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CRÓNICA DE SOTOANCHO.- El Aguijonazo

Aguijonazo En Guecho una avispa probablemente simpatizante de batas una me ha horadado el lóbulo izquierdo. Cuando marsa me ha comparado con “Dumbo”, ha nacido la preocupación. Muy desagradable. Abandonamos Santander camino de Biarritz. Miroslav al volante. Por mi culpa, por no saber hablar el vascuence, nos perdemos. Miroslav lo intuía pero ante mi tajante respuesta, varió el rumbo y nos salimos de la autopista. El motivo, que en un momento dado me preguntó: –Señor, ¿Bilbao se dice también “Bilbo”?–
–No Miroslav. Bilbao siempre se ha dicho Bilbao. Si esta autopista va a “Bilbo”, tenemos que salir de ella y encontrar la de Bilbao–. Dos horas de retraso perdidos por carreteras secundarias. De “Bilbo” muchas noticias. De Bilbao, ninguna. Al fin, un amable casero nos ha sacado de la monumental confusión.
–Es lo mismo. Bilbao en euskera se dice “Bilbo”. Miroslav me ha mirado como si fuera idiota. Y Tomás. Y también Marsa. Hemos comido en Guecho, en Los Tamarises. Al abandonar el restaurante, una avispa, probablemente simpatizante de Batasuna, me ha horadado el lóbulo de la oreja izquierda. Agudo dolor. Al principio no le he concedido importancia al asunto, pero cuando Marsa se ha reído y me ha comparado con “Dumbo”, ha nacido la preocupación. El lóbulo se ha convertido en una bola de golf, y posteriormente de tenis. Para evitar que alcanzara el perímetro de un balón de fútbol, hemos detenido la marcha en una farmacia. El licenciado me ha proporcionado un ungüento especial, marca de la casa, y a los pocos kilómetros el dolor había desaparecido y el lóbulo, no del todo pero bastante, se parecía al original.
Ya en Biarritz, en el Hotel Du Palais, residencia de la difunta Eugenia de Montijo, que en paz descanse, he procedido a repetir la aplicación del ungüento para no dar el cante en el bar. Marsa ha leído las recomendaciones, y sus palabras han sonado terribles a mis oídos, incluido el aguijoneado. –No puedes tomar ni una copa en tres días. Está contraindicado–. Mi reacción, la de un señorito bastante alcohólico, que es lo que soy. –Fuera ungüento y vamos a tomar unas copitas–. Cena agradable en el Café de Paris, y noche inquieta. Me duele la oreja. Me he levantado para proceder al vaciado de la vejiga, y mi aspecto en el espejo se me ha antojado desolador. La oreja damnificada no sólo ha recuperado su hinchazón, además ha mutado de tono, como si de un calamar se tratase. La bola de golf es ahora color berenjena. Cuando Marsa la ha visto, me ha regañado con contundencia. –Te lo advertí. El alcohol y la pomada son incompatibles–. Tres días sin salir de la habitación. Veo a Marsa en la piscina, de un lado a otro, hablando con todo el mundo, que ya se sabe que en Biarritz todo el mundo es español.
Al fin, al tercer día, la oreja ha recuperado definitivamente su color y tamaño y he podido bajar al bar del hotel. Un tipo bastante joven se ha sentado en nuestra mesa y se ha puesto a charlar con Marsa. Es un amigo de la piscina. No habla con ella, sino con sus tetas, y eso me ha extralimitado la paciencia. Biarritz ya no es lo que era. Lo más triste es pensar que quien no es lo que era, soy yo. Alfonso Ussía

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