Ciudad de México se hunde en el fango ocho centímetros cada año
JAVIER ESPINOSA
Muchos lo consideran el monumento más representativo de la capital mexicana. Lo que la Puerta de Alcalá para Madrid. En 1910, el Angel de la Independencia -una enorme columna que sostiene a un alado de bronce- estaba situado al nivel del suelo. Con el paso del tiempo y para corregir su progresivo hundimiento, las autoridades capitalinas tuvieron que añadirle escalones.
El caso del Angel de la Independencia es quizás el más preclaro ejemplo junto al de la catedral capitalina del grave problema al que tiene que hacer frente Ciudad de México. La ciudad más grande del mundo -donde residen más de 20 millones de personas- se hunde irremediablemente", según han denunciado en las últimas fechas las autoridades locales.
Para algunos, como los concheros -danzarines ataviados con conchas marinas en los pies y plumas de aves siguiendo la tradición azteca- que se congregan en la plaza central de México Distrito Federal (DF) a diario, el hundimiento de la ciudad es tan sólo una venganza póstuma de la cultura indígena -"de Moctezuma", dice uno de los concheros- contra los colonizadores españoles.
Estos destruyeron la antigua Tenochtitlán, la capital azteca fundada en 1325, y edificaron sobre sus ruinas la ciudad actual invadiendo el espacio que ocupaba el lago Texcoco.
La crisis se agudizó ante la masiva extracción de agua del subsuelo que se desató a principios del siglo XX. México DF detenta actualmente el récord mundial de consumo de agua por habitante (300 litros diarios). O lo que es lo mismo: 64.000 litros por segundo. "Cada año se sacan 1.640 millones de metros cúbicos del manto acuífero subterráneo y sólo se recargan 825 millones", precisa Luis Robledo, miembro de la Comisión Nacional de Agua de México DF.
Monstruo.- "Es un monstruo gigantesco, construido sobre los remanentes de un lago al que no cesamos de quitarle agua. El 70% de todo el líquido que se consume en México DF procede de ese sustrato acuífero. No es una venganza, es una cuestión de lógica. Las reservas de agua disminuyen, bajan de nivel y la ciudad se hunde", añade Robledo Cabello.
A finales del siglo XIX la velocidad de hundimiento de la capital era de 4,5 centímetros por año -datos de la citada Comisión Nacional de Agua-, pero al aumentar la extracción de líquido en el periodo comprendido entre 1948 y 1951 se pasó a 44 centímetros anuales.
El grave problema se aplacó solo parcialmente a partir de 1953, cuando se comenzó a importar agua para el consumo de los habitantes de la ciudad, con lo que la velocidad de inclinación pasó a ser de 26 centímetros, que desde 1991 se estabilizó en ocho centímetros por año.
Inclinación.- Aunque durante este siglo México DF se hundió un promedio de 10 metros en el manto de arcilla y agua sobre el que se sustenta, el escoramiento paulatino de la capital no es uniforme. Las tres zonas más afectadas son el sector próximo al aeropuerto, que se hunde a una velocidad media de 35 centímetros por año; el área sureña de Xochimilco -15 centímetros anuales-; y el llamado centro histórico (ocho centímetros al año).
Entre los edificios más afectados por esta situación figura la emblemática catedral de la capital, considerada como el monumento colonial más importante de América Latina. Construida por orden del fraile franciscano Juan de Zumárraga, primer arzobispo de México, el templo -el mayor de todo el continente- tardó 240 años en completarse desde que se inició en 1573.
El edificio es una estructura de rasgos góticos, barrocos y neoclásicos, y 1.000 toneladas de peso, instaladas sobre los restos de la que fuera la pirámide de Tonatiuh -dedicada al culto al Sol-, que mandó derruir Hernán Cortés.
Si la inclinación de la catedral era de 1,50 metros en 1907, en 1989 alcanzó los 2,40 metros.
Comenzaron a detectarse grietas en las bóvedas que en conjunto llegaron a sumar casi cuatro kilómetros de extensión, al tiempo que los técnicos advertían que el edificio se ladeaba hacia el poniente y el famoso Sagrario churrigueresco del arquitecto Lorenzo Rodríguez lo hacía hacia el oriente. "Se estaba estirando y no es un edificio de goma", precisa Sergio Zaldívar, director del programa de recuperación del monumento, que comenzó en 1993.
La catedral se ha convertido en una suerte de experimento que se podría aplicar como remedio de emergencia al resto de la ciudad. Los técnicos dirigidos por Zaldívar recurrieron a la experiencia atesorada en el caso de la Torre inclinada de Pisa mezclándola con la inventiva local. "Cavamos 32 pozos de tres metros de diámetro y 25 metros de profundidad para extraer arcilla y así enderezar el edificio", aclara Zaldívar. "Por esos huecos se meten unos tubos con los que se sacan chorizos de suelo -un kilo de arcilla en cada extracción-, que dejan túneles de unos 10 centímetros de diámetro que se van cerrando poco a poco por el propio peso del edificio", añade el ingeniero Roberto Sánchez, miembro del equipo de expertos que trabaja en la catedral.
El templo es ahora un hormiguero donde casi 300 obreros aparecen y se desvanecen entre andamios, pasillos y túneles. Una computadora central conectada a decenas de sensores analiza cada cuatro horas los movimientos de la estructura, protegida por gruesos cables de acero que cruzan de lado a lado el edificio.
El proyecto ha consumido hasta el presente año 160 millones de pesos (unos 3.200 millones de pesetas), pero como apunta Zaldívar, "un minuto más de vida para la catedral vale por todos los años y todos los millones que hemos invertido en ella". "Hemos conseguido", añade el experto local, "que el edificio se enderece 94 centímetros, pero el hundimiento persiste. Lo único que podemos hacer es contrarrestar el desequilibrio".
Mortero.- La siguiente fase del proyecto se adentra en un terreno tan desconocido como innovador. Los expertos que pretenden nivelar la catedral analizan la posibilidad de compactar la base de lodo sobre la que se erige el edificio mediante "inyecciones de mortero" (o sea, mezclas de cal, cemento y otros materiales). "Se usarían tubos de cinco centímetros que se colocarían por debajo de los restos prehispánicos descubiertos en la base del edificio", subraya Zaldívar.
Si el programa tuviera éxito se podría generalizar en todas aquellas edificaciones afectadas por el desequilibrio. Y es que la catedral no es el único monumento colonial amenazado por la inclinación que se aprecia en el centro histórico de la ciudad. Edificios como el Palacio Nacional, San Ildefonso, San Agustín, Loreto o Santa Catalina presentan síntomas similares. "El hundimiento está afectando también al metro, al sistema de drenaje, a las tuberías de agua potable, a la red de alcantarillado... Hay que solventar esta situación o nos caemos en un pozo", concluye Roberto Sánchez.
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