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Biografia.- Raniero


• BIOGRAFÍAS


 biografia

Un príncipe sin estrella. Raniero III de Mónaco y su esposa, la actriz estadounidense Grace Kelly, en una imagen feliz, en 1956, poco después de contraer matrimonio.

{ 31-V-1923 6-IV-2005 }

■ Un reinado que empezó de color azul y terminó rosa y triste

Soberano de Mónaco.Descendiente de la dinastía Grimaldi, sirvió en el ejército francés en la Segunda Guerra Mundial. Coronado como Raniero III en 1949, en 1956 se casó con la actriz Grace Kelly. Procuró que Mónaco fuera un paraíso de lujo, "glamour" y ventajas fiscales. La muerte de su esposa y los escándalos de sus tres hijos le sumieron en una gran tristeza.

El año que se va se llevó por delante al decano de los soberanos europeos, Raniero III quien, en el protocolo de las monarquías, ocupaba siempre un lugar preferente, incluso por delante de la reina Isabel II de Inglaterra. No tanto por la edad —81 años frente a los 77 de la soberana británica—, sino por el tiempo que llevaba en el trono: 61 años frente a los 53 de Lili Beth, que se convertía en reina en enero de 1952.

El príncipe Raniero, al igual que la mayoría de los soberanos de las 10 monarquías europeas, había decidido mantenerse en el trono de su pequeño país hasta la muerte. No porque el patio no estuviera para abdicar, o por las conductas de sus tres hijos, sino porque a ningún rey le gusta hacerlo. En 100 años, sólo lo han hecho la reina Juliana de los Países Bajos y el Gran Duque Juan de Luxemburgo.

La vida de Raniero III de Mónaco ha estado llena de luces y sombras. Las luces que aportó —al Principado y a su existencia— la princesa Grace, y las sombras que proyectaron sus tres hijos por sus conductas disolutas y que le persiguieron hasta la muerte. Sólo tenía 26 años cuando el fallecimiento de su abuelo, Luis II, el 9 de mayo de 1942, le convertía en el soberano de un pequeño y rico paraíso fiscal cuyo único atractivo era entonces el casino y sus ruletas.

Si Letizia desciende de taxista y pescadera, Raniero lo es de una lavandera, Juliette Louvet, una mujer casada que abandonó a su marido, el fotógrafo Achille Delmaet, para unir su vida a Luis Honoré Grimaldi, hijo del príncipe Alberto y bisabuelo de Raniero. Las relaciones entre el soberano y su heredero nunca fueron buenas hasta el extremo de que Luis decidió abandonar el reino para alistarse en la famosa Legión Extranjera. A su paso por París conoce, en un club de Montmartre, a la joven lavandera que decidió acompañarle, como amante, a Argelia. De aquellos amores nació, el 30 de septiembre de 1898, una niña a la que llamarían Carlota.

La repentina muerte del soberano monegasco obligó a su heredero a regresar al Principado para ocupar el trono dejado por su padre. Y se acordó de aquella niña que había nacido en Argelia. Decidió reconocerla como hija legítima y princesa heredera.

Cuando la joven tuvo edad de casar, Luis II le buscó un marido adecuado a su rango en la persona de Pedro de Polignac, a quien el día de la boda, en 1920, le obligó a cambiar su apellido por el de Grimaldi para asegurar la continuidad dinástica.

De este matrimonio nacieron una niña, Antoinette, y el 31 de mayo de 1923, un varón, Raniero. El 2 de junio de 1944, y por renuncia de su abuelo, se convertía en el soberano de Mónaco. De la lavandera jamás se supo.

Desde el primer momento Raniero se propuso que Mónaco no sólo fuera una ruleta. Con su instinto comercial, logró convertirlo en un lugar turístico y en un centro de inversiones. Para ello se alió con Onassis. Gracias a éste afluyeron las grandes fortunas que transformaron Montecarlo en un paraíso económico de primer orden.

Pero Raniero continuaba soltero. Con alguna que otra experiencia sentimental como la vivida con la actriz francesa Gisèle Pascal, con la que estuvo a punto de contraer matrimonio. Al parecer, la imposibilidad de ésta de darle un heredero dio al traste con el proyecto matrimonial.

Hasta que apareció en su vida Grace Kelly, que asistía como estrella invitada al Festival Cinematográfico de Cannes, la existencia de Raniero era solitaria y triste. Ocupado sobre todo en el parque que rodea su palacio y en los animales de su zoológico personal. Pero una visita turística a Montecarlo para conocer la ciudad —y a ser posible al soberano— le abrieron a la actriz norteamericana las puertas de palacio. Fue el 6 de mayo de 1955.

Prohibición. Un año después se convertía en su esposa y en la princesa Grace gracias a la intervención y mediación del padre Tucker, un sacerdote americano capellán del príncipe. El 1 de enero de 1956, el palacio hacía público el compromiso matrimonial fijándose la fecha de la boda para el 19 de abril de ese año. También quedaban prohibidas las proyecciones en los cines de la capital monegasca de todas las películas de Grace Kelly.

Fue una boda de cine, en todos los aspectos. Se casaba la famosa estrella de Hollywood y entre los invitados, los más conocidos artistas: desde Cary Grant a Frank Sinatra; de David Niven a Alfred Hitchcock. Hasta el traje de novia, el más bello que ha podido llevar ninguna mujer el día de su boda, fue confeccionado por la modista de la Metro Goldwyn Mayer.

Pero ni una familia real, salvo un ex rey, Faruk de Egipto, estuvieron presentes aquel día en Montecarlo. Las monarquías de entonces, tan endogámicas, no aceptaban, que uno de los suyos, aunque fuera soberano de un país tan pequeño y tan poco importante, se casara con una estrella de cine. Aunque lo hiciera con Grace Kelly, que incluso había ganado un Oscar en 1954 por La angustia de vivir.

Aquella ausencia produjo humillación y dolor, tanto a Raniero como a Grace. No encontraron explicación. Pero no sé si porque era una gran dama, o porque se propuso dar en la cara a aquéllos que habían boicoteado su boda, la princesa Grace se convirtió en la soberana más digna y admirada de todas las monarquías. Hasta su trágica muerte el 14 de septiembre de 1982 en un accidente de tráfico.

Desde aquel día hasta que falleció, Raniero fue un soberano triste y solitario que sólo hacía que llorar la gracia perdida de su Principado.

Por Jaime Peñafiel.  Es periodista especializado en casas reales y cubrió la boda de Rainiero y Grace Kelly, además de asistir a su entierro y a su funeral

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