Hoy almorzaba con un empresario catalán de nuevo cuño a quien, dentro de lo que cabe, las cosas le van bien. Claro que hace nada, poco mas de un año, tenía 34 millones de facturación y 400 empleados. Hoy estima cerrar el año en 15 millones y, claro, los empleados se han reducido a menos de la mitad. Y permanece vivo porque ha seguido en el pasado una estrategia de sanidad financiera, de financiarse al máximo con recursos propios, de vivir algo alejado de los requerimientos tentadores del crédito fácil que ofrecía la banca hace todavía pocos meses. Y, como es natural, ese hombre se preguntaba cómo es posible que en este contexto, con empresas en concurso y quiebras casi todos los días, por no decir todos, con recortes del circulante que asfixian a negocios razonablemente viables, los bancos en su conjunto siguen declarando cifras de beneficios que a muchos les parecen escandalosas. Porque ganar, lo que se dice ganar, son muy pocas las empresas que pertenecen a ese club. Y, al contrario, perder, lo que se dice perder, debido a cortocircuitos en la financiación bancaria, es algo mas que común en el mundo llamado de la riqueza real, que como siga así habrá que recalificarlo con otro nombre.
En este contexto no es extraño que el Banco de España muestre expectativas para el desempleo todavía peores que las finalmente reconocidas por el Gobierno, advirtiendo que la tasa de paro puede continuar creciendo aun cuando se muestren ligeros indicios de reactivación en la economía, ausentes todavía de cualquier análisis desprovisto de emociones políticas. Lo que pasa es que al banco de España le preocupa el desempleo porque “lastra las cuentas públicas”. Las cuentas privadas de los desempleados no son, al parecer, el principal motivo de preocupación de sus servicios de análisis.
Pero, claro, la receta de esa casa es rotunda: menos gasto publico, menos deficit, entidades mas financieras mas sanas, empresas mas rentables, empleo mas flexible, mejor tecnología, distribución mas eficaz…Claro. Teniendo las ideas tan claras la solución a la crisis la tenemos en la mano: nombrar a los técnicos del banco de España Ministros de Economía, Trabajo, Industria, Tecnología, Empleo y demás, y con ello el problema quedaría solucionado en unos meses. No entiendo por qué no lo hacen. En fin.
Y lo que todo el mundo desea o parece desear es que las cosas vuelvan cuanto antes a ser como antes eran. Leía en prensa ayer un titular que decía que tardaremos al menos cinco años en ser igual de ricos que éramos antes. Observar: la crisis, por profunda que sea, es solo un paréntesis. La recuperación será en V o en raíz cuadrada.Tardará tres, cinco o siete años. Pero al final volvemos al mismo sitio. Nada habrá cambiado. Cadáveres en el camino, pero el mismo modelo social implantado, los mismos parámetros del éxito/fracaso, la misma pasión de consumo, el mismo culto a lo superfluo, idéntica pasión por lo cuantitativo…
Seamos sinceros: en el fondo eso es lo que desea la inmensa mayoría de la gente. Que todo vuelva a ser mas o menos como antes, porque antes éramos felices en un entorno depresivo para determinados valores pero emocionante para otros arrebatos materiales con los que muchos saben vivir sin angustias. Y la crisis genera penurias económicas, destrozos familiares y costes emocionales profundos mostrados por el ascenso en flecha del consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
Confío que eso no va a suceder. Sospecho que sabremos sacar enseñanzas. Imagino que entenderemos el valor de una crisis sistémica. Me gustaría que se dieran cuenta de que esto que sufrimos es consecuencia de un camino plagado de excesos y de errores de concepto. Soñaría con que, como decía el profesor alemán del Congreso de Mística en Avila, nos diéramos cuenta de que debemos empezar por la educación primaria. Mantengo la esperanza de que a consecuencia de todo el sufrimiento derivado de lo vivido y lo por vivir seamos capaces de diseñar un nuevo modo de pensar que se traduzca en nuevos modos de comportamiento. De no ser así tanto sufrimiento no habrá merecido la pena.
Y no hay muchos indicadores de ese cambio. Algunos protestan por la financiación a la compra multimillonaria de jugadores de fútbol. Los bancos que se niegan a financiar a empresas, aportan ingentes cantidades de dinero para la compra de jugadores. Yo creo que si el sistema financiero se rige por las leyes del mercado, si eso es lo que hemos decidido, es difícilmente reprochable esa actitud. Estas operaciones demuestran el modo de pensar de quienes dirigen las instituciones de crédito. Otra cosa es que el mercado deba ser el asignador exclusivo del ahorro de una comunidad. Otra cosa es que vaciemos al crédito de su sentido público. Pero decidida una premisa, convertido al mercado en dogma, nos queda poco espacio para protestas que, en este contexto aceptado, tienen sustancia demagógica.
Ese es el modelo vigente en España. Por ello, nunca el Banco de España pondría objeción seria a esa operación, y, sin embargo, obligaría a provisionar préstamos a empresas del sector real a la mínima dificultad, salvo que, por razones política de coyuntura, decidiera “estirar” las provisiones.
Así son las cosas.¿Entenderán los empresarios el verdadero valor social del crédito?.¿Seguirán dispuestos a que funcionarios ajenos al riesgo de la nómina, como perceptor o pagador, disciplinen de manera indirecta sus negocios? ¿Permanecerán en la actitud de desentenderse de esas cuestiones comunes? Si es así no cambiarán los modos de pensar y tampoco lo modos de comportamiento. Hasta la próxima crisis sistémica, en ese caso.
Fuente: Blog de Mario Conde
Imagen:
0 comentarios:
Publicar un comentario