Esperanza Aguirre
• POLÍTICA
■ Esperanza Aguirre. Sus enemigos la tachan de pija, pero de pija nada. Lucha, trabaja y cumple como nadie.
Mucho la conozco desde que éramos jóvenes, ella más que el firmante. Cuando estudiaba Derecho me la figuraba presidiendo una gran firma norteamericana. Jugué varios campeonatos mixtos de tenis con ella de pareja, en el Real Club de Tenis de San Sebastián, y con resultados bochornosos. En el golf, mucho más segura y recta, como en su vida política. Casada con Fernando Ramírez de Haro, conde de Murillo, un hombre de campo y para el campo que huye de políticas y obligaciones. Dos hijos, Fernando y Álvaro, también llenos de campo abierto y más interesados que su padre en los aconteceres políticos.
Liberal ante todo. Concejala en el ayuntamiento de Madrid. Lo celebraba un pariente, poco intuitivo y con escaso margen para adivinar el futuro. “Mírala, hasta dónde ha llegado”. Teniente de alcalde. La senadora más votada –incluyo a los senadores– de la historia de nuestra democracia. Ministra de Cultura. Presidenta del Senado. Presidenta de la Comunidad de Madrid, reincidente en el cargo con una votación asombrosa. Su gran virtud, aparte de la inteligencia, el tesón y el trabajo. Habla con una claridad pasmosa, y no se corta un pelo. Su defecto principal. Lo mal que se lleva con Alberto Ruiz-Gallardón, brillante alcalde de Madrid y compañero de partido político, del que recela y no lo disimula.
Como una revolera
La Comunidad de Madrid, antaño presidida por Gallardón y hogaño por Esperanza, se ha convertido en el motor económico y social de España. Sus enemigos le dicen “la marquesa” –en realidad es condesa–, y señalan su personalidad como de pija. De pija, nada. Lucha, trabaja y cumple como nadie. Es ambiciosa y rodeante, como una revolera. Escribo que como una revolera de Antonio Ordóñez, que no de otro cualquiera. Culta y con gran sentido del humor. Canta aceptablemente las zambas, las vidalas y las chacareras salteñas. Nada al estilo Triana, con la cabeza fuera del agua. Tiene coraje y dídimos, y no acepta que nadie intente infravalorarla. El que lo intenta, huye escaldado. Es madrileña, segoviana y donostiarra, buena mezcla. Se inventa el tiempo y a nadie deja plantado. Puede ser en el futuro la primera presidenta del Gobierno de España. Para ello tendrá que pactar con Gallardón, que quiere lo mismo, pero en versión masculina. Un lío. Pero ella responde a la perfección a su nombre. Esperanza. Se me olvidaba. Llevaba por Ondarreta el biquini más menudo de la época. Fue sancionada por un municipal que castigaba los atavíos bañeros diminutos. Franco veraneaba en Ayete y Esperanza era libre.
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