Vinos con denominación de origen
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R ioja, Somontano... En el mercado hay más de 67 denominaciones de origen y, por si fuera poco, cada año surge alguna nueva. ¿Para qué sirve esta distinción? ¿Qué nos asegura? Se lo contamos.
Muchos aficionados al vino se encuentran abrumados ante la proliferación de denominaciones de origen en los últimos años. Distinguir el polvo de la paja, es decir, la información importante para quien quiere beber vinos de calidad y a precios razonables de las clasificaciones burocráticas y legislativas, es el primer consejo para moverse con soltura entre tanta complejidad terminológica.
Acredita la procedencia del vino, de qué zona geográfica es. Las denominaciones de origen (D. O.) se crearon en la Segunda República. Los vinos controlados por los Consejos Reguladores de las D. O. son «vinos de calidad producidos en una región determinada». Un escalón inferior es el denominado `vinos de mesa´, algunos con derecho a la mención tradicional `vinos de la tierra´, donde, no lo olvidemos, también hay excelentes productos.
El consumidor sabe que se ha controlado el viñedo y dispone de datos sobre cómo ha sido todo el proceso, desde el rendimiento de las cepas, pasando por el método de elaboración, hasta la fase final de envejecimiento y conservación. Los controles analíticos son también una garantía adicional. Además, por sus propios organismos de supervisión y gestión, las D. O. ofrecen importantes estímulos de cara a la mejora de la calidad de los vinos.
No, aunque conviene saber que fuera de las D. O. hay también muy buenos caldos. Los vinos de mesa, que solían ser los de peor calidad, incluyen ahora también algunos de los mejores productos de nuestro país. Además, las D. O. pueden tener normativas que perjudiquen a algunas cosechas, como obligar a un tiempo en barrica que algún vino acaso no resista, lo que acarrea un incremento en el precio final, con lo que al consumidor le puede salir más caro el vino y las bodegas pueden tener mayor dificultad en los mercados internacionales, donde la competencia de los vinos de los `nuevos mundos´ (Sudamérica, Sudáfrica, California, Australia, Nueva Zelanda) es cada día mayor.
En total, 67, dos de ellas nacidas en mayo de este mismo año. En realidad, a efectos oficiales, existen en España actualmente 73 `vinos de calidad producidos en una región determinada´, de los que 67 están acogidos a D. O., con Consejo Regulador y con los trámites en regla. Cuatro son `vinos de pago´, todos en Castilla-La Mancha, y los otros dos son `vinos de calidad con indicación geográfica´, ambos de Castilla y León.
Los Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla Sanlúcar de Barrameda fueron creados en 1932. En relación con el Rioja, aunque en 1926 se decretó la creación del Consejo Regulador de la D. O. Rioja, no fue hasta 1947 cuando su reglamento fue publicado en el BOE. El Estatuto del Vino de 1932 concedió nombre a 19 zonas geográficas: todas ellas continúan con el mismo nombre 76 años después. Además de las nombradas, se encuentran algunas muy conocidas, como Montilla-Moriles, Ribeiro, Penedés, Valdepeñas, La Mancha, Navarra o Rueda, y otras que se han relanzado recientemente, como Priorat, Cariñena o Utiel-Requena.
En los casi ocho años que llevamos de este siglo XXI han visto la luz una docena de D. O. Muchas de ellas se encuentran en la meseta. Así, en Castilla y León acaban de nacer Tierra de León (2008) y Arribes (2008). Puede que muchas no le suenen, pero, aunque jóvenes, son auténticas estrellas, algunas con siglos de experiencia y se abre la ocasión de probarlas y conocerlas mejor.
Pues sí, tiene a todos los efectos la consideración de D. O., pese a que existen cavas acogidos a la misma D. O. en varias regiones de España (por ejemplo, en Valencia, La Rioja, Aragón o Extremadura).
Para que eso ocurra tiene que cumplir unos requisitos, especialmente que el embotellamiento debe hacerse en la misma bodega y dentro del territorio de la D. O. Esto sólo ocurre con Rioja y Priorat.
Las distintas añadas de una D. O. pueden ser muy diferentes. Sí, la tierra y la uva son las mismas, pero la climatología es variable e influye mucho en el resultado final, en la calidad y en la cantidad de la uva y en cómo debe ser tratada.
Juan Luis Recio
Fuente: xlsemanal
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