El Barça está habituado a jugar bien. Eso se nota y por eso es el rey. Con dos coronas, contando con la imperdible Liga, y la opción del laurel continental en el coliseo olímpico romano frente al Manchester United el próximo día 27, ya su única tarea pendiente.
El Athletic empezó ganando. Sus jugadores, enardecidos por una afición que se fue de copas por Valencia -y por todo Bilbao, San Mamés incluso-, aleccionados en la furia por Joaquín Caparrós y con hambruna de dos décadas y media, cayeron sobre los azulgrana. Mordiendo, adelantándose, inoculando dudas en la defensa de autor de Guardiola.
El entrenador del Barcelona prefiere ver a un lateral puro como Sylvinho sentado a su vera que en su demarcación natural, a la que volvió a desplazar a Puyol. Si para ello tenía que mover al centrocampista Touré al centro de la defensa y continuar recetándole banquillo al joven Cáceres, no hay problema: se hace.
Otra cosa es que la desubicación de los peones funcione. Que no lo hizo en ese cuarto de hora de empuje abrumador de los rojiblancos, atizados por la espuela de una afición ejemplar en su apoyo y, a los ocho minutos, por el cabezazo limpio de Toquero. Yeste había obligado a Pinto a ceder un córner, él mismo golpeó desde la esquina y en el paló del más allá, uno de los 'inventos' de Caparrós alborotaba el mundo rojiblanco con el gran mazazo. Un golpe que, se suponía, debía desestabilizar la confianza del Barcelona.
Al contrario de lo imaginable, la ventaja rojiblanca acogotó a la empresa de Caparrós, que se fue arrinconando sola para ver desde las estribaciones de su área cómo movían la pelota Xavi, Busquets, Messi... Bueno, Messi, poco a poco. Su inicio fue como en esas noches negras contra el Valencia o contra el Chelsea: opaco. Cada intento suyo de controlar la pelota terminaba con el argentino en el tapiz, hasta que su pesadilla, Koikili, cargó con la tarjeta amarilla a la enésima falta.
Touré devolvió el jarrazo desde su posición más conocida. Ya se le había visto arrancar desde atrás y colocarse en las inmediaciones del área rival, como rebelándose por la demarcación que le ofrecía Guardiola. Y a la media hora, poderosa incursión, doble regate y un tiro que esquiva al portero Iriazoz. Se acabó el Athletic.
El festival del despeje y el achique histérico pasaron a ser las únicas pertenencias del Athletic, cada vez menos convencido de "poder ganar al mejor equipo del mundo", como les había insistido su entrenador en las últimas semanas, mañana, tarde y noche.
De poco sirve alinear a un jugadorazo como Llorente si engancha su primer remate a los 68 minutos con el marcador en 1-4. Si su posición más adelantada está en el hemisferio inferior del círculo central.
Fuente: → El Mundo
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