La muerte a los 18 años de Tutankamon, el faraón niño, no tuvo nada que ver con las intrigas y conspiraciones palaciegas que durante años han alimentado la imaginación colectiva. En el último congreso de la Sociedad Americana de Radiología, el egipcio Ashraf Selim desveló el secreto de su óbito con una tomografía axial computerizada (TAC) de sus piernas. Las primeras radiografías realizadas a la momia entre 1968 y 1978 mostraron los huesos rotos de su cráneo, lo que parecía confirmar la versión de la muerte violenta. Sin embargo, una reciente tomografía demostró que los huesos rotos correspondían a la primera vértebra cervical, que se quebró probablemente, durante el traslado de la momia. Del resto del esqueleto, a Selim le llamó la atención el fémur. Este radiólogo encontró un reborde de resina líquida, la misma que se empleó en la momificación, sobre una fractura en ese hueso, lo que indica que ya estaba roto cuando se inició el procedimiento. “¿Cómo, si no, habría llegado hasta allí la resina?”, se preguntó Selim. Él cree que el faraón murió de una infección causada por esa herida o de un coágulo producido por la fractura, que luego desembocó en una embolia. En cualquiera de los casos, falleció una semana después de la fatal herida.
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