Victoria de los Ángeles
BIOGRAFÍAS
Autógrafo. Esta imagen fue tomada en el año 1964 y lleva una dedicatoria de la soprano de 1985.
■ La voz honesta y portentosa del bel canto
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Soprano. Barcelonesa con un innato talento para el canto, ingresó con 17 años en el Conservatorio del Liceo de Barcelona, debutando en 1945 con "Las bodas de Fígaro". Obtuvo los más altos galardones de la lírica como el Premio de las Artes o el Premio Nacional de Música. Se retiró en 1979, aunque siguió en activo para dar recitales.
Tengo grabada una frase de Victoria de los Ángeles que para mí define perfectamente su gran talla humana: "Sólo soy una persona que canta. Y así me gustaría que me recordaran".
De su voz se han dicho y escrito muchas cosas: voz sin límite, pura, de bellísimo timbre, dúctil, de gran musicalidad… Sus actuaciones y las grabaciones que nos ha dejado son un referente tanto en la ópera como, sobre todo, en la música de cámara, donde el oyente se puede acercar más a la verdadera personalidad de un artista. En la interpretación de cualquier canción se nota la humildad y honestidad con la que cantaba, nunca como protagonista absoluta, sino con la responsabilidad de poder transmitir al público la creación del autor. Le daba ese toque personal que en la mayoría de las ocasiones elevaba todavía más la obra escrita. Esta responsabilidad y humildad le hicieron trabajar durante toda su vida para perfeccionar su técnica y mantener en forma su prodigiosa voz. Por eso, es verdaderamente asombroso escuchar grabaciones de algunos de sus últimos recitales y comprobar que podría haber seguido cantando de no haber sido por su frágil salud.
Pero quizá lo más destacable de su trayectoria profesional sea su honestidad musical. Victoria de los Ángeles se mantuvo fiel a su forma de pensar, rechazando ciertas obras porque no se sentía identificada con ellas o simplemente porque pensaba que sus características vocales no se adaptaban a la obra. En el mundo en el que vivimos esto es algo verdaderamente excepcional. Para mí, esta es la clave en todos los ámbitos de nuestra vida. En especial, el canto, para emocionar, tiene que llevar un trocito de nuestro corazón y ¿cómo poner corazón en algo en lo que no crees? Ella era una maestra al entregar el alma en cada canción con su voz dulce y diáfana. Pero si hay algo que yo valoré especialmente en ella fue su grandeza como ser humano. Era igual que su voz: cálida, transparente, bondadosa, humilde, perfeccionista y sobre todo, humana… muy humana. Guardo como un tesoro los momentos que compartimos y sólo siento no haberla conocido personalmente antes.
Desde siempre la había admirado como artista, pero tener su mano entre la mía supuso una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Recuerdo que ofrecía un recital en Barcelona y previamente me habían comentado que Victoria tenía mucho interés en oírme "en vivo" y procuraría asistir al recital. Al finalizar me encontré en el camerino un precioso ramo de flores con una tarjeta en la que me manifestaba su cariño y apoyo, además de sus disculpas por no haber podido asistir debido a un pequeño accidente doméstico. Aquel gesto significó muchísimo para mí e hizo que mi admiración y respeto hacia su persona crecieran aún más si cabe.
Durante un tiempo intentamos coincidir para conocernos personalmente, pero por problemas de agenda no pudo ser. Un día Juan Carlos Sancho, mi agente, recibió la llamada de un cercano familiar diciéndole que Victoria se encontraba hospitalizada y le haría muchísima ilusión conocerme y charlar conmigo. Recuerdo que aquella misma noche tenía que participar en un programa de televisión a cuyos responsables tuvimos que avisar de que me había surgido una urgencia personal y que retrasaría mi llegada al plató. De inmediato cogí el primer vuelo disponible a Barcelona, para regresar en el último, de manera que me tendrían que esperar en el aeropuerto para cambiarme y maquillarme en el coche y aparecer directamente en el programa.
Aquella tarde la pasamos juntas en el hospital y en ella viví uno de los momentos más emotivos e inolvidables de mi vida. Por primera vez me acercaba a la gran cantante que había admirado durante toda mi vida y encontrarla tan frágil me impresionó muchísimo. Hablamos un rato largo y noté como poco a poco se animaba y al final nos despedimos como si nos hubiésemos conocido de toda la vida. Su sonrisa fue un auténtico regalo para mí y ésa es la imagen que me viene a la memoria cuando pronuncio su nombre.
Después me llamó el mismo familiar para decirme que había experimentado una notable mejoría y por un tiempo pensamos que se recuperaría. Lamentablemente unas semanas más tarde nos avisaron de que su estado de salud había empeorado. Al día siguiente, mi representante y yo cogimos el primer avión y fuimos a verla a Barcelona. Estaba muy enferma y ya no pudimos ver su sonrisa. El equipo de médicos hacía todo lo posible para curarla, pero la sensación que tuvimos al despedirnos fue que nunca más la volveríamos a ver. Una semana más tarde el mundo entero lloraba su pérdida.
En mi opinión, el nombre de Victoria de los Ángeles está escrito con letras de oro en la historia de la lírica y sus grabaciones serán un referente para las generaciones venideras, tanto como lo son hoy para nosotros. Pero además creo que las personas que tuvimos la suerte de conocerla personalmente tenemos el deber de señalar a los demás que detrás de aquella grandísima cantante había, sobre todo, un ser humano excepcional.
Por Ainhoa Arteta, soprano vasca, mantuvo una estrecha amistad con Victoria de los Ángeles.
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