El reciclaje de estas naves es casi inexistente y sus materiales -sobre todo resinas y fibra de vidrio- no sólo se pierden en vertederos, sino que contaminan los lugares donde quedan varadas, explica en una entrevista con Efe Ventura, quien avisa del riesgo de que la crisis acentúe la tendencia de muchos dueños de barcos de dejar de pagar los amarres de los puertos y desentenderse de ellas.
Este experto aboga por que la administración fije un modelo que tenga en cuenta todo el ciclo de vida, de 15 a 30 años
Este experto aboga por que la administración fije un modelo que tenga en cuenta todo el ciclo de vida de las embarcaciones (de quince a treinta años de media, según el cuidado que reciban), tanto de los materiales con los que se fabrica, como lo que se hace con ellas una vez que dejan de ser útiles, y que implique a las empresas náuticas.
Para Ventura, es esencial una ley que incorpore un censo de altas y bajas de las embarcaciones, y un impuesto de navegación que controle que si la nave deja de utilizarse se recicle correctamente, "como ocurre con los coches y el impuesto de circulación", afirma.
"Hasta ahora se abandonan, se hunden o van a un vertedero, cuando son residuos peligrosos que contienen combustibles, aceites o metales pesados; hay que descontaminarlos y hacer una gestión correcta", afirma Ventura, quien indica que hay pocos propietarios que den una salida adecuada a las naves, porque les resulta caro.
"Imposible saber cuántos se hunden"
La Fundación Mar, con sede en Begur (Girona), estima que sólo en Cataluña, con una flota estimada de unas 65.000 embarcaciones, unas 1.300 (el 2% del total) entran en desuso cada año, muchas de ellas hundidas con la intención de cobrar el seguro tras camuflarlo como un accidente.
Ventura reconoce que es imposible saber cuántos barcos se hunden de forma intencionada, a la vez que apunta que a muchos se les saca el número de la matrícula "y ahí se quedan", por lo que es un problema para la administración saber quién es el propietario.
"El uso de los barcos en España es de unos siete días de media al año. Cuando las cosas van mal, como ahora con la crisis, muchos propietarios no pagan la cuota de amarre, y el puerto, tras un embargo, se queda con los barcos que muchas veces no encuentran nuevo dueño en una subasta", indica Ventura.
Fuente: 20 Minutos
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