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Así se construye un submarino `PATA NEGRA´


• Ciencia/Tecnología •


 

 

¡Arriba el periscopio! El astillero de Navantia en Cartagena muestra a XLSemanal uno de los proyectos más ambiciosos de la industria de nuestro país: la construcción del submarino no nuclear más moderno del mundo. Su destino: la Armada española.

Los submarinos encogen. A una cota de inmersión de 300 metros, unos tres milímetros. Su casco resistente debe soportar la presión del agua. Por eso han de fabricarse con acero de alto límite elástico. De acero entiende un rato Francisco García, cartagenero de 35 años, soldador de submarinos. Un oficio que lleva en la sangre. Su padre fue calderero naval y su abuelo se tenía que mojar la cabeza, medio asfixiado después de pelearse con los aceros de la posguerra, tan rebeldes al soplete como una cabellera ensortijada a un peine. «En un submarino no hay margen de error. Cada soldadura se comprueba con radiografías y ultrasonidos. Debe ser perfecta porque cualquier mínima fisura pondría en juego las vidas de los tripulantes», explica.


ANDRÉS JOSÉ ROS. ARMADOR
«El acero está vivo y a veces hace lo que no quieres»
A sus 40 años cose las planchas de acero al tresbolillo, como si fuera una modista, para descargar tensiones en la estructura. Un desvío infinitesimal en un ángulo recto, y hay que repetir todo el proceso.

Cartagena es la única ciudad española y una de las pocas del mundo donde se construyen submarinos: Kiel (Alemania), Cherburgo (Francia), Devonport (Reino Unido), Portsmouth (Estados Unidos) y una docena más. Son ciudades con una personalidad especial, muy marcada por sus astilleros. Cuando la construcción naval va bien, la ciudad irradia optimismo; cuando va mal, se deprime. Y a veces se encoleriza. La última gran crisis industrial en Cartagena (años 1991-1993) estuvo salpicada de batallas campales y de la quema del Parlamento autonómico. La última reconversión (2005) redujo la plantilla a 1.100 trabajadores; una hemorragia desde los 3.000 que llegó a tener en otros tiempos.

El astillero, que data de 1730, es una ciudad dentro de la ciudad. Muchos obreros se desplazan en bicicleta. Raíles, grúas, gradas, diques, oficinas, talleres... La preocupación por el espionaje industrial es obsesiva. Están prohibidos los teléfonos móviles con cámara en zonas sensibles. Pero está justificada. Un submarino es un producto muy goloso. El mercado mundial prevé la construcción de unos cien sumergibles no nucleares en los próximos años. Un pastel de 40.000 millones por el que compiten franceses, alemanes y españoles.


CARLOS QUEVEDO. TUBERO
«Somos los fontaneros del submarino»
Los tuberos se ocupan del sistema circulatorio. Unas 8.000 tuberías en total. «Te metes en sitios de los que a veces no puedes salir. Puro contorsionismo. Un compañero tuvo que sacarme una vez tirando de los tobillos.»

Tecnología punta y oficios centenarios, artesanía y vanguardia, se combinan en el astillero de Cartagena. Su producto estrella es la serie 80. Cuatro submarinos no nucleares para la Armada española. Sobre el papel están considerados por los especialistas como los más modernos del mundo. Falta que en el mar lo demuestren. Cada buque precisa 60.000 planos y cuatro millones de horas de trabajo. Y cuesta alrededor de 425 millones de euros. La constructora pública Navantia quiere exportar el S-80 a otras Marinas. Ya ha contactado con 50 países para venderlo. Y está en negociaciones más o menos avanzadas con Australia, Turquía y Noruega. Una comparación ilustra la complejidad de uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la industria española: el equipo de ingeniería del S-80 lo forman 400 personas; el de un bólido de fórmula 1, apenas 30.

La última vez que en los astilleros nacionales se botaron submarinos de diseño cien por cien español fue en 1963: la clase D. El precedente, además de lejano, no es como para presumir. Tenían tantos defectos que un almirante dijo de ellos que lo mejor era desguazarlos. Durante los últimos 50 años se ha trabajado sobre planos franceses (las series 60 y 70). Y Navantia se asoció, además, a los astilleros galos de la DCNS para construir la clase Scorpene, que exporta a Chile, Malasia y la India.

JUAN BAUTISTA BAÑOS. MECÁNICO
«Para trabajar aquí hay que armarse de paciencia»
Cada circuito vital puede ser activado de tres maneras: manual, eléctrica y a distancia. A muchos sistemas sólo hay acceso cada cuatro años. «Trabajamos muchos en muy poco espacio. Tienes que pedir la vez y esperar.»

La serie 80 supone el divorcio de la industria naval española y francesa. Se da la paradoja de que siguen siendo socios en el Scorpene, pero ahora también son rivales en el negocio, pues el S-80 es un sumergible más grande (71,05 metros de eslora); más silencioso y con un sistema de propulsión independiente del aire, aún en desarrollo, que le permitirá estar al menos un par de semanas sin subir a la superficie. La ruptura, además, ha sido traumática. España prefirió a la empresa norteamericana Lockheed Martin para equipar el sistema de combate del buque, que tendrá capacidad para lanzar misiles Tomahawk. Los franceses se lo tomaron como un adulterio imperdonable en un matrimonio que funcionaba desde 1968. Pero en círculos militares se consideraba imprudente que Francia, aliada de Marruecos, participase en la construcción del submarino que renovará la flotilla española a partir de 2013.

España intenta recuperar así el primer plano de una industria en la que fue pionera, allá por el siglo XIX. Dos de los grandes inventores de submarinos son españoles: Isaac Peral y Narciso Monturiol. El cartagenero Peral diseñó el primer submarino eléctrico y equipado con torpedos, que fue botado en el astillero de San Fernando (Cádiz) en 1888. Pero la miopía de sus superiores (era teniente de navío), que no fueron capaces de vislumbrar el potencial del nuevo buque en vísperas de la desastrosa guerra con Estados Unidos, y la envidia de los ingenieros navales (Peral no lo era) terminaron por amargarle la vida. Como amargado y arruinado había quedado unos años antes el gerundense Monturiol, que se sumergió en su Ictíneo en 1862, un submarino de madera con robustas cuadernas de olivo y casquetes de bronce. El sistema de propulsión era de hélice, accionada por el giro de manubrios a fuerza de brazos a cargo de cuatro hombres. Un prototipo posterior funcionaba con vapor y Monturiol preparaba un `torpedo-cohete´, precursor de los misiles. Acabó malvendido como chatarra, a pesar de que en ambientes oficiales se jugó con la idea de recuperar Gibraltar con una flota de Ictíneos.

FRANCISCO GARCÍA SÁNCHEZ. SOLDADOR
«Esto era seguro hasta que llegaron los malos tiempos»
Aprendió el oficio en la Escuela de Aprendices de Bazán, con 17 años. «Los hijos de los empleados del astillero teníamos el futuro laboral casi resuelto desde pequeños. Luego llegó la crisis y la escuela se cerró.»
 

Manuel Rosique, de 48 años, pertenece a uno de los tres equipos de ingenieros que diseñan el S-80. «El buque entero debe caber en una hojita.» Previamente se han pactado sus características con el cliente, en este caso la Armada española, dentro de las limitaciones de espacio de un submarino convencional. «No podemos meter un gimnasio, como en los nucleares.» Habitabilidad, peso, cálculos de estabilidad, arquitectura naval... Es un primer esbozo que hay que llevar a los planos. Para ello se utiliza un sistema informático llamado Foran, también español, capaz de proyectar el buque en escala 1:1 y en tres dimensiones. Cualquier tornillo o tubo, por pequeño que sea, tiene su plano asociado y su nomenclatura correspondiente.

Otra de las obsesiones es el ruido: que no produzca ninguna perturbación dentro del agua. Es la llamada `firma acústica´. Las vibraciones no pueden exceder los decibelios estipulados bajo contrato. La tripulación del S-80 es de 32 hombres y el submarino puede llevar a otros ocho en misiones especiales. Es cómodo, dentro de la incomodidad. Por ejemplo, no será de `cama caliente´ (un marino duerme en la litera que ha dejado el que entra de guardia). La Armada lo pidió, escarmentada por la fatiga de las tripulaciones en los pequeños y espartanos S-70.


El primer S-80 de los cuatro proyectados será entregado en 2013. Desplazará 2.200 toneladas y su velocidad en inmersión será de 19 nudos. Dará empleo a 2.800 personas, el 60 por ciento subcontratadas. Cada cuatro o cinco años, los submarinos se someten a una revisión llamada `gran carena´. Se vacían y se comprueba hasta la última tuerca, lo que supone otras 200.000 horas de trabajo.

PARA SABER MÁS...
Navantia: www.navantia.es El arma submarina española, M. Ramírez Gabarrús, E. N. Bazán .

Carlos Manuel Sánchez

 

[Fuente: xlsemanal]

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