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Leónidas de Esparta



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■ Leónidas de Esparta, el gran héroe griego de las Termópilas.

Nació en el último tercio del s.VI a. C. Perteneció al linaje aristocrático de los Ágidas y fue rey de Esparta. En la guerra contra los persas fue elegido comandante en jefe de las fuerzas helenas pero, a pesar de las primeras victorias militares, finalmente cayó junto a sus hombres.

Las Guerras Médicas fueron las más famosas y sangrientas del mundo antiguo. En ellas, griegos y persas pugnaron durante decenios por la supremacía en una región vital para la futura civilización europea. El punto culminante de este conflicto se alcanzó en el lejano paso de las Termópilas, durante el verano de 480 a.C.

A principios del siglo V a.C., Esparta ocupaba un lugar prominente entre las ciudades estado de la antigua Grecia. Acaso su hijo más ilustre fue Leónidas, del linaje aristocrático de los Ágidas, quien vino al mundo en el último tercio del siglo VI a.C. Su matrimonio con Gorgo, hija del rey Cleómenes, le facilitó el acceso al trono espartano en 49? a.C., tras la muerte de éste.

Diez años más tarde Grecia se conmocionó al saber que Jerjes (líder de los persas) había ocupado el trono del imperio persa tras el fallecimiento de su padre Darío. Eso significaba que, tarde o temprano, el poder inmenso de los medos caería sobre los helenos. Por lo que con presteza se convocó en la ciudad de Corinto una reunión a la que concurrieron las ciudades amenazadas por Persia.

En dicho congreso únicamente Atenas y Esparta confirmaron que sus tropas plantearían resistencia al invasor oriental. Como era previsible, Jerjes trazó sus planes de agresión y, en 480 a.C., movilizó un enorme ejército que podríamos cifrar en torno al millón de efectivos. Frente a ellos, los poco más de 7.000 griegos dirigidos por Leónidas, elegido en Corinto comandante en jefe de las fuerzas helenas. Si bien, para que éste pequeño contingente pudiera resistir con éxito, se necesitaba un espacio estrecho al que el ejército persa sólo pudiera enviar pequeñas unidades. Tal emplazamiento existía, era el paso de las Termópilas, un singular pasillo entre las montañas y el mar, situado a unos ?60 kilómetros al noroeste de Atenas. En aquellos tiempos, el paso no tenía más de ?5 metros de ancho en algunas zonas, por lo que se convirtió en el lugar idóneo para el establecimiento de las tropas dirigidas por Leónidas, quien ordenó con precisión a los suyos que tomasen posiciones a la espera del enemigo.

Todo estaba dispuesto para el trascendental combate. Jerjes envió patrullas de reconocimiento al lugar y éstas le comunicaron que ante ellos se hallaba un exiguo grupo de hombres que practicaba deporte mientras untaban sus largos cabellos con aceite. El soberano pensó que aquello era una broma y esperó cuatro días la retirada de esos insolentes. Pero transcurrido este tiempo, entendió que los griegos permanecerían en sus puestos, por lo que ordenó un fulminante ataque. Durante tres días Leónidas y sus hoplitas hicieron levantarse de su trono a Jerjes, otras tantas veces.

Los guerreros griegos no solamente resistieron, sino que provocaron más de 20.000 muertos en las filas del ejército persa. Finalmente, la traición de un griego permitió que los persas pudiesen avanzar por un desfiladero del monte Oeta, situado en la retaguardia griega, con lo que la defensa de las Termópilas se hacía imposible al quedar copados por dos frentes. Era el momento para tomar una decisión.

La retirada parecía lo más aconsejable, el sacrificio de 7.000 soldados sólo retrasaría unas horas, o con suerte unos días, la avalancha invasora, y esas tropas serían necesarias en otros frentes. Pero Leónidas era espartano, y él había elegido esa batalla para dar sentido a su vida llena de rigurosidad, disciplina y honor. Desde que era un niño, como cualquier otro espartano, se había estado preparando para un momento así y, ni él, ni sus compañeros, pensaban faltar a su cita con el destino. La mayoría del ejército heleno se dispuso para el repliegue.

Leónidas escogió 300 espartanos bajo un riguroso criterio de selección, pues dijo que sólo le podrían acompañar en el lance aquéllos que hubiesen dejado descendencia en Esparta; de esa manera ninguna familia quedaría destrozada. Además, obligó a 400 tebanos a permanecer en las Termópilas y admitió de buen grado a 700 voluntarios tespianos. A la mañana siguiente el bravo rey espartano ordenó un sorpresivo ataque sobre los atónitos persas. La lucha fue tan heroica como desigual y al poco la superioridad numérica de los orientales se hizo notar.

El propio Leónidas fue de los primeros en caer tras haber derribado a varios adversarios. Sus hombres cerraron filas en torno a él para evitar que cayera en manos ajenas, aunque también acabaron pereciendo cubiertos por las lanzas de la guardia personal de Jerjes. El fin había llegado para más de ?.000 griegos que sembraron con sus cuerpos las Termópilas. Años más tarde fue levantado un pequeño monumento funerario con una inscripción en la que se podía leer: "Extranjero, ve a decir a Esparta que aquí yacemos por obedecer sus leyes".

[Fuente: Juan Antonio Cebrián]

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