EL LADO OSCURO DEL REY DEL POP. Lourdes Cirlot
Hace ya 20 años que murió Andy Warhol, el artista pop más famoso y admirado no sólo en Norteamérica sino en el mundo entero. Con el paso del tiempo su fama se ha ido consolidando y no han parado de aparecer publicaciones diversas sobre él y su obra. En internet es, sin duda, uno de los artistas con más entradas. Asimismo también se han ido sucediendo exposiciones, tanto de carácter antológico como de tipo específico sobre ciertos temas relacionados con su polifacética creación: pintura, escultura, fotografía, filmes, diseños, publicaciones, promoción de grupos musicales como The Velvet Underground o The Doors...
A pesar de todo ese ingente material existente en torno a Warhol, su mundo y su obra, se percibe todavía un halo de misterio sobre determinadas series por él realizadas, así como en relación a su propia persona. Sus silencios ante las cámaras de televisión cuando le entrevistaban e incluso su look, todo vestido de cuero negro y coronado con sus plateadas y fulgurantes pelucas, inducen a creer que Warhol construyó un personaje para aparecer ante los medios, pero, en el fondo, no quiso nunca desvelar su personalidad auténtica.
¿Por qué motivo Andy Warhol, el artista más glamouroso y con más éxito en el seno del Pop Art se obsesionó con la muerte y la representó en muchas de sus obras pictóricas o bien aludió a ella de manera indirecta?
Mucho se ha hablado de que la muerte de su padre cuando el joven contaba apenas 14 años de edad supuso para él un profundo trauma del que no logró deshacerse en toda su existencia. Sin embargo, la respuesta a largo plazo parece desproporcionada, ya que Warhol no era aparentemente el prototipo de artista taciturno y, sin embargo, sus Desastres automovilísticos o sus series dedicadas a Personas envenenadas aparecen muy pronto en su pintura, junto a Botellas de Coca-Cola o Sopas Campbell's y personajes famosos del cine. Pero es que aún hay más: terrible serie dedicada a las Sillas eléctricas. En estas pinturas el tema resulta desolador por su desnudez, así como por su carácter frío y minimalista. Pese a que nunca representó a persona alguna en sus terribles sillas eléctricas, es indudable que la idea de la muerte se erige como la verdadera protagonista de tales obras.
A mediados de los años 60, en 1966-67, Warhol realizó una serie importante de Autorretratos, en los que jamás se ve su rostro entero, ya que el lado izquierdo del mismo queda oscuro y emborronado de tal manera que resulta imposible distinguir ninguno los rasgos que lo configuran. En el fondo y, pese a los colores empleados (turquesa, rosa, azul celeste, rojo...), se advierte la voluntad del artista de dejar una parte de sí mismo en la oscuridad, con objeto de no desvelar del todo quién es o, mejor aún, qué es lo que le preocupa tan hondamente, quizás ese miedo irracional a la muerte.
Algo después de concluir esta serie, e 1968, y, casi se diría que para confirmar su miedo premonitorio, Andy Warhol sufrió el ataque de una mujer que, en su propia oficina de la Factory, le disparó varias veces, causándole heridas muy graves, hasta el punto de poner en serio peligro la vida del artista Sólo tras una larga estancia en un hospital y después de haber sido operado, Warhol volvió a la vida. Su miedo a la muerte no era ya algo abstracto, sino muy concreto que cada día, cuando miraba en el espejo su torso desnudo lleno de cicatrices, recordaba con verdadero espanto. Con toda probabilidad las series de las Calaveras o de Autorretratos con calaveras, pintadas a lo largo de la década de los años 70, sean el resultado de su experiencia personal con la muerte.
No obstante, también es posible que la respuesta no sea tan sencilla o tan simple, sino que se halle relacionada con las raíces del arte de Warhol. Si bien es cierto que las imágenes prototípicas del mundo consumista norteamericano configuran buena parte de la temática warholiana, no resulta menos cierto que las vinculadas al tema de la muerte poseen su tradición en Europa. No hemos de olvidar que Andy Warhol (Andrew Warhola, como se llamaba en realidad) era hijo de inmigrantes checos y que además sus artistas preferidos eran europeos -el simbolista Arnold Bócklin, el metafísico Giorgio de Chirico y, por supuesto, Leonardo da Vinci y otros renacentistas-. No creo que sea mera casualidad que Warhol admirase a Bócklin, autor de la maravillosa Isla de los muertos, así como de un Autorretrato con calavera.
Es posible que los temas de consumismo tratados por Warhol, Coca-Colas y demás, no fuesen más que una manera actual de abordar la temática del género barroco de las Vanitas, en las que siempre surgían alusiones a lo efímero de la vida y constituían reflexiones acerca de la fugacidad de lo terreno y, en última instancia, hacían alusión a la propia muerte. Muy probablemente Andy Warhol elaboró a lo largo de su trayectoria artística una iconografía en la que, como se confirmaría en la serie titulada Sombras, lo oscuro no es sólo lo desconocido o lo que no debe desvelarse, sino la clara e inequívoca alusión a la Muerte.
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Lourdes Cirlot es catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona y autora de Andy Warhol (Nerea) e Historia del arte: Últimas tendencias (Planeta), entre otros libros.
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