◄ ¡ Hola ¡ Saludos desde MÉRIDA (España). Ciudad romana y Monumental. Si puede, no deje de visitarla. │◄ Hello! Greetings from MERIDA (Spain) Roman and Monumental City. If it can, it does not let visit it │◄ Bonjour ! Salutations de la ville romaine et monumentale de MÉRIDA (Espagne). Si elle peut, elle ne laisse pas la visite il. │◄ Hallo! Grüße MÉRIDA (Spanien) von der römischen und hervorragenden Stadt. Wenn sie kann, läßt sie nicht Besuch es. │◄ Ciao! Saluti dalla città romana e Monumental de MERIDA (Spagna). Se può, non lascia la chiamata esso. │◄ Hello! Cumprimentos da cidade Roman e Monumental de MERIDA (Spain). Se puder, não deixa a visita ele.

Marlon Brando

   ♦       Sección:   BIOGRAFÍAS NO AUTORIZADAS.       ♦  


Protagonista. 'Un tranvía llamado deseo' (1951) le encumbró a lo más alto de Hollywood. 
Protagonista. 'Un tranvía llamado deseo' (1951) le encumbró a lo más alto de Hollywood.

glowtxt.com image 


D

ueño de un magnetismo sexual que no distinguía géneros, Marlon Brando hizo de la seducción y la provocación su forma de vida. Incubó su perversidad al calor de una relación edípica con su madre que acabaría moldeando su forma compulsiva de amar y de vivir. Con 20 años abandonó su Omaha natal y con apenas 30 conquistó Hollywood subido a 'Un tranvía llamado deseo'. Darwin Porter repasa en 'Brando unzipped' la vida de este amante insaciable que dejó un camino sembrado de corazones rotos, dormitorios vencidos e interpretaciones tan bárbaras y salvajes como él

Marlon Brando, el sátiro infatigable.

Cuando una tarde de mayo de 1943 Brando llegó a la Penn Station de Manhattan, sabía que era diferente a los demás actores y estaba seguro de que las multitudes lo aclamarían. Para llamar la atención llevaba un sombrero de fieltro de color cereza. Años después declararía que «quería patear el culo de Nueva York».

Tenía 19 años y era el arquetipo del macho narcisista con maneras de pantera. Su apostura física era absolutamente perfecta y pudo confirmarlo en las miradas de los hombres con los que coincidió en los urinarios de la estación. Componía con su rostro una expresión deliberadamente hostil porque no ignoraba el magnetismo sexual que ejercía sobre las mujeres y los homosexuales.

Oscarizado. Con su primer Óscar junto a Bette Davis y Grace Kelly en 1955.

Oscarizado. Con su primer Óscar junto a Bette Davis y Grace Kelly en 1955.

Mientras exploraba los territorios del teatro off Broadway, hacía pequeñas chapuzas por aquí y por allá: camarero en un restaurante de Bleeker Street, ayudante de un vendedor de sándwiches en la Quinta Avenida, reponedor en unos grandes almacenes o vendedor de limonada en Central Park. Cuando tuvo algún dinero pudo matricularse en los cursos de teatro del New School for Social Research que dirigía el refugiado alemán Erwin Piscator, uno de los mayores talentos del teatro contemporáneo. Uno de sus alumnos, Walter Matthau, conjeturó que Marlon quería ser actor para «tirarse a todo el mundo». Lo decía porque antes de convertirse en actor, se hizo un cuadro de trofeos que habría envidiado aquel sátiro infatigable llamado Giacomo Casanova.

Cuenta su biógrafo Darwin Porter, en un libro que lleva el título impertinentemente franco de Brando desbraguetado, que por mediación de Piscator Brando conoció a Einstein y que ese encuentro quedaría para siempre en su memoria. Debió de ser uno de sus escasos encuentros que no terminó en la cama. Años después declararía que «Albert y yo teníamos mucho en común. Los dos nos tiramos a Marilyn Monroe; pero creo que él era mejor que yo en ese aspecto». Irónica concesión en el amante más aguerrido del séptimo arte y de las otras seis.

La lista interminable de sus conquistas comenzó por la colombiana Celia Webb, que tenía ?0 años más que él, los labios pulposos y la piel canela que obsesionaría al actor toda su vida. Como su marido estaba en la guerra, entretuvo sin culpa al joven de Nebraska. Brando recordaría en sus memorias, Las canciones que me enseñó mi madre, que Celia «jamás llevaba bragas» y que cuando paseaban de noche por las calles, la llevaba a un oscuro callejón «y la empalaba contra una pared». Hasta 1948, cuando Brando logró su primer éxito teatral, Celia no abandonó su sueño de casarse con él. Caroline Burke, su segunda amante neoyorkina, inauguró la larga lista de las relaciones simultáneas de un amador insaciable que confesó a un amigo: «Pertenezco a todas las mujeres del mundo. ¿Por qué el resto de las mujeres no iban a tener derecho a una pequeña prueba de mi valía?».

Viejos amigos. Como Napoleón junto a Marlyn Monroe en 1954.

Viejos amigos. Como Napoleón junto a Marlyn Monroe en 1954.

Cuando por azar entró en la cafetería Hector´s, en la esquina de la Cuarta con la Séptima, un escritor aún bisoño llamado Norman Mailer le presentó a su colega negro James Baldwin. Era el primer encuentro de este trío de rebeldes marginales que estaban a las doce menos cinco de convertirse en celebrities. James Badwin se convirtió en la primera pieza masculina cobrada en Nueva York por aquel Adonis asilvestrado cuya polimorfa perversidad incubó en su adolescencia, cuando su madre, una actriz alcoholizada cuya mayor fortuna había sido ser amante de Henry Fonda, le toleró la rebeldía mayúscula del incesto como culminación de una historia edípica. La novedad que aportaba Baldwin a su palmarés no era que fuera hombre, sino que fuera negro; porque Marlon ya se había hecho notar en la academia militar de Shattuck por sus amores con un adolescente de belleza femenina y luminosa llamado Steve Gilmore, que acabó derramando lágrimas amargas cuando supo que en sólo un año, mientras se acostaba con él, Brando había seducido a 28 mujeres. Cuando Duke, su novia de entonces, sorprendió a Marlon sodomizando a Steve sufrió una crisis de histeria. Era el primero de una larga lista de corazones rotos por aquel atleta de los colchones.

El Group Theatre era el precedente del célebre Actor´s Studio y el semillero del star system. Con el famoso Método del ruso Constantin Stanislawsky, formó a dos hornadas de estrellas. Allí conoció Brando a la profesora Stella Adler, quien inmediatamente supo que su alumno era «un genio en estado bruto, un vagabundo de Nebraska cuyo magnetismo era tan poderoso que era imposible no excitarse en su presencia». Marlon había encontrado a su mamá y pudo hacer con ella todo lo que no se atrevió a hacer con la madre que lo parió. Su primera mujer, Anna Kashfi, afirmaría que la sexualidad de Marlon consistía en «dejar libre todos los deseos reprimidos hacia su madre». Stella quiso seducirlo para su hija Ellen, pero Brando se abandonaba alternativamente en los brazos de madre e hija.

Asegura su biógrafo Darwin Porter que, como era adepto a las fugaces ceremonias con desconocidas y malvivía de algunas chapuzas, «se veía obligado a robar las bragas de sus amantes eventuales para vestirlas él mismo, porque era más asequible que lavar su propia ropa interior. Así se extendió el rumor que de que era un travestí». Nada de eso, sólo un pobre muerto de hambre. Su patrimonio se reducía a algunas camisetas y jeans, un traje oscuro, un magnetófono, un pequeño piano transportable y un tam-tam. Su suerte empezó a cambiar en 1943, cuando debutó en la escena neo-yorquina en un pequeño papel del Saint Joan de Bernard Shaw. Era brillante en escena y de una presencia fascinante que no pudo resistir el dramaturgo Clifford Odets, amigo de Chaplin y de Einstein y amante de Cary Grant; pero también de Fay Wray, a quien había logrado arrancar de los brazos de Howard Hughes y de King Kong. Odets fue uno de los hombres de su vida. Otro sería el actor Wally Cox, a cuya cama recurría siempre que no tuviera otra a la que acudir. Murió en ?973 y abismó a Marlon en una profunda soledad: «No tengo palabras», confesó a un periodista, «para decir hasta qué punto me falta ese hombre y hasta qué punto lo amaba». El amor con ambos duró lo que les duró la vida y en la convulsa vida sentimental de Brando, sólo ellos y Marilyn fueron suelo firme.

Viento en popa

A Marilyn la había conocido en un bar de la Octava Avenida, cuando ambos eran parias buscavidas en las calles de la Gran Manzana. Marlon le ofreció 15 dólares por una noche de amor. De ser cierto, este dato que aporta Porter, revelaría una ocupación de Marilyn que no recoge en ninguna de sus biografías. ¿Vendió Norma Jean sus encantos por las calles de Nueva York?. La respuesta de Porter es que «parece completamente posible».

Cuando a los 20 años el joven canalla de Omaha estaba lo bastante maduro para representar un papel en I Remember Mama, una producción de Rodgers y Hammerstein, a su carrera le sopló el viento de popa. Tras la representación, alguien llamó a su camerino y el actor se topó con el rostro familiar de una actriz cuya ambigüedad sexual sólo era comprable a la de Brando: era Marlene Dietrich. Ante el pasmo del homenajeado, ella se arrodilló, metió la mano en su boxer y por un rato se convirtió en lo que él llamaría después «la más perfecta pipa del mundo». Después de su ofrenda, la actriz se presentó: «Perdóneme señor Brando, soy Marlene Dietrich y he admirado mucho su representación de esta noche». Desde ese acto inaugural ella, que le aventajaba en 23 años, lo invitaba a cenar y le urgía a terminar pronto el postre «sin dejar ni una miga. Vas a necesitar mucha fuerza para las pequeñas distracciones que he previsto para nosotros esta noche».

Momentos difíciles. Con su hijo Miko y su nuera en el juicio contra su hijo Christian por asesinato en 1991.

Momentos difíciles. Con su hijo Miko y su nuera en el juicio contra su hijo Christian por asesinato en 1991.

También Montgomery Clift lo admiró en I Remember Mama y comenzó una amitié amoureuse breve e intensa. Los críticos comparaban su manera de actuar y a ambos se les pedían papeles de tipos torturados; pero Monty tenía un aproach intelectual al personaje; Brando era más instintivo, más animal, como acreditaría en su mejor papel, el de Stanley Kowalsky en Un tranvía llamado deseo. Si el amor entre ambos duró mucho menos que su amistad, fue porque Brando no soportaba las depresiones de su amigo. Monty se culpabilizaba por sus tendencias homosexuales, mientras para Brando cualquier tipo de sexo era un gozo, una bendición de Dios. Antes incluso de enfriarse la pasión, aquel joven salvaje ya compatibilizaba a su amigo maniaco-depresivo con Doris Duke, la mujer más rica del mundo. Brando tuvo tiempo también para frecuentar las sábanas de seda de Leonard Bernstein, el compositor de West Side Story. A esa obra llegó tarde el joven Brando, pero no a Antígona, que le valió el aplauso de un inglés shakesperiano llamado Sir Lawrence Olivier. Se presentó en su camerino diciendo: «Qué maravilla de representación. Soy el que se hacasado con Scarlett O’Hara». El refinado inglés estaba tan fascinado por el salvaje americano, que pronto expulsó a Vivien Leigh de su lecho para dejar sitio a Brando. Cuando Vivien supo del amor triunfal entre su esposo y Brando, no hubo reproches, con flema británica se limitó a decir: «¿Marlon Brando?, yo debería probarlo también». Aún ignoraba que sólo un año después tendría al actor a tiro cuando coincidieron en Un tranvía llamado deseo. Durante meses Marlon estuvo saltando de la cama del uno a la de la otra. Muchos años después, Brando le quitaría a Olivier el papel de Don Corleone en El Padrino. Aquel ?973 le quitó también el Óscar para el que estaba nominado Olivier por su papel en La huella. Brando, como Moby Dick, era un depredador inocente. A Burt Lancaster, que tenía una love story con Shelley Winters, le birló tanto el papel de Kowalsky en Un tranvía... como a la amante. Tampoco Lancaster maldijo su suerte, porque disfrutó durante varios meses del cuerpo glorioso de su irresistible burlador. Al conocer la liaison, una amiga común dijo: «No hay sobre la tierra dos hombres tan bellos, se merecen el uno al otro». Marlon, como había hecho con Monty Clift, Olivier o Cary Grant, en lugar de mostrarse agresivo con los actores con los que tenía que competir, intentaba seducirlos. Shelley Winters era, desde luego, una seductora de primera, en su cuadro de caza figuraron, además de Lancaster, los trofeos de Sean Connery, Robert de Niro, Howard Hughes, Dylan Thomas, Clark Gable o Errol Flynn, sin agotar ni de lejos el inventario. Ella y Brando eran tal para cual y, tras recoger juntos las fresas de un trecho del camino, fueron amigos vitalicios.

Punto de inflexión

Un tranvía llamado deseo marca un antes y un después en su carrera. Antes era un pobre diablo; después, el actor más halagado del mundo. No necesitó su fama de estreno para consumar un sueño adolescente. Se había enamorado de Verónica Lake cuando vio caer, en Vuelo de águilas, la catarata sublime de sus cabellos sobre su cara perfecta. Cuando se topó con ella la aguantó 10 días: casi un récord porque la mayor parte de sus amantes le duraban apenas una noche. Brando valoró en ella su afición excesiva al sexo con alcohol. Las orgías de Greenwich Village no tenían para ella nada de original porque se había acostumbrado en los primeros 40 a las de Hollywood, en donde sedujo a Gary Cooper, Howard Hughes o el play boy Porfirio Rubirosa. Confesó a Brando que Onassis era el hombre que más orgasmos le había arrancado en una noche. Años después diría que el más tierno de sus amantes había sido Brando. Cuando el actor supo que, para vivir, ella servía copas en un bar de Manhattan, le hizo llegar un cheque de 1.000 dólares que Verónica enmarcó en su salón en recuerdo de los buenos tiempos. Por entonces, Brando andaba enredado con Hedy Lamarr en la relación más tórrida de su vida. Era la primera actriz que se había desnudado en pantalla en Hollywood y cultivaba la leyenda de haberse acostado con Hitler y con Mussolini. A Brando, un progresista enfeudado a la izquierda radical americana, le resultó excitante ocupar los lugares que habían ocupado aquellos dictadores.

En casa. Brando (2º dcha.) y su hermana (1ª izda.) con unos amigos en su casa en 1948.

En casa. Brando (2º dcha.) y su hermana (1ª izda.) con unos amigos en su casa en 1948.

Después de incorporar a su lista interminable de amantes los nombres de Ingrid Bergman y Bette Davis, con Joan Crawford sufrió el primer gatillazo de su vida. Debió de asustarse tanto que se fue a París. De la mano de Roger Vadim, el hombre que se casó con Brigitte Bardot, Catherine Deneuve y Jane Fonda, frecuentó los bistrots del Barrio Latino, en donde conoció a Camus, de Beauvoir y Sartre. Junto a Boris Vian, los vieron quemar París en noches largas de alcohol, cocaína y mujeres bonitas como Juliette Greco.

Su mejor conquista en París fueron los actores Christian Marquand y Daniel Gélin, que habían sido introducidos en el sexo de los filósofos antiguos por Jean Cocteau. Marlon hacía el amor con Christian a la hora de la siesta y con Daniel por la noche. Truman Capote más de una vez vio al trío y le dijo a Tennessee Williams: «Eran tan jóvenes, tan bellos y tan incapaces de disimular su amor, que me conmovían». Cuando, en 2002, supo de la muerte de Daniel, Brando dijo: «Sólo he amado a tres hombres en mi vida: Wally Cox, Christian y Daniel. Todos los demás fueron barcos que pasaron en la noche». Por una ironía del azar, fue la hija ilegítima de Daniel, Maria Schneider, quien le dio la réplica en El último tango en París.

Acaso uno de sus más tristes episodios amorosos fue el que protagonizó con la delicada y romántica virgen italiana Pier Angeli. Paseando de noche por los foros romanos, tomó su cuerpo al asalto. Tras la violación, ella le escribió: « Después de lo de esta noche, sólo te pertenezco a ti. Vamos a casarnos». Marlon salió huyendo de Roma. Otras vírgenes y otros problemas le esperaban. Pier conquistaría la fama en Hollywood, rompería el corazón de James Dean y sería amada por otros antes de suicidarse en su casa californiana. Pero esa es otra historia.

La de Brando terminó en un hospital a los ochenta años. Terriblemente obeso y deprimido, tras el suicidio de su hija Cheyenne y la muerte de sus amigos íntimos, en su última década no fue un actor, sólo un símbolo expuesto a la curiosidad de los medios. Se había casado tres veces con tres mujeres de piel canela. Con ellas tuvo cinco hijos inadaptados e infelices; adoptó otros cuatro y de su ama de llaves tuvo tres más. Sudoroso, arrogante, herido, bruto y bello, ganó dos Óscars, creó en más 40 películas una fauna inolvidable de animales salvajes de la mitología del cine e hizo de su vida un desafío diabólico a todos los tabúes. «Soy yo mismo», dijo en cierta ocasión, «y si tengo que darme cabezazos contra una pared para seguir siendo yo mismo,lo haré».

+ La biografía 'Brando Unzipped' (Blood Moon Productions) de Darwin Porter, no está todavía publicada en España.

GONZALO UGIDOS

Fuente: .El Mundo, magazine

Compartir

0 comentarios: