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La mafia de los mil tentáculos

   ♦       Sección:   SOCIEDAD       ♦  


Detalle del cartel de Promesas del Este, una película sobre la mafia rusa dirigida por David Cronenberg.

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levan su biografía criminal tatuada en el cuerpo. No se casan y no trabajarán nunca, porque ejercer un oficio honrado es una degradación que se paga con la pérdida del respeto. XLSemanal desvela los códigos de honor de vorvzakonye, los ‘ladrones de ley’ que dirigen desde España los tentáculos de la mafia rusa en el mundo.

LOS CAPOS RUSOS EN ESPAÑA

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Un juez hiperactivo, tres fiscales Anticorrupción y cuatrocientos policías y guardias civiles han guillotinado la Tambovskaya, una de las mafias rusas más poderosas. Asaltan sus mansiones en Palma de Mallorca, Alicante y Marbella y congelan doce millones de euros en paraísos fiscales. Es la operación Troika. Dos años de investigaciones. Colaboración del espionaje alemán, suizo y estadounidense (significativamente, no del Servicio Federal de Seguridad, el remodelado KGB de Vladimir Putin). Geos armados con metralletas y ni un solo disparo. A los veinte detenidos, sorprendidos al amanecer en sus dormitorios, no les dio tiempo ni a quitarse las legañas. «Pero con las mafias rusas no valen los esquemas que funcionan en el cine para las mafias italianas y norteamericanas. No hay lealtades familiares ni una jerarquía clara y piramidal, como en Sicilia. Su estructura es como un árbol con muchas ramas tupidas y entrecruzadas, donde no se ve el tronco por ninguna parte.

Por eso son tan peligrosas y tan difíciles de combatir», advierte Alejandro Riera, autor de La Organizatsja. Mafia rusa, mafia roja.

La exposición judicial de las intimidades de una multinacional del crimen como la Tambovskaya es una excelente oportunidad para aproximarse a este violentísimo submundo, donde imperan códigos de honor, símbolos secretos y leyes paralelas. Las que imponen los vory o ladrones coronados.

Lo que llamamos `mafia rusa´ es en realidad un revoltijo de redes criminales con distinta denominación de origen; no todas son rusas, aunque todas procedan de la antigua Unión Soviética. Por eso, los expertos prefieren denominarlas `mafias rojas´. A diferencia de las cinco familias de la Cosa Nostra estadounidense, en Rusia estas organizaciones se cuentan por millares. En los estertores del comunismo operaban unos cincuenta grupos de pistoleros. Un hampa más bien raquítico. La desintegración de la URSS a principios de los 90 sumió al país en la anarquía y el caos. A río revuelto, ganancia de delincuentes. Interpol calcula que en territorio ruso hay en la actualidad unas 8.000 bandas que reúnen a cien mil criminales y controlan 40.000 empresas, además de medio millar de bancos. Una mafia como la Tambovskaya tiene alrededor de 4.000 delincuentes a sueldo, desde matones hasta abogados, pasando por informáticos para los delitos por Internet, en especial apuestas deportivas amañadas, como las que se están investigando en el torneo de tenis de Wimbledon; e incluso científicos capaces de manipular el cobalto, uno de los ingredientes de las bombas sucias radiactivas.

Sólo en Moscú y San Petersburgo existen unas 700 bandas con ramificaciones internacionales. Pero también hay mafias armenias (especializadas en la venta de armas), ucranianas (trata de blancas), daguestaníes (asesinatos a sueldo), azeríes (narcotráfico) o lituanas (tocan todos los palos). La que tiene fama de más violenta y una de las más asentadas en España es la mafia georgiana. Se hizo fuerte gracias al tráfico de armas en las rutas montañosas del Cáucaso y a los secuestros de mujeres y niñas para su venta en burdeles como esclavas sexuales. En ocasiones, el gentilicio funciona como un sello comercial. Sucede con la mafia chechena. Su reputación de sadismo basta para acobardar a cualquier empresario o competidor. Sin embargo, sus miembros no proceden sólo de Chechenia. «La mafia chechena (no confundir con la guerrilla independentista) es una franquicia. Venden el título de checheno a otras bandas. Y si un grupo dice estar relacionado con los chechenos pero no cumple sus amenazas, los chechenos van a por ellos para que no devalúen su imagen de marca», explica el historiador Mark Galeotti.

Oblast de Tambov, Tambovskaya en ruso, es una pequeña localidad a unos 300 kilómetros de Moscú. De allí proceden algunos de los capos de esta mafia. Se conocen desde que eran raterillos que amedrentaban a los comerciantes y campesinos de la zona para que les pagasen la grissa, un impuesto revolucionario a cambio de la protección. Allí crecieron los chavales que hoy forman el núcleo duro de esta mafia, muy temida porque se la relaciona con el tráfico de órganos, aunque sus fuentes de ingresos principales son el narcotráfico y el robo de coches de gama alta. Para entender cómo han prosperado tan espectacularmente es preciso comprender primero cómo se cometió el mayor robo de todos los tiempos.

La mafia rusa dejó atrás los delitos menores de sus inicios y se ha convertido en una poderosa fuerza internacional en varias fases. Primero, gracias al negocio de la protección en los años 90. Con el Estado soviético desmoronándose, los nuevos empresarios en aquella fase de capitalismo salvaje tuvieron que cooperar con la cultura criminal. Había que buscar una krysha de confianza con un buen vor a la cabeza. Krysha es una organización que ofrece protección y vorvzakonye es un término originado en las prisiones del periodo soviético que significa `ladrón de ley´, un delincuente que se ha ganado el respeto de sus iguales. Misha Glenny, corresponsal de la BBC en Europa del Este, asegura que las palabras krysha y vor son tan importantes como glasnost (`transparencia´) y perestroika (`apertura´) para definir la historia contemporánea rusa. Los nuevos ricos no podían ganar dinero y retenerlo sin la protección de las bandas, y los gánsteres prosperaban gracias a la demanda de seguridad de la oligarquía. Veteranos de la guerra de Afganistán licenciados del maltrecho Ejército Rojo, ex espías del KGB y deportistas en paro se unieron a las filas de las kryshas. En 1999 existían 11.500 firmas privadas de seguridad, en las que trabajaban más de 800.000 personas. Se perpetraban miles de homicidios.

Irónicamente, la mafia rusa garantizó cierta estabilidad durante la transición económica. ¡Pero a qué precio! Y no sólo en vidas humanas... Según el FMI, la economía sumergida puede llegar hasta el 25 por ciento del PIB mundial. De cada cuatro euros facturados en el planeta, uno es ilícito y hay que lavarlo. La mafia amasó tal fortuna que tuvo la necesidad de blanquear toneladas de rublos. Primero se hizo con el control y la propiedad de bancos rusos. Luego se volvió internacional. Y habitó entre nosotros... Uno de los destinos preferidos fue España. Toda la cuenca mediterránea, desde Cataluña hasta la Costa del Sol. ¿Por qué? Buen clima, urbanizaciones de lujo donde nadie hace preguntas y se puede dirigir un imperio a golpe de teléfono móvil y la posibilidad de comprar en negro propiedades inmobiliarias. Uno de los factores de la subida de los precios de la vivienda fue la enorme inyección de dinero de la mafia roja.

Torrevieja se convirtió en la ciudad más violenta de España. La probabilidad de ser asesinado en la localidad alicantina llegó a multiplicar por veinte la de Madrid. La mayoría de los homicidios eran ajustes de cuentas. Y la mafia georgiana estaba detrás. «Ahora se están quedando sin trabajo porque ni siquiera otros delincuentes quieren trabajar con ellos. Les tienen pavor. Por eso su hueco está siendo ocupado por armenios, más discretos y razonables», dice un guardia civil que estuvo destinado en Orihuela. La fama despiadada de los georgianos tiene un nombre propio, Vitaly Izguilov, apodado La Fiera. Fue detenido en 2005 durante la operación Avispa, el mayor golpe infligido a las mafias en España hasta entonces. Tres capos y treinta lugartenientes arrestados. Todos pagaron sus fianzas y quedaron en libertad. Y además con el prestigio de haber pasado por la cárcel, lo que en el caso de Izguilov le supuso su ansiado ascenso a vor o ladrón de ley. El juez Garzón lo ha vuelto a detener en el curso de la operación Troika. Si nadie lo remedia, un nuevo y prestigioso mérito en su currículum delictivo.

Y es que el mayor vivero de las mafias son las cárceles. Y el código de honor de los mafiosos surgió en las prisiones estalinistas. Se articula en torno a 18 mandamientos, una especie de perversas tablas de la ley, aunque hoy en día sólo son de obligado cumplimiento cinco. Algunas de estas normas son muy llamativas. Por ejemplo, el mafioso no debe casarse, aunque sí puede disponer de todas las amantes que quiera, con tal de que no le importe deshacerse de ellas. Tener esposa o hijos es una debilidad que puede ser aprovechada por los competidores. Las mafias italianas basan su cohesión en la familia. Las rusas rehúyen los lazos de sangre.

Está prohibido trabajar. Sólo se debe vivir de actividades delictivas. Es obligatorio ayudar a otros mafiosos que pertenezcan a la misma banda. Si no hay más remedio, el mafioso deberá echarse la culpa de un crimen, aunque no lo haya cometido, para salvar a un colega. Comerse el marrón de otro le hará ganarse su respeto. Existen tribunales mafiosos que resuelven los conflictos entre ladrones. Sus sentencias son sumarísimas. Hay que saber beber grandes cantidades de alcohol sin perder el control. El incumplimiento de estas leyes puede pagarse con la muerte. Pero todo es relativo. El código de honor de los vor se ha transformado. Como algunos títulos de nobleza, también el de vor está en venta. Uno puede limitarse a comprarlo en lugar de ganarlo en prisión. Los principales beneficiarios han sido los funcionarios corruptos, reconvertidos en ladrones coronados y, por tanto, con autoridad moral sobre otros ladrones.

El código ayuda a entender la organización de estas bandas, intrincadísima y con unas jerarquías muy difuminadas. Un vor nunca reconocerá a otro como un superior suyo. Es una tradición que se remonta a los tiempos de los gulags de Stalin. Había numerosos campos de prisioneros y, por tanto, se organizaron muchas bandas que se enfrentaban o colaboraban, pero que en esencia iban por libre. Los zares o pakhan ostentan el máximo rango entre los vor, pero no hay un Padrino que mueva los hilos de todos. Cada zar tiene ayudantes, organizados en células o grupos que no se conocen unos a otros. Cada cuatro células, que se dedican a actividades delictivas diferentes para no solaparse, existe un brigadir o lugarteniente, encargado de transmitirles las órdenes del vor y actuar de intermediario.

Además de las células estables que controlan el negocio, están los asociados, que ocupan el último escalón: prostitutas, ladrones, capataces o matones. No conocen la identidad del vor para el que trabajan. Otro grupo heterogéneo, conocido como zashchita (`defensa´), formado por abogados y periodistas, defiende los intereses de los capos más poderosos. También hay mercenarios contratados para crímenes puntuales. Todo vor debe donar parte de sus ganancias a un fondo para sobornos, gastos médicos y la manutención de los encarcelados.

La mafia roja se ha dado cuenta de que gana más dinero asociándose a los empresarios que extorsionándolos. Gennadios Petrov, el zar de la Tambovskaya encarcelado por el juez Garzón, intentaba borrar su pasado criminal y vivir a medio plazo de negocios respetables. Y es que ser mafioso resulta estresante, incluso en una mansión mallorquina de siete millones de euros con vistas a los acantilados de Calviá.

 Fuente: Carlos Manuel Sánchez.

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