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Matías Prats


◘ BIOGRAFÍAS ◘


 

El relevo. Matías Prats junto a su hijo, hacia 1970.

Periodista. Maestro de la difusión española, se dice de él que inventó la televisión cuando la radio reinaba en España. Cordobés de Villa del Río, locutor y voz del NODO, alcanzó las cotas más altas en el periodismo deportivo. Desarrolló su faceta periodística en el campo taurino y trabajó en Televisión Española desde sus inicios. Su larga carrera se vio recompensada con innumerables premios

{ 4-XII-1913 8-IX-2004 }

"Descubrí que la poesía era su vocación íntima y secreta".

Es curioso, pero a él, de todo el espectro musical, lo que más le gustaban eran las rancheras. Cualquiera que le hubiera conocido de lejos en su faceta de personaje famoso, pensaría que un hombre con su memoria tararearía bajo la ducha, sin dificultades, largos solos de La oración del torero de Turina o de El Caserío del maestro Guridi. O bien el pasodoble de su admirado paisano Manolete o algún otro “motivo” clásico de los de su tierra cordobesa.

Porque, eso sí, cuando sus obligaciones le llevaban a volar lejos del hogar, que durante largos años fueron las más de las veces, (y doy fe de ello porque nos tocó sufrir sus ausencias), su alma se conmovía con todo aquello que le recordara a su tierra, a su querida Andalucía, a su amada España.

Pero no, no era la música lo que le proporcionaba mayor grado de inspiración. Él, un hombre al que le gustaban las soluciones prácticas, tanto en el terreno profesional como en el privado (y esto, por desgracia para nosotros, por ese orden), tendía a unir la acción a la palabra. Cuando hablaba de las artes no sentía la música como la siente el común de los mortales. Porque sabemos que, si hablamos de la música, nos estamos refiriendo a la esencia íntima del ser humano, la más directa al corazón. Y, sin embargo, el arte de la música no era el que más le cautivaba. Entonces, ¿qué era aquello, de entre las diferentes manifestaciones artísticas, que más llamaba su atención?

Recuerdo, como si fuera hoy, aquellos largos veranos de mi primera juventud. Las tareas del “cole” ya habían terminado y el rotundo calor se adueñaba, sin los paliativos actuales, de calles y ventanas. Mi padre bajaba las maletas al coche y mi madre acarreaba con mis dos hermanos y conmigo, generalmente, lastrados con el pesado fardo que suponían los libros de matemáticas y latín. A él le tocaba conducir un viejo Alfa-Romeo que nos transportaba por aquellas estrechas y polvorientas carreteras de los 50, siempre hacia un destino que acababa en la orilla de algún mar.

En esos viajes se cumplía un curioso efecto: mi padre cambiaba de rostro. Una cara por lo común seria, espejo de tantas preocupaciones y responsabilidades. Se iluminaba de una condescendencia amable y mediante la que nos hacía partícipes (un poco) de aquella su rara vida que, a mis hermanos y a mí, en nuestra corta edad, se nos antojaba llena de misterios. Entonces, al volante del coche, se extendía en amenos comentarios trufados de anécdotas, a veces con relatos de sus vivencias de posguerra y deslizaba, de cuando en cuando, unos bellos poemas llenos del lirismo de los Machado, Lorca y Neruda. Con el tiempo descubrí que esa era su vocación más íntima y secreta. Su pasión por cambiar, dentro de lo que estaba a su alcance, lo que de fealdad había en el mundo.

Lo hacía a su modo, siempre discreto, buscando médicos a unos, facilitando hospitales a otros, encontrando trabajos para los demás... Pero también por medio de la “Poesía”, con mayúsculas. La de los consagrados y la suya, la que escribía para sí. Porque él entendió que la Poesía era el instrumento más adecuado para impregnar de belleza y luz los rincones más oscuros de la vida.

Por estas y otras razones, yo sentía una tristeza infinita cuando, en los últimos meses de su existencia, a sus casi 91 años, le mantenían alejado de una vida normal y ya no podía responder al salvavidas momentáneo que yo le lanzaba cuando le pedía:
“Papá, papá, esfuérzate, por favor, que no me acuerdo cómo terminan esos versos tan brillantes de Manolo Machado, esos que titula Adelfos”. “Si, hombre, papá, te tienes que acordar. Son aquellos que dicen: “Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron, soy de la raza mora vieja amiga del sol, que todo lo ganaron y todo lo perdieron, tengo el alma de nardo del árabe español…”.

    {* por Matías Prats Jr. es hijo del popular periodista y presenta el telediario de Antena 3 }

 

[Fuente: El Mundo]

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