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CRÓNICA DE SOTOANCHO.- El Glaciar testicular

El glaciar testicular

En una de las playas de Biarritz, creo que la de Le Pirate, Marsa y yo hemos pasado el día. Mi mujer, ya es conocido por todos, gusta en exceso de la arena y las olas. Con el fin de no provocar y ser provocados, decidimos instalar nuestro chiringuito en una punta de la lengua playera. A Marsa le encanta tomar el sol en pelota picada, y a mí me molesta que la miren. Animado por su desnudez, he considerado oportuno ponerme en porretas para adquirir el tono elegante de los mares norteños. Poca gente a nuestro alrededor, y en general, extranjeros, lo que me anima a las desinhibiciones. En un momento dado, siempre inoportuno, Marsa se ha incorporado, ha enseñado al sol su inconmensurable desnudez, y ha corrido hacia la orilla. La he seguido a larga distancia. Marea baja. Sol calcinante. El mar, como si fuera un plato de porcelana. Las olas, unos simples vahídos marinos sin espuma ni ruidos. Los bañistas, extrañados. Jamás la costa de Biarritz se ha presentado tan mansa y tropical. Marsa se ha metido en el agua y nada de nordeste a noroeste con peculiar gracia. Tampoco hay corrientes, ni resaca, ni nada de lo que caracteriza a una playa abierta en el Golfo de Vizcaya. El calor hace estragos y la mayoría de los usuarios playeros se refresca a la orilla, con el agua de rodillas hacia arriba. He calculado el lugar y me he metido en el proceloso mar, ahora calmado, para concederme el regalo de la frescura. No sé nadar, pero nadie se ahoga por tener el agua a la altura de las rodillas. Marsa me hace gestos y aspavientos de alegría. Lo está pasando como pez en el agua, y nunca mejor dicho. Yo, desnudo, paseo por la orilla con el nivel del mar controlado. Pero en las playas del norte siempre acechan simas inesperadas, y de golpe me he visto cubierto hasta la cintura. No voy a exagerar inventándome riesgos inexistentes. Pero el desagradable agujero de arena me ha electrocutado de frío. Al perder pie, mis huevitos han tomado contacto con el agua, y ésta, en extremo gélida, me ha dejado la industria testicular al borde del pasmo. Un hombre no puede soportar semejante frío en la zona acostumbrada a desenvolverse en las calenturas. He abandonado la orilla con humillante desasosiego. A Marsa no le ha importado mi huida y sigue saludándome como si yo fuera una foca friolera y ella la orca asesina.Ya en nuestro lugar, he procedido a secarme con toda rapidez mis congeladas partes pudendas. Han menguado en todos sus atributos. Vistas las cosas, he considerado oportuno ponerme el traje de baño. Con el calorcito vuelve todo a su sitio. Marsa sale del agua y todo el mundo la contempla. Es un ser espectacular. Mis cositas aceleran su crecimiento. Para no dar un espectáculo me veo obligado a meterlas de nuevo en el agua. Grito de terror polar. Pero me siento en calma. Y ella desnuda y sonriente, la culpable de todo.

[Alfonso Ussía] Divúlgalo.

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