López llegó a las nueve de la mañana en compañía de su mujer a un parlamento vasco custodiado por unas medidas de seguridad excepcionales. Quince minutos después lo hacía un serio Ibarretxe, escoltado por su mano derecha, Idoia Zenarruzabeitia. Su mujer y sus hijas llegaban por su lado y se instalaban en la misma tribuna de invitados que por la tarde ocuparon Mariano Rajoy y José Blanco.
Las esposas de los candidatos, junto a ex lendakaris y diversas personalidades vascas siguieron el desarrollo de un discurso, el de López, cuyo eje central fue la solicitud de colaboración a todas las fuerzas políticas para lograr dos objetivos: superar la crisis y, sobre todo, acabar con ETA «con todos los medios que en derecho sean posibles para combatirla». Dos objetivos para los que pidió la «confianza» de la Cámara con el propósito de «unir a la sociedad vasca para hacer de Euskadi un país mejor». El País Vasco, evocó, «que quiero liderar, es el que suma fuerzas políticas y sociales, sentimientos de identidad, mundos lingüísticos, tradiciones…», mostrando su hoja de ruta para lograr un Gobierno que supere «los viejos discursos separadores de los nuestros y los otros». Pero, sobre todo, recalcó que «mi primer empeño será poner fin al terrorismo», al tiempo que celebraba la ausencia, por primera vez, de proetarras en la Cámara vasca: «Aquí estamos todos los que tenemos que estar».
Plan de choque anticrisis
La parte más extensa de su discurso la centró la crisis. Anunció medidas de «choque» y pidió a todos que «arrimen el hombro». Así, dejó claro que será necesario endeudarse con un margen superior a los 3.000 millones, al tiempo que anunciaba la puesta en marcha de un plan para la recolocación de parados. Y en medio de todo eso, el diálogo. Por ello, prometió que convocará «de forma inmediata» a empresarios y sindicatos a una Mesa de Diálogo Social, y aprovechó para referirse a la huelga que los sindicatos nacionalistas han convocado para el día 21, pidiéndoles «una oportunidad». En cuanto a las medidas inmediatas para atajar la sangría de empleos, destacó que acelerará la licitación de obra pública y tratará de levantar los sectores de la automoción y la construcción.
Y todo, de nuevo, bajo una llamada a la unidad. Una unidad que reclamó con más fuerza aún para acabar con la violencia terrorista. Parafraseó al fallecido Fernando Buesa, recordando que «la paz exige la desaparición de la violencia». Tampoco se olvidó de las víctimas. «Este país no se construirá sobre el olvido, sino sobre la memoria de quienes fueron injustamente asesinados». «Voy a presidir un Gobierno que ha sido expresamente amenazado antes de empezar su andadura», algo que para el socialista «no puede tolerar una sociedad democrática». Pero, añadió, «los socialistas sabemos que hay cosas por las que merece la pena sufrir», como el deseo de los vascos de vivir en paz y libertad. Por ello, consideró que una de las claves es la deslegitimación del terrorismo en ámbitos como la educación o los medios de comunicación. «Quiero conseguir la paz sin ningún precio político», sentenció.
Tras esto venía otro de los puntos fuertes de su discurso. López se comprometía a «trabajar desde el primer día para revitalizar el Estatuto de Guernica». «Gobernaré con el Estatuto en la mano para avanzar en libertad». Junto a esto, se comprometió a abrir negociaciones con el Gobierno central para asumir todas aquellas transferencias pendientes, empezando por las Políticas Activas de Empleo.
La educación con la palabra «futuro» como base y el tan polémico modelo lingüístico vasco como reto fue otro de los platos fuertes de la alocución. El lendakari destacó que derogaría algunos de los artículos del llamado «Currículum vasco», apostando por un «bilingüismo integrador, fomentando el uso vehicular de las dos lenguas». Eso sí, quiso quiso dejar claro que ni reducirá ni eliminará la ayuda económica para las actividades realizadas en euskera.
Patxi López concluyó agradeciendo a Ibarretxe su trabajo y esperando que, en el futuro, puedan contar con ellos, pese a «haber discutido» en innumerables ocasiones. «Ésta es la mano del nuevo Gobierno, que ofrece y pide colaboración. Yo nunca la retiraré», concluyó entre numerosos aplausos de la sala.
Fuente: → La Razón
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