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Vasco Núñez de Balboa,



 [foto de la noticia]

■ Vasco Núñez de Balboa, el español que descubrió el Pacífico.


Nació en Badajoz en 1475. Atraído por las noticias del Nuevo Mundo, se convirtió en uno de sus protagonistas. Fue colono en La Española, polizón... y terminó encabezando la gran expedición –integrada por 190 españoles y unos 800 indios– que halló el océano Pacífico.

La llegada a Tierra Firme de los conquistadores españoles, tras su implantación en las Antillas, constituye el segundo gran hito después del propio Descubrimiento de Colón. Desde 1492 hasta principios de la centuria siguiente, numerosas expediciones habían vislumbrado las costas del continente americano. El principal objetivo de estos navíos —amén de la prospección comercial o la cartografía de las nuevas latitudes— consistía en localizar un paso hacia oriente. Lo que se ignoraba entonces es que lo descubierto era un inmenso continente y que, al otro lado del mismo, se encontraba un inabarcable océano.

El primer español que constató esta realidad fue Vasco Núñez de Balboa. Nacido en Jerez de los Caballeros (Badajoz) en 1475, vino al mundo en una familia noble pero empobrecida. Esto no le impidió formar parte —como paje— del séquito personal de Pedro de Portocarrero (señor de Moguer), vinculado a los viajes colombinos, de los que el joven Núñez de Balboa quedó prendado por las constantes y emocionadas noticias que llegaban desde las Indias.

Atraído por ese mundo fantástico del que hablaban los marineros regresados del Caribe, se enroló en 1501 en la expedición de Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa. Una vez en las Antillas, se estableció en La Española (actual isla de Santo Domingo), donde recibió un repartimiento y varios indios, transformándose de ese modo en un simple granjero. Pero su temperamento inquieto y ambicioso no casaba con la vida tranquila de colono endeudado. Esto le empujó a merodear los pequeños puertos dominicanos en los que recalaban buques pertenecientes a diversas expediciones con la misión de explorar la Tierra Firme. En uno de ellos —cuyo capitán era el bachiller Martín Fernández de Enciso— se embarcó de forma clandestina. Tras completar esta aventura con no pocos inconvenientes, Balboa se estableció en el continente y al final logró méritos suficientes para encabezar la gran epopeya que le granjearía fama universal.

El 1 de septiembre de 1513 el bravo extremeño se puso al frente de una columna —con 190 españoles y unos 800 indios— y se dirigió hacia el interior panameño. La expedición recibió el valioso apoyo de tribus amigas y de los guías aportados por el cacique Careta. Fueron tres semanas de penosa marcha, en la que los españoles llegaron a murmurar que aquel esfuerzo no merecía tantos azotes. Luchaban contra las enfermedades y contra una geografía hostil que les hacía avanzar lentamente y a machetazos por las frondosas selvas. En el camino se perdieron muchos hombres. Unos engullidos por los pantanos o los caimanes; otros perecieron por dolencias tropicales. El resto tuvo que soportar las altísimas temperaturas y los enjambres de mosquitos.

El único consuelo al que pudieron aferrarse fue el proporcionado por diferentes tribus aliadas de la zona, las cuales socorrieron a los expedicionarios con alimentos e indicaciones certeras sobre el camino a seguir en aquel trasiego decisivo para la historia de América. Al final, la comitiva pudo llegar a las estribaciones de una montaña desde cuya cumbre —decían los indios— se podía atisbar el azul de un inmenso mar.

El Pacífico. El 25 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa —escoltado por unos pocos hombres, entre ellos, Francisco Pizarro (futuro conquistador de Perú)— subió a lo más alto del monte y desde allí comprobó que los indígenas tenían razón. Era la primera vez que un europeo certificaba la existencia de un océano al otro lado de la Tierra Firme, descubierta años antes. La calma de aquellas aguas inspiró a Balboa y bautizó ese mar con el nombre de Pacífico. Un día más tarde, los blancos se bañaron en la playa más próxima, festejando la gesta ante los asombrados indios. El 29 de septiembre Núñez de Balboa, en compañía de 26 hombres, dio el nombre de San Miguel al golfo en el que se había celebrado el descubrimiento. Allí mismo, en un acto emotivo, tomó posesión del lugar en representación del rey católico Fernando, ceremonia que repetiría justo un mes más tarde.

Durante esas cuatro semanas, los españoles anduvieron negociando con los autóctonos, obtuvieron abundante oro y grandes muestras de simpatía, debidas en parte a la eficaz gestión diplomática de Balboa. Éste, a lo largo de interesantes veladas con los jefes nativos, se enteró de la existencia de un imperio, situado al sur, con el mayor acúmulo de riquezas que nadie pudiera imaginar. Según parece, el cacique Turnaco informó a los españoles sobre la existencia de un país llamado Biru —donde las ciudades estaban construidas con grandes bloques de piedra— por el que pastaban extraños animales que dibujó. Una de las figuras mostraba una oveja lanuda con cabeza de camello, especie que más tarde sería conocida con el nombre de llama. Contento por su gran hazaña, Balboa ordenó regresar a Santa María de la Antigua (actual Panamá), ciudad en la que la gloriosa columna entró el 19 de enero de 1514.

Los descubridores fueron recibidos en loor de multitudes y su fama llegó al Consejo de Indias, quien designó a Núñez de Balboa adelantado de los mares del Sur. No obstante, el extremeño se quedó pendiente de culminar el sueño de conquistar el imperio inca, ya que sus discrepancias personales con el gobernador Pedrarias Dávila le condujeron a un juicio injusto en la ciudad de Acla (Panamá). Acusado de traición, fue ejecutado el 21 de enero de 1519.

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