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Biografía.- Espartaco


◘ Tras escapar del circo romano, reclutó en el sur un ejército de 100.000 esclavos, que trajo en jaque a la mayor potencia bélica del mundo antiguo durante dos años.

♦ Líder. Desertó del ejército y acabó como gladiador en el circo. Lideró la mayor rebelión de esclavos de la Historia y se cree que murió crucificado junto a 6.000 de sus hombres. .

► Espartaco, el gladiador que se rebeló contra Roma .

Su corazón instigó la primera gran revolución social de la Historia, en una sublevación popular sin precedentes que aterrorizó a la potencia más poderosa del mundo antiguo. Junto a él combatieron y murieron miles de esclavos, los cuales mantuvieron viva la llama de la libertad consiguiendo hacer de su gesta un hecho que trascendió a los siglos. Nacido en Tracia (los Balcanes), en 113 a.C., era al parecer descendiente de la dinastía de los espartácidas, un linaje gobernante de aquellos territorios sometidos al poder de Roma. Siendo poco más que adolescente, se alistó como legionario en las tropas auxiliares utilizadas por la potencia latina para sus guerras fronterizas. Por una razón desconocida, nuestro protagonista desertó del ejército, si bien no tuvo suficiente fortuna en la huida, siendo capturado casi de inmediato y enviado como esclavo a las minas, de las que escapó tras protagonizar un motín. Nuevamente apresado, su suerte parecía echada, pero lejos de la ejecución sumaria por indisciplina, su corpulencia y aptitud para el combate le posibilitaron seguir vivo, dado que en ese siglo Roma disfrutaba con delirio del deporte nacional: las luchas de gladiadores. Espartaco cubría a la perfección ese perfil demandado por la plebe. Tres eran los principales tipos de hombres que eran alistados en cualquier escuela de gladiadores: reos de guerra, hombres libres buscadores de fortunas y, finalmente, convictos que lo eran por diferentes motivos. El destino quiso que su lugar de reclusión fuera una escuela de gladiadores ubicada en Capua, lugar tradicional para los placeres y ampliamente difundido gracias a la estancia del general cartaginés Aníbal. La ludi, o escuela de adiestramiento capuense gozaba de gran prestigio entre los romanos, el valor de sus gladiadores alcanzaba cifras considerables en el mercado y algunos habían obtenido incluso la libertad debido, en buena parte, al método de entrenamiento que se seguía con ellos. Los candidatos a luchador llegaban de todos los territorios dominados por Roma. En consecuencia, la arena de la escuela ofrecía una imagen muy colorista cuando se ejercitaban en ella combatientes asiáticos, africanos, germanos, celtas, helenos… Con frecuencia, estos grupos de luchadores escogidos viajaban a la capital romana dispuestos a participar en los sangrientos eventos circenses. Según la leyenda, en uno de estos mortíferos desplazamientos, Espartaco reconoció entre la muchedumbre a su propia hermana convertida en vulgar prostituta al servicio de las legiones. Este doloroso trance terminó por enervar el ánimo del guerrero que, con gran determinación, comenzó a urdir un definitivo plan de rebelión. En el año 73 a.C., con 40 años recién cumplidos, clamó por la justicia y la libertad; no quería ver cómo su brazo aniquilaba a más compañeros, ni tampoco quería morir divirtiendo al populacho. Fue así como, en un gesto sin precedentes similares en el mundo antiguo, inició un levantamiento en toda regla. En su arriesgada aventura le acompañaron 70 gladiadores entre los que se encontraban varios luchadores de origen celta. El pequeño grupo, tras vencer a la guardia de la ludi, se internó por los recónditos parajes del volcán Vesubio y desde su cráter apagado comenzó a operar de forma activa, repeliendo cualquier ataque dirigido contra él. Pronto la noticia recorrió todo el sur de la península Itálica, provocando que miles de esclavos escaparan de sus dueños para unirse a ese formidable líder, símbolo y guía hacia la libertad. Sin pausa, aquel reducido núcleo de gladiadores se fue incrementando hasta alcanzar la categoría de gran ejército. Los romanos, mientras tanto, recibían estupefactos todas las noticias que llegaban desde el sur. Uno tras otro, diferentes militares y mandatarios de alto rango –hasta un total de nueve–, fueron vencidos por Espartaco y su ejército libertario. El objetivo fundamental del tracio no era conquistar Roma. Más bien, lo que pretendía era liberarse de aquella potencia tan injusta con los seres humanos a los que sometía. No obstante, la disensión se propagó rápidamente por aquella tropa desorganizada. Unos, entre ellos el propio Espartaco, apostaban por escapar hacia el norte en el deseo de fundirse con los paisajes europeos para ser olvidados. Por desgracia, se impuso el criterio de una mayoría que ambicionaba descargar su odio vengativo contra la ciudad que simbolizaba el poder represor de su época. No obstante, se establecieron relaciones con diversas flotillas de piratas griegos a los que se pagó una fuerte suma a cambio de ser transportados a un lugar indeterminado del Mediterráneo. Los confiados esclavos se concentraron en el puerto de Brindisi a la espera de las naves. Sin embargo, éstas nunca llegaron, obligando a los rebeldes a una guerra sin cuartel con el ejército más poderoso de su tiempo. Durante dos años aquel contingente irregular que llegó a contar con más de 100.000 efectivos humilló a la orgullosa República. Por fin, Roma encargó a su hombre más rico, Marco Licinio Craso, la tarea de acabar con Espartaco y los suyos. Todo se consumó cuando seis legiones bien pertrechadas entraron en contacto con los desorganizados esclavos. La derrota en Apulia, junto al río Sílaro en la primavera del año 7i a.C., dejó sobre el campo de batalla 60.000 hombres muertos, y otros 6.000 fueron crucificados entre Capua y Roma como escarmiento. Nunca sabremos si Espartaco murió en esta última batalla o en la crucifixión posterior, lo cierto es que con él terminó una de las primeras revoluciones sociales de la Historia. .

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