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Helen Keller



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■ La mujer que protagonizó el milagro de Anne Sulivan.

Nació en 1880, en un pueblo de Alabama (EEUU). A los 19 meses, unas fiebres la dejaron ciega y sorda. Pero la constancia de una joven profesora logró que aquella niña que había crecido salvaje terminara siendo una reconocida escritora y defensora de la integración de los discapacitados.

Su historia constituye un auténtico paradigma de la superación personal ante la más terrible adversidad. Escritora, conferenciante y de una lucidez fuera de lo común, supo utilizar convenientemente su fama para proyectarla en beneficio de las personas con discapacidad.

Helen vio por primera vez la luz del mundo el 27 de junio de 1880, en Tuscumbia (Alabama), un pueblecito de 2.000 habitantes rodeado por los intensos colores de campos fértiles y hermosas montañas. Sus padres fueron Kate Adams y Arthur Keller, un antiguo coronel confederado convertido en editor de prensa.

La pequeña fue la mayor de dos hermanas, y su aspecto sano no invitaba a pensar en los graves problemas que sufriría 19 meses después de su nacimiento, cuando contrajo unas severas fiebres de origen desconocido que le privaron de los sentidos de la vista y el oído.

En la actualidad, los especialistas consideran que su dolencia pudo ser una meningitis, sin descartar la escarlatina o una forma violenta de sarampión. Lo cierto es que para el bebé de los Keller comenzó una imprevista peripecia privada de sensaciones visuales y auditivas que la sumieron en un universo sin luz ni sonido.

Helen fue creciendo pegada a las faldas de su madre, mientras creaba una particular atmósfera que la ponía en contacto, a su manera, con el mundo exterior. Ella misma generó, en los primeros años de su infancia, unos 60 signos o gestos corporales que le permitían explicar lo que sentía o deseaba en cada momento. Además, se desenvolvía a su antojo por el jardín familiar, gracias a los indicadores olfativos que le proporcionaban las flores primaverales.

Sin embargo, con sólo 5 años se percató de que era diferente, y fue entonces cuando el desconsuelo se adueñó de su alma, reaccionando con accesos de furia o coraje ante los problemas que surgían.

La niña expresaba su frustración rompiendo, mordiendo, pegando, protestando de forma airada constantemente, lanzando los platos llenos de comida o infligiéndose golpes a sí misma ante la desesperación de sus padres. Estos decidieron pedir ayuda y, a decir verdad, su búsqueda obtuvo el mejor resultado. En 1887 se pusieron en contacto con Anne Sullivan, una joven huérfana que había perdido la vista en su infancia, aunque la recuperó tras algunas operaciones quirúrgicas.

Anne era de natural obstinada y consiguió, gracias a su intuitiva tenacidad, grandes logros con niños ciegos en el Instituto Perkins, de Boston. Pronto se hicieron amigas, estableciéndose entre ellas un vínculo invisible cuajado de complicidad y ganas por prosperar en un terreno hasta entonces impracticable. v Con voluntad y paciencia infinitas, Anne fue, poco a poco, educando a la pequeña Keller. Primero, con simples enseñanzas sobre el lenguaje manual; después, explicando a su aventajada alumna cómo era el mundo que la rodeaba y, finalmente, siendo su guía y traductora en las escuelas donde Helen empezó a instruirse. Aquella niña que había crecido salvaje se transformaba ahora en una adolescente dominada por el interés de aprender y saber más y más. Al fin pudo cumplir un sueño y, tras un mes de preparación, consiguió pronunciar sus primeras palabras. Desde entonces ya no pararía. En 1903 escribió su primer libro testimonial "Historia de mi vida", utilizando el método braille de escritura para ciegos. En ese texto hablaba sobre sus años de juventud, así como de la fuerte amistad que le unía a su profesora, a la que llamaba cariñosamente Macy.

Años más tarde, la propia Helen escribiría en alusión al primer encuentro con su amiga: "El día más importante de mi vida fue el 3 de marzo de 1887... Aquel día vino a ser para mí un día especial, aquel que vino a liberar mi espíritu". Juntas sortearon peligros durante años y trabajaron por la integración social de las personas con discapacidad.

Siguieron apareciendo libros de Helen Keller, su fama se incrementó y comenzó a dar conferencias por todo el país, dado que muchas universidades quisieron contar con su presencia para sembrar la semilla de la solidaridad. En 1936 Anne Sullivan falleció víctima de una enfermedad, fue un momento doloroso para Helen, quien se entregó con ahínco a su trabajo de concienciación social.

En 1962 se estrenaba con éxito la película El milagro de Anna Sullivan, un filme basado en su libro y que obtuvo, gracias a la maravillosa interpretación de las oscarizadas Anne Bancroft y Patty Duke, una amplia repercusión internacional.

Helen Keller falleció en 1968. Atrás quedaban años de lucha y de superación que recibieron el reconocimiento de todos. Su última frase en la tierra fue: "Al fin me encontraré con mi querida maestra".

[Fuente:  Juan Antonio Cebrián ]

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