Alfonso Ussia, es un escritor que, desde mi punto de vista, plasma en sus novelas con un sentido meridianamente irónico y humorístico, anécdotas que, muy bien pudieran ser realidad. Hasta hoy he adquirido algunas de sus novelas y leo de él todo lo que cae en mis manos. Pudiera decirse, sin temor a equivocarse que es un "Cachondo"
Veraneo itinerante
Veraneo significa huir del calor, no ir a buscarlo, como hacen ahora todos los que se apiñan en las playas.
Como ahora dicen, “hay que cambiar el ‘chip”. Ignoro qué es y de qué se compone el “chip”, pero si hay que cambiarlo, se hace y ya está. Los veranos en La Jaralera son largos y calurosos, y tengo a mucha y muy buena gente para ocuparse de sus cosas. Así que Marsa y yo hemos decidido disfrutar de un mes de julio itinerante, que después, cuando agosto llega, gusta de irse a su tierra de Colombia, recuperar amigos, paisajes y azules caribes.
Viajaremos en el “Bentley” conducidos por Miroslav, que inspira tanto respeto como el coche. A su lado se sentará Tomás, que en los viajes –como en casa–, resulta imprescindible. Y en el asiento trasero, haciendo manitas, Marsa y yo. El primer destino Madrid. Y de ahí, al norte, a veranear, que es muy diferente que pasar el verano, porque veraneo significa huir del calor, no ir a buscarlo, como hacen ahora todos los que se apiñan en las playas. De Madrid a La Granja, y de allí ya veremos, pero con estancias largas y agradables en Santander y en Biarritz. En Santander, en el Hotel Real, y en Biarritz, en el “Du Palais”, que fue el palacio de Eugenia de Montijo. En Biarritz le demostraré a Marsa mi dominio del francés, que necesito refrescar con el uso. Por ejemplo, la habitación es “la chambre” y los huevos “les oeufs”, lo que da a entender la enorme dificultad de ese idioma absurdo en el que, para acudir a la Policía hay que hacerlo a “la gendarmerie”. No obstante, casi todos los franceses de aquella parte hablan perfectamente el español, porque somos los que nos dejamos la pasta gansa allí en los meses del verano.
Miroslav, como todo yugoslavo, aprende cualquier idioma en un día, y el problema es Tomás, que en eso de las lenguas es una calamidad. Un día, en una cacería en casa, empujó involuntariamente a un cazador americano, se puso nervioso y en lugar de decirle “I am sorry”, le dijo “I love you”, lo que dio lugar a una situación sumamente embarazosa por cuanto el cazador era bastante “palomo” y se enamoró de Tomás. Cada vez que la mirada de Tomás y la de mister Keneth coincidían, este último le guiñaba un ojo, y Tomás, que en esos asuntos no se anda con chiquitas, me pidió autorización para proceder a su asesinato. Marsa tampoco habla francés, así que mi presencia es imprescindible. Ya le he enseñado lo de “Lundi, mardi, mercredi, jeudi, vendredi, samedi y dimanche”, y mañana me dedicaré a explicarle que lo que luce de día es “le soleil” y lo que brilla por la noche “la lune”.
Hay que ir poco a poco y no atosigar al alumno. Ya están preparadas las maletas. Ropa de frío, por si acaso. Tomás está convencido de que va a ligar con una francesa, y Miroslav no le anda a la zaga. Yo llevo mi ligue que me encanta. “Eres ‘mon petit lapin” le he dicho a Marsa en la sobremesa. ¿Y eso, qué quiere decir?”, me ha preguntado. “Mi pequeño conejito”. Y se ha puesto colorada, porque uno, cuando quiere, es irónico, divertido y picante como el que más. “¡Avant le voiture!”.
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