Un paseo en dhow
Aunque es una isla, a Mombasa se llega por tierra -gracias al puente de unos tres kilómetros que la une con el continente- y el tráfico en el centro es igual o más aterrador que el de Nairobi. Para olvidarse de atascos, bocinas e improperios entre conductores, lo más recomendable es acercarse a la costa y disfrutar del placer de un paseo en dhow, unas pequeñas embarcaciones que todavía recorren el litoral africano con la fuerza del viento como único motor y que le harán retroceder en el tiempo a aquel período en el que los árabes cruzaban el Índico para vender en sus países las cotizadas especias africanas.
Conocedores del éxito que estas sufridas barcas tienen entre los turistas occidentales, los marineros autóctonos no dudarán en presentarse como «capitanes» para ofrecer un paseo en dhow por la costa keniana a cambio de unos pocos chelines. Es una opción segura, pero los menos aventureros tienen la posibilidad de contratar por algo más de dinero un crucero en un lujoso dhow para contemplar el puerto de Mombasa y el Fuerte Jesús bajo la luz de la luna, en una travesía amenizada por una suculenta cena.
Origen árabe
Fundada por comerciantes árabes a comienzos del siglo XII, Mombasa fue desde sus orígenes el puerto más importante del Este de África, un estatus que todavía conserva, ya que sus muelles no sólo abastecen a la propia Kenia, sino también a países vecinos como Uganda, Ruanda, Burundi y Congo.
A comienzos del siglo XVI, el Imperio Portugués decidió poner fin al monopolio árabe sobre el comercio marítimo del Índico, lo que dio lugar a enconadas batallas, así como al cambio de manos de la ciudad en numerosas ocasiones. Un siglo costó a los portugueses hacerse definitivamente con Mombasa, lo que lograron en 1633, justo cuando su hegemonía en tierras africanas comenzaba a declinar.
La decadencia lusa en África animó al sultanato de Omán, la nueva potencia naval de la época, a retomar el control de la ciudad, poniendo en marcha un asedio que terminó dando sus frutos en 1729, tras la invasión del puerto por parte de una flota árabe y el levantamiento general de la población africana, que no dudó en asesinar a los colonos portugueses.
De todas las batallas fue testigo privilegiado el Fuerte Jesús, una gigantesca edificación iniciada por los portugueses en 1593 y ejecutada por el italiano João Batista Cairato, un arquitecto que ya había colaborado con el Imperio luso en la construcción de múltiples edificaciones en Goa.
Puzzle imperial
Hoy convertido en museo, se puede pasear por el fuerte, admirar los cañones que durante siglos defendieron a sus moradores y contemplar el paisaje mientras se disfruta de un zumo de lima recién exprimido. Contemplando el lugar se comprende por qué el fuerte terminó convirtiéndose en una suerte de pequeña ciudad habitada únicamente por portugueses, quienes rara vez salían de sus murallas, sabedores de que no gozaban del beneplácito de la sufrida población autóctona.
Cuando finalmente los árabes hicieron suya la fortaleza, otorgaron al Fuerte Jesús igual o mayor importancia que sus predecesores y sus huellas persisten todavía en la parte oeste de la construcción, donde destacan el salón de audiencias omaní y el Pasaje de los Arcos -un pasadizo tallado a través del coral que daba acceso a la parte exterior de la fortaleza-.
A pesar de que Kenya pasó a formar parte del gigantesco puzzle imperial británico en 1895, la bandera omaní continuó ondeando en Mombasa gracias a los acuerdos establecidos entre el sultán y las autoridades británicas, que mantuvieron para la ciudad el estatus de protectorado.
Pero la llegada de los ingleses cambiaría para siempre el destino de la ciudad debido a dos hechos transcendentales: la construcción del ferrocarril, que terminó por unir Mombasa con Uganda en 1901 -y para cuya construcción se precisó de una importante cantidad de mano de obra barata procedente de India-; y la supresión de la esclavitud, que puso fin al habitual mercadeo de personas en el puerto.
Playas de los alrededores
Quienes deseen acompañar su visita a la ciudad con períodos de descanso en arenas blanquecinas bañadas por el mar tendrán la posibilidad de visitar el paradisíaco litoral que se extiende a norte y sur de Mombasa.
Para moverse por la zona, no le será difícil tomar un taxi, contratar el trayecto con alguna compañía especializada o alquilar un coche, algo que puede hacerse en las principales avenidas de Mombasa, especialmente en la céntrica Moi Avenue, fácilmente reconocible porque en ella se encuentra el Arco de los Colmillos, dos enormes colmillos de elefante construidos en metal e instalados en 1952. La otra opción es utilizar el transporte público keniano por antonomasia, los matatus, unas furgonetas en las que se puede viajar a un precio muy reducido y que son toda una experiencia en sí mismas.
Es importante señalar que las playas de los alrededores destacan por su abundancia en arrecifes de coral, lo que impide la llegada de las corrientes y hace que nadar en sus aguas -especialmente en las situadas al sur de la ciudad- puede asemejarse a bañarse en una enorme olla de caldo gallego. A cambio, uno de sus principales alicientes es la abundante fauna marina, lo que hace que muchos visitantes opten por visitar sus diferentes parques y contratar cursos de buceo, algo que puede realizarse cómodamente y a un precio muy asequible.
Asimismo, hay quienes se acercan hasta la zona para disfrutar de la pesca en alta mar, razón por la que múltiples compañías organizan excursiones que permiten al visitante obtener diferentes especies que van del pez espada al tiburón.
Las ruinas de Gedi
Si el visitante prefiere poner rumbo hacia el norte de Mombasa, las ruinas de Gedi, a unos 100 kilómetros de distancia, son una cita obligada en su itinerario.
Esta ciudad árabe-swahili se encuentra situada muy cerca de la carretera que une Mombasa con Malindi y su origen data del siglo XIII, pero fue abandonada unos 400 años después para terminar sepultada bajo la selva africana. Es por ello que el yacimiento está rodeado por una frondosa vegetación y las copas de los árboles están pobladas de monos que acompañarán al viajero durante toda su visita.
Un paseo por este lugar ayudará a comprender en profundidad la forma de vida swahili, cuya cultura es, más allá de los safaris, la principal esencia del heterogéneo pueblo keniano.
Fuente: → Ocholeguas
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