Doris Day
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D oris Day, cuatro bodas y un destino fatal
La vida de la eterna novia de América y virgen perpetua de los altares de Hollywood tuvo poco que ver con las luces de sus primeros años de carrera. Una infancia marcada por un padre infiel y una juventud jalonada de matrimonios violentos, convirtieron a Doris Day en una jubilada de 44 años. David Kaufman ha entrevistado a más de 150 conocidos de la intérprete de «Qué será, será» en «doris day: the untold story of the girl next door» (Doris Day: la historia jamás contada de la chica de al lado). Arruinada por su tercer marido, una de las estrellas más centelleantes del siglo XX se apaga ahora recluida en su casa de California.
La esencia y la apariencia son a veces conceptos antónimos. Doris Day, aquella rubia virginal que parecía entrañable como un árbol de Navidad y saludable como un cuenco de copos de avena, tuvo una vida devastada por el infortunio de las pasiones tóxicas. Conoció el vértigo de los amantes simultáneos y la desolación de dormir con el enemigo. El amor fue para ella un castigo por no saber quedarse sola. En las tres comedias románticas que rodó con Rock Hudson (Confidencias a medianoche, Pijama para dos y No me mandes flores), era la encarnación de una vida entre nubes de algodón y copas de chantilly, como si fuera un ser vacunado contra las pasiones humanas y los tropiezos inevitables del oficio de vivir. Exudaba simultáneamente sexualidad y mojigatería y esa naturaleza paradójica hizo de ella el paradigma de la virgen perpetua, al tiempo voluptuosa e inocente. Aparentaba la candidez de un peluche y el glamour de los arcángeles; pero la verdadera Doris Day no era la chica sonriente y optimista que encarnaba en sus películas. Ni tuvo una familia feliz, ni recaló jamás en los blandos remansos del sosiego. A pesar de su colosal popularidad, su biografía es un retablo de horrores. Ninguno de sus cuatro matrimonios, tres de ellos antes de los 30, le dio ni la calderilla de la felicidad; su único hijo se convirtió en alcohólico; su primer marido se suicidó y el tercero le estafó toda la fortuna acumulada en 15 años de trabajo frenético. La eterna novia de la América puritana llegó a compartir el lecho de media docena de hombres al mismo tiempo. Ahora vive como una reclusa misántropa, rehuye el trato con los seres humanos y rescata en la noche perros abandonados. Su biógrafo David Kaufman ha invertido ocho años en entrevistar a más de ?50 testigos de su vida. La conocieron «antes de que se convirtiera en virgen».
Premiada. Entre Tony Curtis (dcha.) y Buddy Adler (izda.), durante una entrega de premios en 1958.
Doris Mary Anne Kappelhoff nació en Cincinnatti (Ohio) de una madre ambiciosa y de un padre infiel. Aunque eran católicos a machamartillo, se divorciaron cuando el padre sedujo en el lecho conyugal a la mejor amiga de su mujer mientras la niña Doris despertaba a la áspera realidad de los adultos oyendo los gritos y susurros de la pareja al otro lado de la pared. El acontecimiento la expulsó de su cándido mundo de cuentos y muñecas y la abocaría a pasar el resto de su vida buscando desesperadamente el desagravio de una familia idílica. Iba para bailarina, pero un accidente de coche a los ?5 años truncó su carrera y tuvo que cambiar los arabescos por las canciones en la radio. Trabajando en la banda de Barney Rapp, su jefe vio en ella algo frutal y se la llevó a la cama a pesar de tener embarazada a su mujer. Doris tenía ?6 años y su ambición era ser un ama de casa con muchos niños rubios y orondos. Tristemente, aunque fue esposa cuatro veces, nunca hizo una buena boda por culpa de la desastrosa elección de sus parejas. Se enamoraba siempre de la persona inadecuada porque padecía una incurable debilidad por los hombres toscos, machos impetuosos y violentos.
Nace Doris Day
La primera canción que interpretó para la banda de Barney Rapp fue Day After Day. Fue un éxito y Rapp la rebautizó Doris Day como alternativa a Kappelhoff, que sonaba demasiado alemán cuando Hitler acababa de desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Era el comienzo de una carrera que durante 30 años la convertiría en la estrella más centelleante del siglo XX. Despreciando los oficios celestinescos de su madre, que pretendía casarla con el famoso locutor de la radio local Fred Foster, quedó prendada del trombonista Al Jorden. Años después lo describiría como uno de los hombres más tristes que se habían cruzado en su camino. Como Judy Garland, Edith Piaf, Joan Crawford y otras estrellas colapsadas por el peso del mal amor, se sintió atraída por tipos depredadores que la auparon a las cumbres borrascosas de la pasión sexual y la defenestraron a los abismos de los juguetes rotos. No risk no fun; si la relación no era peligrosa, era insípida.
Glamour. En una terraza de Cannes durante el festival de 1955.
En el imaginario cuáquero de la América profunda y mojigata, Doris Day representaba la dulzura entrañable del pastel de manzana; no sabían que ya no le cabían más magulladuras en el alma y en el cuerpo. Jorden, ya antes de ser su primer marido, parecía experimentar la necesidad de exhibir su poder macho: engañaba a Doris, le pegaba y la humillaba en público. Cualquier cosa servía de pretexto, por ejemplo, el hecho de que Doris se volviera loca por las hamburguesas con cantidades industriales de ketchup y cebolla cruda. Después de los shows, camino de casa, las comía con avidez en el coche de Jorden mientras hablaba con la boca llena y escupía migas de pan. Dejaba la tapicería pringada de manchas de salsa de tomate y su novio le propinaba una sarta de insultos y bofetadas. Un fin de semana, navegando por el río Ohio en una planeadora de ?5 pies, Jorden aumentó la velocidad al límite y la nave se escoró hasta volcar, se salvaron de milagro y fueron rescatados por un barco que pilotaba un periodista local. Al día siguiente fueron portada del Cincinnati Star. La madre de Doris le rogó que dejara a aquel perturbado, pero el accidente los unió más aún y cuando Jorden le pidió su mano, Doris oyó la música celestial de las esferas. Él se embarcó en una gira de costa a costa y ella empezó a viajar con la Band Of Renown.
Primera boda
La ausencia de Jorden llegó a ser tan insoportable que se refugió en la bebida y en tres paquetes de tabaco al día. Tenía 17 años cuando anunció que dejaba la banda para casarse y convertirse en ama de casa y, en la primavera de 1941, entre una sesión matinal y un show nocturno en Nueva York, se casó con el trombonista agreste. El convite nupcial tuvo lugar en un grasiento restaurante cercano. Al día siguiente, Jorden vio a Doris dando un beso en la mejilla a un músico como gesto de agradecimiento por un regalo de boda. La arrastró fuera del teatro, la llevó a empujones por las calles y en su habitación del Hotel Whitby la golpeó hasta que perdió el conocimiento. Ni era la primera vez, ni sería la última. En otra ocasión, Jorden vio en Nueva York la fotografía de su mujercita en traje de baño en la portada de una revista y, enloquecido por los celos, la abofeteó con saña delante de docenas de fans. Como en un ritual expiatorio, tras cada episodio de violencia, la llevaba a la cama y le hacía el amor apasionadamente. Cuando supo que estaba embarazada, Jorden arregló una cita con un abortista de callejón. La madre de Doris, habitualmente un alma plácida, le dijo a su yerno que lo mataría si el aborto se consumaba; Jorden decidió entonces que el niño no era suyo y le dio a Doris tal paliza que casi le provocó un aborto. Cuatro semanas antes de que naciera el bebé, Jorden compró una pistola, aparcó el coche en un área de descanso, puso el cañón en el pecho de Doris y le anunció un desenlace de asesinato seguido de suicidio. De algún modo, ella logró apaciguarlo y volvieron a casa. El resto de su vida, Doris tendría pánico a viajar en el asiento del copiloto.
Cuando, tras 12 horas de doloroso parto, nació su hijo, lo llamó Terry porque ése era el nombre del protagonista de su libro infantil preferido, Terry y los piratas. Cuando el niño lloraba de noche, Doris tenía terminantemente prohibido atenderlo y si desobedecía, se ganaba una bofetada. Tras una noche de farra, Jorden volvió borracho a casa y maltrató al bebé, que lloraba aterrorizado. Doris llamó a un cerrajero y empezó los trámites del divorcio; pero tan pronto como se libró de él, cayó en una profunda depresión. Prefería un mal hombre a estar sola. No volvió a ver a aquel psicópata torvo y, cuando supo que se había volado la tapa de los sesos, no derramó una sola lágrima y reanudó su gira con la banda de Les Brown.
Durante los siguientes tres años cosechó éxitos a mansalva. El 20 de noviembre de 1944 grabó Sentimental Journey, la canción que la convertiría en estrella. Ocupó el numeró uno del Top ten de EEUU, vendió millones de copias y compitió en popularidad con el Forces Sweetheart de Vera Lynn o el Lili Marlene de Marlene Dietrich. El éxito no dulcificó su carácter, sus berrinches y rabietas se hicieron legendarios y cuando no se daba contento a sus caprichos, reaccionaba dando portazos, jurando como un sargento y amenazando con volverse a Cincinnati. Sólo el espejismo del amor la amansaba y, romántica incurable, se enamoró del saxofonista George Weidler. Otra pésima elección. Doris y Weidler no hicieron ningún secreto del hecho de compartir habitación del hotel, algo que todavía resultaba escandaloso para parejas no casadas en aquellos tiempos de pretendida decencia. Se casaron el 30 de marzo de 1946. Doris creía haber encontrado al hombre que, finalmente, iba a hacer realidad su sueño de fundar una familia feliz en una casa con un césped pluscuamperfecto y cientos de esas rosas que llaman American beauty. Pero la única casa que Weidler estaba en condiciones de conseguir era una roulotte aparcada en un oscuro descampado. La boda coincidió con su éxito en el programa radiofónico de Bob Hope, el Pepsodent Show. Hope, un machista de libro, la llamaba en antena JB, por las iniciales de Jut Butt, haciendo referencia a su trasero sobresaliente. Weidler, como Jorden, no quería a Terry y no tardó en maltratarlo. De manera que, pocas semanas después de casarse, Doris pidió a su agente, Al Levy, que le buscara un trabajo lo más lejos posible del marido. Se marchó con su madre y su hijo a Nueva York y Weilder pidió el divorcio. En su última noche juntos, Weidler le espetó que nunca la había querido, que lo único que le atraía de ella eran su prestaciones sexuales. El matrimonio duró menos de ocho meses. Doris se consoló yendo con Al Levy a todas las fiestas de Beverly Hills. Así conoció a Michael Curtiz, el director de Casablanca, que le dio su primer papel en el cine, en El trompetista. Desde luego, no era una obra maestra, pero la canción It´s Magic vendió un millón de copias y fue nominada a un Oscar.
Más que amigos. Protagonizó con Ronald Reagan «The Winning Team», en 1954.
Vida frenética
En el rodaje de la película, Doris inauguró la fase más excitante de su vida social. Al tiempo que reducía a humo tres paquetes de cigarrillos diarios, mantenía un affair con el actor Jack Carson, que ignoraba que Doris seguía teniendo encuentros esporádicos de sexo y nostalgia con su ex marido Weidler, que se había convertido a la religión de la Ciencia Cristiana, una secta fundada en 1879 por Mary Baker Eddy. Se lo dijo a Doris con tal entusiasmo, que ella abrazó la misma fe. Su devoción de estreno no le impedía dormir al mismo tiempo con Al Levy. Cuando Weidler le pidió volver, Doris puso a su agente en su lugar, le dijo que lo había pasado estupendamente en sus brazos y acto seguido lo echó de su cama. Levy no tomó a bien sentirse relegado y la violó. Incluso a ella, tan acostumbrada a la agresividad de sus amantes, le pareció excesivo y cambió de agente. El sitio que dejó libre Levy no tardó en ocuparlo Marty Melcher, que ignoraba que la virgen perpetua de América dormía, además de en su cama, en las de George Weildler, Jack Carson y la de su apuesto partner en Storm Warning, Steve Cochram, novio de Joan Crawford, que nunca perdonó a Doris haberle robado a su hombre. Cochram era un mujeriego conocido en Hollywood por el alias de Mister King Size, en alusión al tamaño de cierta parte de su anatomía. Por si no fuera bastante, Doris empezaba a flirtear con un actor llamado Ronald Reagan. Hubo dos cosas que le impresionaron de él: su apostura en la pista de baile y su rara habilidad de mantener una conversación inteligente. Cuando ella se lo dijo, él se sintió halagado y la recompensó enseñándole el techo de su apartamento en Hollywood Hills. Tenía unas vistas panorámicas memorables.
A pesar de la energía que consumía en su inquieta vida social, su carrera iba viento en popa. Ganaba cinco mil dólares a la semana y hacía película tras película para la Warner. En 1953, con el musical Calamity Jane, ganó el Oscar a la mejor canción original con Secret Love, su cuarto número 1 en las listas de éxitos. Marty Melcher, que negociaba para ella suculentos contratos, estaba obsesionado con la idea de desfilar a su lado por el pasillo de la vicaría aunque todavía no estaba divorciado de su mujer, Patty Andrews, una de las integrantes del trío musical The Andrews Sisters. Doris le prometió a Melcher romper con su media docena de amantes y se casaron el día en que ella cumplía 27 años. El matrimonio duró 17 años de sueños rotos, infidelidades y desencuentros. Melcher dio su apellido al hijo de Doris, pero despectivamente lo llamaba Sissi y le propinaba palizas so pretexto de evitar que se convirtiera en gay o delincuente. Arruinado de nuevo su sueño de tener una familia feliz, Doris trató de poner paliativos a su desgracia en los brazos corpulentos de Mickey Mantle, uno de los bateadores más populares.
Cómplices. Con Rock Hudson en «No me mandes flores», 1964 .
«Calamity» Doris
Empezó a experimentar síntomas de inestabilidad y depresión que se agudizaron al rodar Calamity Jane. Su marido, al que Doris había introducido en la fe de la Ciencia Cristiana, pretextando que su secta no lo autorizaba, impidió que fuera tratada por médicos, salvo cuando le detectaron un tumor intestinal y tuvieron que practicarle una histerectomía. Al salir del quirófano dijo que habría preferido morir antes de encarar una vida en la que ya no podría ser madre, pero dejó claro que de haber podido tener otro hijo en ningún caso el padre hubiera sido Melcher. Como su matrimonio era peor que una piedra en el zapato, empezó a beber y desarrolló una fobia antisocial; pero su carrera iba como un cohete a pesar de que Melcher la comprometió en películas banales y le prohibió aceptar el papel de Mrs. Robinson en El graduado. La gloria fue para Anne Bancroft.
En los siguientes años trabajó con Clark Gable, Jack Lemmon, David Niven y Cary Grant. La canción Que será será, de El hombre que sabía demasiado, la película de Hitchcock que rodó con James Stewart, fue su mayor éxito popular. Cuando Melcher murió, en ?968, Doris Day supo que su marido había malversado todos los ahorros de su vida y la había dejado endeudada hasta las cejas. Demandó al socio de su marido y le reclamó 66 millones de dólares. Tras un largo proceso judicial que duró 17 años, apenas pudo recuperar tres millones de dólares. A los 44 años, la viuda Doris Day, tras 29 álbumes y 39 películas que la habían aupado al pedestal de la fama universal, salió de la escena para nunca más volver.
Su último matrimonio fue con Barry Comden, que tenía 11 años menos que ella y era maître de su restaurante favorito en Palms Spring. Le fue fácil seducirla. Cada día le daba una bolsita de restos de comida para sus perros. El amor por las mascotas se convirtió en la misión de su vida porque siendo una niña vio morir ante sus ojos a su perro Tiny atropellado por un coche. Decepcionada por los hombres, desde que en 2004 murió su hijo Terry de un melanoma, Doris Day vive recluida en su casa de Carmel (California). A sus 86 años, se la ve a menudo en medio de la noche como un hada buena recogiendo en su coche animales abandonados. Aunque de perros y de gatos, finalmente ha encontrado una familia feliz en la que también ella es otro pobre animal herido y abandonado.
+ "Doris Day: The Untold Story of the Girl Next Door" (Virgin Books), de David Kauffman, es la última biografía de Doris Day.
Fuente: GONZALO UGIDOS│ El Mundo.
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Publicado por Fali A las: 6:11
Etiquetas: Biografías
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