¿Imagina una película del Oeste con los indios atacando un tren parecido al de la imagen? No hay ninguna; pero habría sido posible, porque el primer monorraíl nació en las entrañas del Oeste americano: unió las ciudades de Bradford y Derrick City, en Pennsylvania, en 1872. Aunque surgió casi al mismo tiempo que el ferrocarril convencional, el invento cayó en el olvido por las dificultades técnicas que planteaba, ya que el tren era bastante inestable. Superadas estas, los diseñadores desarrollaron nuevos modelos en la década de 1960. Pero el monorraíl parece gafado: el coste, muy superior al de un tren normal, y algunos accidentes lo han convertido casi en un invento moribundo.
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