IBM encargó en 1967 a Alan Shugart un sistema para almacenar datos que debía ser simple, portátil y económico. Cuatro años después nació el disquete de 8 pulgadas, un disco plástico recubierto de óxido de hierro que transmite la información gracias a las cargas eléctricas enviadas por un cabezal desde la disquetera. El sistema era simple, el problema era el tamaño. Con el tiempo se fue reduciendo hasta llegar al disco de 3,5, al que ha acabado enterrando el CD.
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