Ciudades prohibidas de la China Olímpica
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E l milagro económico que ha convertido al gigante asiático en el primer país exportador del mundo, y el segundo con más millonarios, tiene un doloroso coste: 760.000 muertos al año por la contaminación. Megalópolis y extensas áreas geográficas en las que la gente nace y muere aquejada por extraños tumores. Hemos estado en Daqing, Tianjin y en los llamados `pueblos del cáncer´, terribles ejemplos de la china de los Juegos Olímpicos.
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Aunque no puede ver con su ojo derecho, horriblemente inflamado, el hombre clava la mirada en las humeantes chimeneas y en las lenguas de fuego que despiden las torres de la cercana refinería de la empresa estatal Petrochina. Como uno más de los desgarradores contrastes de la China del siglo XXI, este futurista complejo petroquímico se ubica a pocos metros de su casa, una humilde construcción de ladrillo a la que se accede por un polvoriento camino de tierra plagado de socavones y que parece más una choza africana que un hogar de la cuarta potencia económica del mundo.
En medio de las viviendas, el humo escapa de la chimenea de una fábrica en Jilin, una ciudad del norte de China. Esta localidad está plagada de petroquímicas de la empresa estatal Petrochina
«Cuando me vuelven las jaquecas, tengo que sujetarme la cabeza con las dos manos para que no me estalle», se queja Zhao Xiuting, quien se encuentra tan débil que ya no puede trabajar en el pequeño campo de maíz que antes le reportaba 200 yuanes al mes (18,45 euros). Recostado en un camastro dentro del destartalado cuartucho, el hombre se lamenta de que «los médicos no conocen la causa de mi enfermedad. Sólo me han dicho que tengo un virus, pero no me fío».
Aunque puede que su desconfianza no le sirva de mucho, hace bien en mostrarse precavido, ya que sabe de otros casos de manchas y jaquecas similares en la zona y su vecino de la casa de al lado, Dai Lianzhong, murió el año pasado de un cáncer fulminante.
«En 2006 le diagnosticaron un tumor en el pulmón izquierdo y tuvo que dejar de trabajar en su ganadería. Antes de morir sufrió un catarro y llegó a escupir sangre porque los pulmones le dolían muchísimo», recuerda con tristeza su viuda, Shao Xiyun, de 54 años.
Coincidencia o no, el 14 de agosto de 2006 hubo un grave accidente en la refinería de Petrochina en el que murieron tres trabajadores y otros dos resultaron heridos. «Estaba en mi tractor cuando vi una gran explosión y cómo todo el mundo huía, despavorido, tratando de escapar de una gigantesca bola de fuego», relata Zhao Xiuting junto con Sun Jingchen.
Levantados por doquier en plena ciudad y a pocos metros de casas, escuelas y parques públicos, los pozos petrolíferos bombean el crudo las 24 horas del día en Daqing, al norte de China, en la provincia de Heilongjiang
Aunque éste es un trabajador de la petroquímica, ha emprendido una cruzada para descubrir la causa de las extrañas enfermedades y los casos de cáncer que están proliferando en Hongwei, una localidad de 11.600 habitantes perteneciente a la ciudad industrial de Daqing, en la provincia de Heilongjiang, al norte de China y a 400 kilómetros de la frontera con Rusia.
Levantada a finales de los años 50 sobre el mayor yacimiento de petróleo del gigante asiático, Daqing (que en mandarín significa `gran celebración´) encarna la primera industrialización que emprendió la China comunista en el nordeste del país. «En la industria hay que aprender de Daqing», dijo en aquella época Mao. Y es cierto que esta ciudad supone todo un ejemplo, pero más bien de lo que no se debe hacer. Siguiendo el modelo estalinista de unir las factorías y las casas de los trabajadores en un mismo lugar, en esta urbe de un millón de habitantes abundan los pozos petrolíferos por doquier.
Las tuberías que llevan el vapor para la calefacción de las casas son tan viejas que el vaho se escapa constantemente por sus grietas. Este entramado de conductos recorre la ciudad de Jilin, a pocos metros de las viviendas y bajo la mirada resignada de sus habitantes
Para extraer el `oro negro´ acumulado en el subsuelo, que fluye a la superficie en cuanto se aran sus cultivos, las típicas `hormigas mecánicas´ bombean el crudo las 24 horas del día en todos los rincones de la ciudad: entre los bloques de pisos, en la puerta de un colegio, detrás del centro cultural, al lado del parque de atracciones y justo enfrente de la noria.
Gracias al petróleo, Daqing es lo que en el coloso oriental se considera una ciudad rica. Así lo atestiguan sus amplias calles de cinco carriles en cada sentido y los imponentes edificios oficiales que pueblan la interminable avenida del Siglo, fantasmagóricos paralelepípedos de color gris que lucen el emblema del Gobierno o de Petrochina. «Aquí se vive muy bien y los pozos no suponen ningún problema para la salud, ya que el petróleo va por debajo de la tierra y ni siquiera hace ruido de noche», se justifica un taxista local que reproduce la versión que difunde la propaganda del régimen.
Restos químicos se acumulan en la tierra cuarteada en que se ha convertido el lecho de un río cercano a Hogwei, al que van a parar todos los desagües de las petroquímicas de alrededor y cuyas aguas desembocan en el embalse del que beben sus vecinos
Debido a su pujanza, muchos emigrantes de otras provincias cercanas, como Liaoning o Shandong, se han instalado en la ciudad a medida que crecían sus industrias. Todas ellas se engloban en la Zona de Desarrollo de Alta Tecnología de Daqing, que comprende los parques petroquímicos de Hongwei, Xinghua y Linyuan y otras áreas dedicadas al equipamiento industrial, la informática y hasta la investigación con cultivos de soja.
Sólo en el parque de Hongwei, que se extiende por unos 20 kilómetros cuadrados, hay más de 87 compañías que facturaron en 2006 unos 12.800 millones de yuanes (1.182 millones de euros). Entre ellas, destacan Daqing Lianhua, una subsidiaria de Petrochina que emplea a 11.000 operarios y explota el cuarto campo petrolífero más productivo del mundo para alimentar el frenético crecimiento del sediento `dragón rojo´.
Pero son, precisamente, este crudo y sus distintos derivados químicos, que hacen que China siga progresando a velocidad de vértigo, los mismos que están matando a sus habitantes.
En Hongwei, dividido alrededor de la planta química en seis aldeas (`equipos´, según la terminología en mandarín), 24 personas murieron de cáncer entre marzo de 1992 y noviembre de 2004. Todas ellas vivían en el `equipo´ número 2, que está a unos metros de la puerta oeste del parque petroquímico y donde sólo hay 600 residentes.
Los oleoductos, las conducciones para el gas y las tuberías de vapor son ya un elemento tan habitual en Jilin que sus habitantes hasta han montado pequeños negocios bajo los mismos.
En septiembre de 1995 tuvo lugar una fuga de nitrógeno y las consecuencias se notaron en todo el pueblo, donde los cultivos quedaron arrasados y fueron exterminados los pájaros, las gallinas y el ganado. El 12 de junio de 2004, Chen Youjiang llevó a sus vacas a beber agua en la zona de Xi Pai Shui y 13 animales murieron por los vertidos que había efectuado la compañía bioquímica Zhi Fei. Dos días después, el pastor Qian Changhai vio cómo 27 de sus ovejas perecían al beber de un río cercano. El hombre acabó padeciendo un cáncer linfático.
Por duro que resulte, no es de extrañar, a tenor de la peste que despide el río que baña Hongwei, a cuyas aguas, que luego fluyen hasta el embalse del que bebe el pueblo, van a parar todos los desagües de las fábricas de alrededor.
Pero lo peor está ocurriendo en el `equipo´ número 2 de Hongwei. Desde 1986 ha nacido más de una docena de niños con parálisis cerebral, algunos de los cuales viven a unos cuantos pasos de distancia.
Es el caso de Zhu Xiaoqi, un varón de 12 años que reside en el mismo callejón que Sun Mengyu, de 15, a quien su madre, Wang Hongying, da de comer una sandía en el patio de la vivienda, bajo las chimeneas del polo químico. Allí trabaja su marido, que ya está sufriendo los mismos problemas respiratorios que sus compañeros por la falta de mascarillas y trajes especiales. Por su parte, los progenitores de Zhu Xiaoqi también están empleados en la fábrica, que ha impuesto la ley del silencio sobre estas familias.
«Sólo el diez por ciento de los padres que tienen hijos con minusvalías reconoce el problema», advierte Liu Fengqin, quien hace tres años abrió en Daqing una escuela de educación especial a la que acuden 30 niños deficientes, algunos víctimas de la contaminación.
Hongwei, campamento 2. Situados pared con pared con la petroquímica Petrochina, en un barrio de apenas 300 habitantes, más de 20 niños han nacido con malformaciones y tumores. Las víctimas tienen miedo de hablar por las continuas amenazas que han recibido. En la foto, uno de los niños de Hongwei
Uno de ellos es Dou Yuqi, que tiene 11 años y cuya cabeza alargada recuerda a los afectados por el Agente Naranja, el letal pesticida químico con el que las tropas de Estados Unidos arrasaban la jungla durante la guerra de Vietnam. «Los médicos dijeron que le faltaba aire al nacer, pero su familia vive cerca de una fábrica de plásticos», desvela la profesora mientras atiende a Wang Yan, una niña de 15 que es el peor caso del centro.
La aparición de numerosos casos de cáncer en zonas cercanas a campos de la empresa estatal Petrochina es un tema tabú y prohibido para el Gobierno chino, que pretende mantenerlo a espaldas de la comunidad internacional
A pesar de que no hay investigaciones independientes que hayan descubierto la relación entre la contaminación de la petroquímica y estas enfermedades, los vecinos de Hongwei temen que las autoridades les estén ocultando la verdad.
No en vano la polución es ya el problema más grave de China, cuyo `milagro económico´ se ha producido a expensas del medio ambiente. Según el Banco Mundial, 16 de las 20 ciudades más contaminadas del planeta se encuentran en el coloso oriental, donde el 27 por ciento de sus 341 mayores urbes y 116 millones de personas padecen unos niveles de polución en el aire muy peligrosos, al tiempo que el 70 por ciento de los ríos y lagos están seriamente degradados y 300 millones de habitantes no tienen agua potable. Como consecuencia, la lluvia ácida riega un tercio del país, incluyendo vastas extensiones de cultivo, y 298 áreas urbanas.
«Sólo el diez por ciento de los padres con hijos que tienen minusvalías reconoce el problema», asegura Fengqin, del centro de educación
Además de causar la muerte de 400.000 personas al año por enfermedades pulmonares y cardiovasculares –700.000 si se cuenta la contaminación interior por la mala ventilación de muchas viviendas–, la polución amenaza con hipotecar los gastos sanitarios. Junto con dicha cifra, 60.000 chinos perecen al año por diarrea, cáncer de estómago y otras enfermedades relacionadas con la mala calidad del agua.
Todo este paisaje apocalíptico se aprecia en la industrializada costa china, cubierta constantemente por una espesa capa de niebla gris que impide que se vea el sol. Así ocurre en Tianjin, una megalópolis industrial de diez millones de habitantes que se halla a 100 kilómetros de Pekín y es el principal puerto del norte del país.
Alrededor de esta ciudad, que alberga 15.000 empresas y 200 multinacionales como Motorola, Toyota, Yamaha y Coca-Cola, se encuentran los conocidos como `pueblos del cáncer´. Entre ellos destaca Xiditou, donde han enfermado 300 de sus vecinos por la contaminación que causan las refinerías de la compañía estatal Sinopec y las fábricas químicas de Dagang.
La población infantil es la más vulnerable y la que más sufre las consecuencias de la contaminación ambiental. Muchos niños nacen con graves malformaciones o enferman a los pocos meses. Las familias, a veces, no se atreven a denunciar
Cerca de allí, en el puerto de Tanggu, las grúas cargan sin cesar los contenedores de mercancías con que la `fábrica global´ está inundando el mundo. Al mismo tiempo, interminables trenes con más de 60 vagones cargados de carbón recorren la costa en dirección a las centrales térmicas para que a las factorías no les falte energía.
Dou Yuqi, de 11 años y natural de Long Feng, nació con una malformación en la cabeza como las víctimas del Agente Naranja en Vietnam. Dou Yuqi no para de llorar, parece que está desarrollando un tumor en la cabeza. Los médicos dijeron, como siempre, que le faltaba oxígeno en el cerebro al nacer, pero su familia vive cerca de una zona industrial en Daqing
Mientras los atletas chinos copan el medallero y el todavía denominado régimen comunista se legitima ante el mundo, las víctimas del milagro económico seguirán dejándose la salud en Daqing, Tianjin o Jilin. En esta ciudad del nordeste de China, las industrias de Petrochina se levantan al otro lado de la calle en una zona residencial por cuyas aceras discurren enormes tuberías de vapor, que escapa humeante entre sus grietas ante la mirada impasible de los vecinos que toman el fresco a su lado o incluso han instalado lavaderos de coches bajo las mismas.
Una treintena de niños y adolescentes con tumores y minusvalías psíquicas, muchos de ellos provocados por la contaminación, son atendidos en un centro especial: El Pequeño Cisne de Daqing, en la imagen
De noche, una gigantesca lengua de fuego de varios metros de altura, procedente de la refinería situada al otro lado de la montaña, ilumina el horizonte urbano como si fuera de día, brillando en medio de imponentes rascacielos cuyas fachadas de colores refulgen ante el río Songhua. El 13 de noviembre de 2005, una explosión en una de sus petroquímicas causó aquí una de las mayores catástrofes ecológicas de China al provocar el vertido de cien toneladas de benceno y una mancha de 80 kilómetros que llegó hasta Rusia.
Las malformaciones genéticas que provoca la contaminación son palpables en algunos de los niños que acuden al centro especial Daqing
El Gobierno, que al principio ocultó el desastre, también está intentando tapar ahora sus secuelas. Para ello ha plagado de árboles y césped la ribera del Songhua. Al atardecer, allí se reúnen los confiados vecinos de Jilin para bailar el yangge, una danza tradicional del nordeste de China en la que los abuelos agitan unos pañuelos de colores al son estridente que marcan los clarinetes y tambores y bajo la sombra siempre humeante de las chimeneas de las petroquímicas.
Este centro fue abierto hace tres años por Liu Fengqin, una mujer que, además, trabaja recogiendo muestras de los pozos petrolíferos que abundan por toda la ciudad. Cobra entre 700 y 1200 yuanes al mes por atender a los niños
Texto: Pablo M. Díez
Fotografía: ÁLVARO YBARRA ZAVALA
Fuente: xlsemanal.
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Publicado por Fali A las: 5:33
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