Eton, el Colegio más elitista del mundo
'Eloreat Etona. Prospere Eton'. Es el lema del college por excelencia, un instituto que ha sobrevivido durante casi seis siglos como epónimo de esas altas instituciones en las que a los niños se los viste como adultos en miniatura, se los trata con disciplina británica (antes, con vara incluida) y, sobre todo, se los educa para que no desentonen en esas elites en las que muchos de ellos nacieron. El King’s College of Our Lady of Eton, situado convenientemente a la sombra del castillo de Windsor, al oeste de Londres, es «la quintaesencia de lo inglés», según lo define Ian Macdonald, nacido en una localidad obrera del noreste de Inglaterra, autor de las fotografías que ilustran estas páginas y, durante un año, artista residente en el college. Como les ocurre con los miembros de la familia real, a quienes detestan o idolatran casi según la temporada, los británicos, desde hace décadas, dudan entre la fascinación por la probada excelencia educativa, los cuellos blancos y las extravagancias de Eton y el repudio hacia una institución que, dicen, perpetúa las diferencias de clases. En 2005, el hoy primer ministro, Gordon Brown, dijo de David Cameron, que se hizo entonces con el liderazgo del Partido Conservador, «es un old Etonian» (como se conoce a quienes han pasado por Eton) para deslegitimarlo. Lo cierto es que por los pupitres de Eton han pasado ?8 primeros ministros británicos, desde sir Robert Walpole y el duque de Wellington, vencedor en Waterloo, a sir Alec Douglas-Home, que comandó el país en los años 60. Antes, en tiempos de Harold MacMillan –hasta nueve miembros de su Gobierno, en ?956, eran old Etonians–, una inscripción en las puertas del colegio bromeaba: «Hacedores de gabinetes para su majestad la reina». Una habitación de estudiante. Un alumno en su cuarto de Durnford House, uno de los edificios en los que se alojan los internos. Sobre su escritorio se ven el "Guardian", diario progresista, y un diccionario de latín. Antiguamente, todas las clases eran en la lengua de Horacio. En sus houses –los edificios en los que los estudiantes tienen su habitación– han dormido innumerables héroes de guerra (Eton atesora más soldados honrados con la Cruz Victoria, 37, que ningún otro colegio), científicos (el químico Robert Boyle), economistas (Keynes), actores (Hugh Laurie), líderes sociales (Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional), cuatro mártires protestantes y hasta un santo católico, Ralph Sherwin. Por supuesto, tampoco faltan ovejas negras. Allí estudiaron Guy Burgess, un doble agente al servicio de la URSS, y el príncipe Dipendra de Nepal, un alumno al que excepcionalmente se permitió llevar bigote, y que, en 200?, asesinó a ocho miembros de su familia, incluidos su padre y su hermano, para después suicidarse. Entre los balas perdidas figura también lord Lucan, que desapareció en ?974 después de asesinar a la nanny de sus hijos y dio pie a la expresión doing a lord Lucan, hacerse el lord Lucan, desaparecer sin rastro. A pesar de su fama de niñera de la clase dominante, el college nació para educar a los hijos de los pobres. El rey Enrique VI lo fundó en ?440 «para el culto a Dios y la educación de los jóvenes varones para el servicio de la Iglesia y el Estado». Estos jóvenes para los que el rey soñaba tan alto futuro eran los King’s Scholars, 70 internos a los que se instruía gratuitamente. Con el tiempo, se incorporó también un pequeño número de oppidans (del latín oppidum, pueblo), que sí pagaban y vivían en la villa cercana. Hoy, entre sus ?.308 alumnos (sólo varones, de entre ?3 y ?8 años, pues se trata de una escuela de secundaria, todos internos), siguen existiendo 70 King’s Scholars, los becarios del Rey. Otro tipo de subvenciones que garantizan una reducción en los honorarios imposibles de la escuela: mínimo, 26.490 libras al año (unos 34.500 euros). Lujo al alcance de pocos. Tres miembros de la "Essay Society" de Eton en el "Head Master's Lounge" del colegio. Entre los 1,308 alumnos de la institución, los dos tercios que no reciben ningún tipo de beca o subvención pagan un mínimo de 34.500 euros anuales. El primer registro de la vida, más que espartana, de los pupilos data del siglo XVI. Entonces dormían dos o tres en la misma cama –hoy las habitaciones son individuales–, en la que se les permitía permanecer hasta las cinco de la madrugada, hora en la que tenían que comenzar a recitar sus oraciones para después acudir a sus clases, todas en latín. Como casi todo en Eton, el ritmo de estudio ha cambiado, aunque lo justo: la jornada, de lunes a sábado, comienza en las 25 houses a las siete y media, con el desayuno, alguna visita al house master que dirige cada residencia o a la dame (la encargada de los asuntos domésticos) y la lectura de los diarios; a las 8.40, según el día, acuden a la capilla o a la primera de las clases, por la tarde suelen seguir los deportes y, de ?8.?5 a ?9.30, la quiet hour, la hora del silencio en que deben permanecer en sus cuartos. Hay costumbres que han quedado para la historia –como los castigos físicos o el hecho de que los recién llegados actuaran como sirvientes de los mayores–, pero buena parte de la vida en Eton se sigue rigiendo por costumbres y reglas que «parecen incomprensibles, innecesarias, o ambas cosas», según un ex alumno, el periodista Dominic Lawson: ahí está el código de vestimenta, frac y chaleco negros, corbata blanca –sólo lo pueden quebrar los alumnos que alcanzan los puestos más altos en las estrictas jerarquías académicas, como los Pop, miembros de la sociedad por excelencia de Eton, con chalecos de color–; su argot único; juegos de reglas impenetrables, y castigos de otro tiempo, como copiar versos latinos. Parece que al propio Cameron, por fumar cannabis, le cayó una Geórgica, más de 500 hexámetros. Eton se mantiene fiel a su lema, empecinado en prosperar, o al menos sobrevivir, pase lo que pase. Ni siquiera los peligrosos aires de cambio del siglo XX, cuando los líderes de izquierdas clamaban por que se demolieran el college y el resto de instituciones para las elites, han conseguido resquebrajar sus muros. Nada pasó, más allá del escándalo, cuando surgió alguna alegación de malos tratos contra uno de sus decanos de los años 60, Anthony Chenevix-Trench. Ni cuando, en 2005, una profesora acusó a la institución de amañar los trabajos del príncipe Enrique para mejorar sus calificaciones. Ni cuando, un año más tarde, se publicó The Importance Of Being Etonian, de Nick Fraser, un libro que no sólo menciona el tabú de las relaciones homosexuales entre las viriles paredes del college, sino que, además, define Eton como una institución que crea hombres arrogantes, que se creen con derecho a unos privilegios que no merecen. Sea como sea, pasados más de 550 años desde su fundación, en Inglaterra, a la sombra del castillo de Windsor, sigue en pie un colegio del que cada cierto tiempo sale un Nobel. Juan Márquez durante la "Procession of Boats" (4 de junio) de 1978, vestido con el uniforme naval del siglo XIX. Abajo, junto a su hermano José Ignacio (sentado), con la indumentaria de Eton: frac y chaleco negros y corbata blanca. Mi experiencia como español en Eton Independientemente de la rivalidad académica y deportiva, la tolerancia, la aceptación, el respeto de los profesores hacia los alumnos y de los alumnos entre sí, era y es uno de los pilares fundamentales de la educación que se imparte. En Eton no pretenden moldear la personalidad de los alumnos, es el pensamiento libre, el ingenio y el humor lo que permite a cada uno cultivar su personalidad. La relación y comunicación entre 'House Masters' (tutores), 'beaks' (profesores) y 'boys' (alumnos) era constante y muy estrecha. Vivía en Hopgarden (nombre de la casa) con mi 'House Master' Tim Card, y otros 50 'Oppidans' (los cerca de 1.250 alumnos que no viven en College, la parte más antigua del colegio. Un tercio tiene algún tipo de beca académica o subsidio). Tim Card, antiguo alumno de Eton, fue 'Vice Provost' (el vicepresidente del 'Board of Governors', máximo organismo de gobierno de Eton), matemático magistral, historiador, economista y una de las personas más influyentes de Eton en la segunda mitad del siglo XX. De las personas que más he admirado en mi vida. Algunos 'King's Scholars' (los 70 alumnos, eruditos o niños prodigio, que viven en el College y poseen becas académicas) con sólo 13 y 14 años tenían plaza asegurada como investigadores en las mejores universidades. 'Los matemáticos maduran académicamente antes', me explicaba Tim Card. Mi 'div' (clase) favorita, Biología, se impartía en el Natural History Museum of Eton, donde aprendíamos con entusiasmo sobre los avances más recientes de clonación de 'Xenopus laevis' (ranas de espuela) y otros vertebrados. 'Hemos de aislar un gen y pronto clonaremos mamíferos y humanos', me aseguraba un 'King's Scholar'. Por un motivo u otro Eton siempre está en el punto de mira de la prensa. Uno es la 'insistencia' de algunos 'old Etonians' de seguir teniendo un monopolio en Downing Street. Dos compañeros de mi época allí, David Cameron y Boris Johnson, parece que no quieren que esta tradición se pierda. 'Floreat Etona'. Juan Márquez es 'old Etonian', economista por la London School of Economics y Fund of Hedge Funds Manager. (+)El libro 'Eton', de Ian Macdonald, es una edición limitada del propio autor.
■ Por sus aulas han pasado príncipes, héroes de guerra, premios Nobel, santos y primeros ministros. Entre la fascinación por su excelencia y el rechazo a su clasicismo, ha sido escuela de los herederos, sólo varones, de la clase dirigente británica por cinco siglos. El fotógrafo Ian Macdonald, nacido en un barrio obrero, pasó un año retratando por dentro el colegio más elitista del mundo .
por JUAN MÁRQUEZ
Mi hermano José Ignacio (Pirracas) y yo nos educamos en Eton a finales de los años 70 y principios de los 80. Nuestra educación allí fue tremendamente liberal y democrática.
[Fuente: elmundo]
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