María Teresa Campos
■ Amiga de sus amigos y adversaria temida si las traiciones hieren su sensibilidad. Es una vieja rockrera y morirá, espero que tarde en hacerlo, con las botas puestas.
En un principio dio en sus programas de televisión una imagen de demagoga perforante. Evolucionó hacia la maestría y se convirtió en un mito familiar y querido. Es amiga de sus amigos hasta las cachas, y adversaria temida si las decepciones personales, las traiciones profesionales o las palabras mal dirigidas contra ella hieren su sensibilidad.
Se mueve, o se sienta en un plató de televisión con una naturalidad pasmosa, y tiene eso que no se puede imitar y que destaca en su buen hacer, eso que por no poder explicarlo, se llama eso. Malagueña. Buena gente. Su aportación a los programas frívolos ha sido la moderación y el buen gusto. Coincidí en varias ocasiones con ella en casa de Camilo Cela, el gran don Camilo, que sentía hacia ella una simpatía que no regalaba.
Un genio endemoniado
En mis tiempos más perversos le escribí algunos versos con sus dientes de protagonistas. Pecados de juventud que ella amnistió con el paso de los años. Ahora ya no me fijo en sus dientes, sino en toda ella, en su conjunto de mujer y popularidad, de profesional y mito, que cumple con armonía y naturalidad. Tiene una hija que vuela sola por los mismos espacios, Terelu, y que ha tenido la gran inteligencia de no imitar a su madre. Tiene María Teresa un genio endemoniado y un gran sentido del humor, que son perfectamente compatibles. Su sentido del humor lo he disfrutado, y su genio endemoniado afortunadamente, no ha estallado jamás contra mi persona, entre otras razones, porque no le he dado motivos para ello, exceptuando aquellos versos hirientes en los que comparaba sus piños con los de doña Marisa Vicario, la madre de la genial Arancha, que ella escribe Arantxa, cuando en realidad o es Arancha o Arantza, pero se trata de un problema menor que no viene a cuento.
Los programas de grillos, chismes, bulos, cuernos, camas, polvos, pedorras y pedorros, putones y chulos, tortis y monfloritas, no dejan ya espacio a personas como María Teresa, que inventó el género desde el buen estilo. Con María Teresa, hasta ese tipo de personajuchos limitaban su vileza y parecían gente normal. No obstante, María Teresa Campos morirá, y espero que tarde en hacerlo, con las botas puestas, porque lleva la profesión de comunicadora en la sangre, y ese veneno perdura para siempre.
Es una vieja rockera y ante una cámara, sabe latín. Tiene abiertos otros horizontes en el mundo de la televisión. Bueno sería, para el buen gusto, que no los desechara.
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