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George Clooney

   ♦       Sección:   BIOGRAFÍAS NO AUTORIZADAS       ♦  


Como el buen vino. El físico y el caché de Clooney han ido mejorando con los años. Atrás quedan sus duros inicios en los 80.

Como el buen vino. El físico y el caché de Clooney han ido mejorando con los años. Atrás quedan sus duros inicios en los 80.

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G

eorge Clooney, un santo en Beverly Hills.

 

La actitud irreprochable de Clooney fuera de las cámaras casi ha conseguido eclipsar su talento en un momento en el que el equilibrio es un lujo. Hijo de un periodista comprometido y sobrino de una célebre cantante de jazz, por sus venas corre la mezcla justa de responsabilidad y hedonismo. En el libro 'George clooney, gentleman-acteur', Karine Cohen-Dicker repasa la vida del nuevo santo de los altares de Hollywood, a quien su 'look' a lo Cary Grant le impidió subir al tren de la fama de Brad Pitt o Tom Cruise, obligándole a colarse por la puerta de 'Urgencias'. Ahora utiliza éxito y dinero para luchar por un mundo mejor.comprometido.

Ni bullas en los hoteles ni arrestos por conducir cargado; paga sus impuestos, no frecuenta las clínicas de desintoxicación ni existen vídeos pornográficos que le conciernan difundidos por Internet. Sin pretenderlo, George Clooney es el forjador de una nueva especie: la estrella irreprochable y extrañamente equilibrada. Con un chocante parecido con Cary Grant, papeles de sinvergüenza de gran corazón, políticamente insumiso y una sensatez inoxidable, se ha convertido en un icono sin recurrir al escándalo. Tras su imagen hedonista hay un idealista cuya mayor excentricidad es haber compartido cama durante 18 años con un cerdito vietnamita llamado Max, la mascota con la que, más por cariño que por capricho, se presentó en algunos rodajes y ruedas de prensa. Con 48 años y 31 películas, este soltero recalcitrante es un involuntario rompedor de corazones que no descree del amor, pero abomina del matrimonio y los hijos; prefiere ocupar su tiempo libre con su pandilla de amigos o entrevistándose con jefes de Estado para acabar con el genocidio de la región sudanesa de Darfur. Votado dos veces por la revista People como el hombre más sexy del mundo, el humor vitriólico, la clase, la integridad, la lealtad y el altruismo son los atributos que singularizan a este actor, director y productor impecable. Su biógrafa Karine Cohen-Dicker conjetura que se curó de su antigua afición al alcohol cuando vio cómo destruía a su tía, la célebre cantante de jazz Rosemary Clooney.

Único matrimonio. Talia Balsam fue su mujer entre 1989 y 1992.

Único matrimonio. Talia Balsam fue su mujer entre 1989 y 1992.

Su padre, el periodista Nick Clooney, era una vedette de la televisión de Kentucky y un devoto de las causas progresistas. Su madre, Nina, es descendiente de Abraham Lincoln y ganó el concurso de belleza cuyo jurado presidía su futuro marido. En una de las cenas del certamen, Nick le dijo: «Por favor, pásame la mantequilla, ¿quieres casarte conmigo?». «Aquí la tienes, de acuerdo». El niño George y su hermana Ada crecieron en una atmósfera donde los derechos civiles y la emancipación de los afroamericanos eran las principales conversaciones en la mesa. Antes de convertirse en la serie Urgencias en el pediatra seductor de la pequeña pantalla, George debutó en televisión con 5 años, cuando su padre lo sacó en su programa caracterizado de duendecillo irlandés. A los 8 años era disléxico y padeció la parálisis facial periférica de Bell: su rostro quedó deformado y era motivo de mofa en el colegio, donde sus compañeros lo llamaban Frankenstein. Largos fueron los meses en los que ni podía abrir el ojo izquierdo ni era capaz de beber y comer correctamente. Esa experiencia le hizo fuerte y despertó su querencia por el cine de horror.

Su famosa tía Rosemary se casó con el actor y director José Ferrer, ganador de un Oscar en 1951 por su papel de Cyrano de Bergerac. Tuvieron cinco hijos, pero Rosemary nunca fue feliz por sus problemas con el alcohol y en 1968 sufrió una depresión tras el asesinato de su amigo Bob Kennedy; de hecho, ella se encontraba en el hotel Ambassador de Los Ángeles en el momento en que el candidato demócrata cayó abatido por la pistola de Sirham Sirham. Rosemary recorrió un vía crucis de centros de salud mental y, vencida por el cáncer, murió en Beverly Hills. De ella quedan las canciones que le dieron el éxito en los 50 y citas nihilistas como ésta: «La fama no tiene importancia, la grandeza de los funerales depende sólo del tiempo que haga ese día». En la triste peripecia de su famosa tía escarmentó su sobrino George, que heredó además su gusto por el humor negro.

Reconocido. Con el Oscar por su papel secundario en «Syriana», en 2006.

Reconocido. Con el Oscar por su papel secundario en «Syriana», en 2006.

Debut ante las cámaras

Uno de los hijos de la cantante, Miguel Ferrer, está en los orígenes de la carrera de Clooney, porque fue quien le ofreció su primer papel, en una película titulada And They’re Off que nunca llegó a estrenarse. A pesar de su fallido debut, la experiencia encandiló a George, que dejó sus estudios de Periodismo y se instaló en California para ser actor. Pero el destino tiene sus trámites y mientras esperaba su momento, tuvo que sobrevivir como chófer de su tía Rosemary, dj en un bar de Cincinnati, recolector de tabaco y vendedor de zapatos. Como invariablemente lo rechazaban en los casting, se desquitaba de su suerte con farras de estrépito y dipsomanía que duraban hasta el amanecer. En ?983 obtuvo un papel en la película Grizzly II, de David Sheldon que, a pesar de contar en el reparto con Charlie Sheen y Laura Dern, resultó un bodrio que no se estrenó. Con una cuenta de resultados que acumulaba dos fiascos en dos papeles, George tuvo que continuar sus pasos balbucientes hacia la fama en mediocres series de TV. La primera vez que se le vio en la oscuridad de la pantalla grande fue en ?987, en Return to Horror High de Bill Froehlich, y un año después era protagonista en la película de John De Bello El regreso de los tomates asesinos.

Tenía 27 años, una sólida cuenta bancaria y un agente que se ocupaba tanto de su carrera como de sus encuentros amorosos y, en una fiesta organizada por su agencia común, George sucumbió al flechazo letal de la mirada de Kelly Preston. La bella y joven actriz, que ahora está casada con John Travolta, era lo bastante rica como para ronear en un Jaguar. Tres semanas después, compartían casa. Por entonces Clooney ya era el desconocido mejor pagado de Hollywood y la camada de mocosos del Brat Pack arrasaba en las taquillas con los nombres en luces de neón de Demi Moore, Charlie Sheen, Sean Penn, Tom Cruise o Robert Downey Jr. Clooney no pudo ingresar en ese club promisorio porque, aunque sólo era un par de años mayor que Brad Pitt, su físico resultaba levemente old fashion. Tampoco le fueron bien las cosas del querer.

Hasta que la muerte les separó

De su relación con Kelly Preston le quedó Max, el cerdito que regaló a su novia en 1988 y que compartiría, hasta su muerte en 2006, la vida del actor. A Max lo conoció en Roseanne, la teleserie protagonizada por Roseanne Barr y John Goodman. Cuando el amor es más, todo lo demás es menos; por eso, aunque separados por la pertenencia a especies distintas, entre ambos brotó una complicidad que duraría 18 años. Fue su relación más larga, «aunque en los últimos años ya no dormíamos juntos», bromeó el actor. Su sitio en la cama lo ocuparon otros cuerpos no menos comestibles. Cuando tarifó con Kelly, George tuvo una corta relación con Dedee Pfeiffer, la hermana pequeña de Michelle. De los descalabros de su corazón se consoló con Talia Balsam, que se convertiría en su mujer pocos meses después. Se casaron ante cuatro gatos, en una iglesia de Las Vegas kitsch y sin alma. El matrimonio duró lo que dura el impulso de regalar flores y su carrera siguió discurriendo por las anodinas series de televisión o por melancólicos intentos de triunfar en el cine con películas tan malas como La cosecha, en donde interpretaba a un travesti que cantaba en un bar gay. Para la historia queda esa curiosidad paradójica en la que el arquetipo de la virilidad se presentaba en minifalda, con una peluca rubia y un par de tetas falsas. Pero cuando menos se espera salta la liebre y un venturoso azar irrumpió en su vida para convertir en estrella fulgurante a un perdedor resignado. Nacida en 1994 en la cadena NBC, la serie Urgencias, urdida por el escritor Michael Crichton y producida por Spielberg, llegó a tener 45 millones de espectadores en Estados Unidos. De una parte de ese éxito colosal fue culpable Clooney que, durante cinco años y por 42.000 dólares a la semana, dio vida al pediatra Dough Ross. El filósofo que había en él dijo: «Sólo una vez en la vida se está en el lugar preciso en el momento justo». Pudo ahorrar lo bastante para comprar en 1995 la que todavía es su residencia principal en una colina de Hollywood, la Casa de Clooney. Convertida en el epicentro de su jubilosa soltería, en esta mansión de estilo neo Tudor acoge desde hace ?3 años a los Boys, su inseparable panda de amigos. Como no hay nada tan exitoso como el éxito, cuando Quentin Tarantino dirigió un capítulo de Urgencias, estaba cantado que ese par de gamberros unidos por la misma afición al alcohol y a las gansadas perpetraran al alimón alguna de las suyas. No mucho tiempo antes, Tarantino lo había rechazado en el casting de Reservoir Dogs, pero ahora Clooney estaba aureolado por la gracia y él y Tarantino serían los dos psicópatas delirantes de Abierto hasta el amanecer, la película de Robert Rodríguez en la que Clooney decía una frase que resume su contrato con la vida: «Tengamos buen rollo: tú no me jodes a mí y yo no te jodo a ti». Fue comparado con un nuevo Clark Gable o con el Mel Gibson de Mad Max. También le sonreían los dioses volubles del amor desde que en el verano de 1996, en el Barfly, un local de moda de los Campos Elíseos de París, conoció a una camarera llamada Céline Balitran, una belleza rubia de 22 años. Pocos días después, la francesita estaba instalada en la Casa de Clooney en Hollywood con el doble estatuto de novia del actor y nueva mamá del cerdito Max. Entendió que ambas funciones eran provisionales, porque ella quería casarse y tener hijos; él, para nada. Pasaron tres años de amor discreto y desencuentros existenciales y Céline salió sin rencor de aquella casa en la que ninguna inquilina ha durado tanto.

Comprometido. En un acto solidario junto al gobernador de California, en 2006.

Comprometido. En un acto solidario junto al gobernador de California, en 2006.

Madres para Max

Muchas mujeres han compartido su lecho; pocas, su vida: vivió con Kelly Preston, Talia Balsam y Kimberly Russell, y entre las compañías que fueron algo más que barcos que se cruzan en la noche estuvieron también Dedee Pfeiffer y la británica Lisa Snowdon, a quien conoció en el rodaje del anuncio de Martini. Las liaisons que le han atribuido con Julia Roberts y Renée Zellweger serían, de creer a los aludidos, charlatanería. Actualmente, hace apenas unos meses que Clooney ha recuperado su estatus de soltero de oro tras su ruptura con la camarera de Las Vegas Sarah Larsson, con quien compartió casi un año. Como fue siempre generoso con sus ex, ellas le han correspondido con una elegante discreción; si bien Céline Balitran no pudo evitar la perdonable debilidad de confesar a un amigo que «cuando hacía el amor con George tenía la impresión de que la Tierra temblaba. Nunca nadie me dio tanto placer. Era adorablemente tierno». Cuando le acusaron de ser el responsable de la ruptura de Julia Roberts con Benjamin Bratt por haberla seducido en el rodaje de Ocean’s Eleven, alegó en su defensa que él no había tenido nada que ver porque «estaba demasiado ocupado rompiendo el matrimonio de Tom Cruise y Nicole Kidman».

Clooney sólo tuvo la certeza de su éxito definitivo cuando el productor Spielberg le ofreció el papel protagonista de El pacificador. Nicole Kidman le dio la réplica y como su marido, Tom Cruise, estaba de vacaciones, asistía a las sesiones del rodaje y así fue como George se hizo amigo de la pareja más mediática de la época y cómo hizo recelar a algunos que era él quien estaba detrás de su separación. Pero este santo gozador ni pisa las líneas rojas, ni es un depredador sin escrúpulos. Es libre y frecuenta a mujeres libres en el bien entendido de que ni se casa con nadie, ni está dispuesto a prometer lo que no tiene intención de dar. Es un contrato de adhesión que a pesar de sus cláusulas innegociables han suscrito un largo número de mujeres. Sus compromisos vitalicios los reserva para su inseparable banda de amigos con los que forma una piña regida por la ley de los mosqueteros: todos para George y Clooney para todos. Les paga las vacaciones en algún destino exótico, les aloja en su casa cuando tienen algún problema y cuando el padre de uno de ellos, Richard Kind, murió en julio de 1997, fletó un avión para que todos estuvieran con él en los funerales. Desde 2002 se encuentran todos los veranos en la Villa Oleandra, la casa del lago Como que compró por 10 millones de dólares al que fuera candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, John Kerry.

En esa banda encontró consuelo cuando su carrera era todavía como una montaña rusa, una implacable alternancia de fracasos cantados y proyectos prometedores. Hasta que se cruzó con Steven Soderbergh, quien después de haber conquistado el mundo con Sexo, mentiras y cintas de vídeo, rodó con Clooney y Jennifer López Un romance muy peligroso. El New York Daily News habló de «uno de los encuentros más eléctricos y eróticos desde Bogart y Bacall». El triunfo le permitió programar sus propios pasos en la fábrica de sueños y el bello durmiente de las causas políticas despertó ante el beso del éxito. Para la que sería su primera película política, Tres Reyes, los estudios pensaron en Clint Eastwood, Nicolas Cage o Mel Gibson, pero Clooney se hizo con el papel y desde entonces daría una de cal política y otra de arena financiera, en un sincretismo que conciliaba sabiamente los dioses de la conciencia y del dinero. Por su trabajo en La tormenta perfecta cobró 12 millones de dólares; un buen caché, aunque lejos de los 20 millones que ganó con Ocean’s Eleven. A Clooney le pasaba como a los airados jóvenes del mayo francés, cuanto más disfrutaba de la dulzura de vivir más ganas le entraban de hacer la revolución. Su compro- miso político quedó patente con Syriana, de la que la derecha americana dijo que parecía dirigida por Bin Laden. Pero su papel en la película le valió un Oscar. Aquella noche del 5 de marzo de 2006 estaba también nominado a la mejor dirección y mejor guión por Buenas noches, y buena suerte. Tras su noche de gloria, su inquieta conciencia le pidió ir a Darfur, en su empeño quijotesco por abolir la barbarie.

Clooney fue el pediatra de 'Urgen-cias' durante cinco años, por 42.000 dólares a la semana.

Clooney fue el pediatra de 'Urgen-cias' durante cinco años, por 42.000 dólares a la semana.

Comprometido

La tragedia en esa región del noroeste del Sudán se había desencadenado en 2003 dejando centenares de miles de muertos y más de dos millones de refugiados. Atacado por la fiebre y los dolores estomacales, Clooney no sólo rodó su documento de denuncia en Darfur, sino que, como «mensajero de la paz» de las Naciones Unidas, viajó a los campos de refugiados del Chad, visitó el Congo y la India y acreditó que cuando se trata de asuntos serios, el payaso se metamorfosea en diplomático. Fundó una ONG para ayudar a las víctimas e instigó a la injerencia a los poderosos del mundo: «Estamos ante el primer genocidio del siglo XXI y si lo toleramos no será el último», declaró. La actividad diplomática que desplegó competía con la agenda del secretario general de la ONU; en unas semanas se entrevistó con Barack Obama y los máximos mandatarios de Sudán, China, Francia, Inglaterra y los Emiratos Árabes. Cuando algunos recelaron que lo que pretendía era postularse como futuro presidente de EEUU, lo desmintió de manera inapelable: «Me he acostado con demasiadas mujeres, he tomados demasiadas drogas y he estado en demasiadas jaranas».

Convencido de que el glamour puede ser una buena estrategia para el humanitarismo, el 22 de mayo de 2007 en Cannes organizó la fiesta más cara que se recuerda en la Costa Azul. Doscientas personas pagaron 200.000 dólares por una cena en un yate de ?50 millones. Entre los invitados se pudo ver a Brad Pitt, Angelina Jolie, Matt Damon, Andy García, Leonardo DiCaprio o Boy George. Como dijo la ministra francesa de Cultura, Christine Albanel, «detrás de su máscara de seductor se esconde un compromiso total con los que sufren y una sincera indignación ante las mentiras de la Historia». También es cierto lo que decía Sarah Jessica Parker en uno de los episodios de Sexo en Nueva York: «George Clooney es como un traje Chanel. Nunca pasa de moda».

+ 'George Clooney, gentleman-acteur'(Nouveau Monde, editions) de Karine Cohen-Dicker , no está publicado en español.

 Fuente: Magazine El Mundo.

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