército de fotógrafos salió en su busca el día que la empresa salió a Bolsa. Sin éxito. Nadie le ha sacado nunca una foto. Se protege a sí mismo y a su familia de posibles delincuentes. Ninguno de los cuatro amigos es famoso por derrochar el dinero. Goddijn sigue utilizando una compañía aérea de bajo coste como Easyjet para viajar a Londres. De la fortuna de Pieter Geelen sólo se hicieron eco los medios de comunicación el año pasado, cuando hizo una donación de 100 millones de euros a una organización benéfica. En el caso de Goddijn y Vigreux sería difícil que no se vieran puesto que viven en pareja en Londres junto con sus dos hijos. Para Goddijn, «esto representa una gran ventaja porque así tenemos la posibilidad de compartir una parte importante de nuestra vida. La única pega es que hay que tener muy claras unas reglas. Nunca, por ejemplo, hablamos de la empresa cuando estamos con los niños y nunca durante las vacaciones... aunque no tenemos muchas vacaciones», dice con una sonrisa. Tanto Pauwels como Goddijn son conscientes de que no se vislumbran en el horizonte problemas económicos que les impidan dejar de trabajar desde ahora mismo. «Lo que pasa es que no es eso lo que quiero. No tiene ningún sentido que me vaya a tumbar a una playa de Aruba sin mover el culo de la arena. Disfruto del trabajo que hago porque todo son nuevos desarrollos», ataja Pauwels. Uno de estos desarrollos es la mejora de los mapas de TomTom, por eso acaban de comprar por 2.000 millones de euros Tele Atlas, segunda compañía mundial de mapas digitales. Estos nuevos horizontes disuaden a Goddijn de la retirada. «Cuando era joven, me decía a mí mismo que quería hacerme rico antes de los 40 para poder decir: ‘vale, lo he conseguido, ahora voy a hacer lo que me dé la gana’. Ese momento ha llegado pero hay un cierto sentido de la responsabilidad. No se trata de que las cosas funcionen automáticamente para poder irnos de vacaciones. No. Se trata de que hemos empezado esta aventura y ahora tenemos que terminarla». Mapas, accesorios y servicios en la página web www.tomtom.com.

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