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Nueva York, una ciudad donde comer las 24 horas

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Typical american.

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N

ueva York huele a comida. He oído a extranjeros decir que la calle española huele a ajo, pues la neoyorquina huele a gofre, a perrito caliente, a falafel, a almendras garrapiñadas… a muchas cosas. Los olores dulces se entremezclan con los saldos y los picantes en los puestos ambulantes de comida. Éstos no sólo son parte esencial del mobiliario urbano de esta ciudad junto con sus taxis amarillos, sino que forman parte de la cultura gastronómica de Nueva York. Por supuesto, abstenerse aprensivos. Sin embargo, tranquilidad, todos ellos tienen una licencia a la vista.

Esto tiene una explicación. Los americanos comen a todas horas. No tienen un horario de comidas establecido. En España podríamos decir que se come de 2 a 4 y se cena de 9 a 11, aunque haya ligeras variaciones. Aquí, no. Comen alrededor de la una y cenan sobre las 7. Pero sería arriesgado puntualizar tanto. En Nueva York, siempre es un buen momento para comer. Por eso, no es extraño encontrarse restaurantes que abren las 24 horas. Y qué gozada, porque a las cuatro de la mañana se tiene mucha hambre.

Pero, ¿es posible comer bien en Nueva York? Sí. Hay tantos restaurantes como tipos de clientes. La variedad es abrumadora. Sin embargo, la comida americana es la más popular. Sus hamburguesas por ejemplo, nada tienen que ver con las que podamos comer en España. Aquí hasta en el sitio más cutre, la hamburguesa está de vicio. Churretea aceite, pero ese es parte del encanto.

Un sitio especialmente emblemático y conocido por su famoso concurso anual de comedores de perritos y hamburguesas es Nathan’s. Cualquier turista que se precie habrá acudido al legendario establecimiento original situado en Coney Island especializado en estos manjares grasientos. De todas formas hay varios repartidos por la ciudad, en la calle 34 con la Sexta Avenida, sin ir mucho más lejos.

Clio Beruete

Otro también muy curioso es Carnegie Deli, enfrente del conocido Carnegie Hall. Sirven comida 'kosher', es decir, judía. Su especialidad son los sándwiches. Pero cuidado, son los más inmensos que he visto jamás. Calculando a ojo y probablemente sin equivocarme, ponen entre dos finísimas rebanadas de pan medio kilo de carne. In-terminable.

Una figura interesante de los restaurantes norteamericanos es 'el aguador'. Lo llamo así porque siempre hay un camarero o varios que se encargan de rellenarte el vaso de agua, muchas veces antes incluso de que te lo hayas acabado. Es agua del grifo, es gratis y puedes tomarla al margen de la bebida que hayas pedido.

En Estados Unidos, ser camarero es cuanto menos rentable. La razón se llama 'gratuity'. Ese porcentaje camuflado de propina que te hacen pagar al margen del IVA y de la factura. Oscila entre el 15 y el 18% y lo calculas tú, así que si uno no es un avezado matemático es mejor no olvidarse la calculadora.

Nunca se ha venido a Estados Unidos a hacer dieta. Así que a comer, que son dos días y a disfrutar de la perversión que supone abandonar la tan premiada dieta mediterránea por unos días a favor del colesterol y los kilos. Quien tenga posibles, que los gaste en los mejores restaurantes de Nueva York, aunque cuidado con el vino, que aquí los precios son prohibitivos.

 Fuente: Por CLIO BERUETE (SOITU.ES)

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