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Nicolás Copérnico


• BIOGRAFÍAS


■ Nicolás Copérnico, el científico que se centró en el Sol.

Nació en 1473 en el seno de una acomodada familia. Estudió derecho canónico y medicina, aunque su verdadera pasión fue la astronomía. Formuló la teoría heliocéntrica, negando así la hipótesis oficial –desde el siglo II– que señalaba a la Tierra como centro del universo.

Durante siglos, la pugna entre religión y ciencia ha sido constante, con no pocos enfrentamientos que acabaron rubricando capítulos agrios e injustos. Posiblemente, la teoría heliocéntrica sea la más representativa de estas batallas intelectuales.

Nicolás Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en Thorn, una bella ciudad con tintes medievales que, por entonces, contaba 20.000 almas y estaba enclavada en una zona de identidad prusiana, pero de gobierno polaco. De hecho, existe hoy un debate general sobre la raíz natal del célebre astrónomo.

Sus padres fueron Bárbara Watzelrode y Micolaj Copérnico, un matrimonio inscrito en la acomodada burguesía local y dedicado en esencia al comercio del cobre, negocio que les permitió vivir desahogadamente cuidando de sus tres hijos, de los que Nicolás era primogénito.

Por desgracia, el padre falleció de manera prematura en 1484 y la tutela familiar pasó a manos del obispo Watzelrode, hermano de la madre y con notable influencia, lo que permitió asegurar una magnífica instrucción académica para sus sobrinos.

Precisamente, Copérnico inició sus estudios universitarios en Cracovia (Polonia) en 1492, justo el año en el que Colón descubrió el nuevo mundo, provocando una convulsión científica de alta magnitud que también llegó a la mente del futuro astrónomo.

En enero de 1497 empezó a estudiar derecho canónico en la Universidad de Bolonia. Se alojó en casa de un profesor de matemáticas llamado Domenico Maria de Novara, que influiría de gran manera en sus inquietudes científicas. Este profesor, uno de los primeros críticos sobre la exactitud de la Geografía del astrónomo del siglo II Claudio Tolomeo, contribuyó al interés de Copérnico por la geografía y la astronomía. Juntos observaron —el 9 de marzo de 1497— la ocultación (eclipse a causa de la Luna) de la estrella Aldebarán.

Sin duda, estas sensaciones cósmicas marcaron el devenir de los acontecimientos para el joven estudiante. Cursó la carrera de Medicina entre 1501 y 1504, para más tarde regresar a Cracovia dispuesto a ejercer como médico y canónigo en el obispado de su tío. En este tiempo, Nicolás es apreciado por sus innegables dotes de galeno entregado a la curación de pobres más que a sus estrictas responsabilidades eclesiásticas.

Algunos años más tarde, tras recibir la espléndida herencia de su tío, pudo dedicarse por entero a su verdadera vocación astronómica, esbozando los primeros apuntes sobre su, inquietante para la época, teoría heliocéntrica.

Según Copérnico, la Tierra no era —como se creía— el núcleo estático del firmamento, sino que la actividad dinámica del Sol, los planetas y las estrellas se podía explicar admitiendo el doble movimiento de la Tierra; es decir, la rotación diaria sobre su eje y la traslación anual alrededor del Sol. Con este pensamiento se desmontaban las viejas teorías del astrónomo Tolomeo, quien estableció que la Tierra era el centro de referencia universal y que todo, incluido el Sol, giraba en torno a ella. Ésta última hipótesis era la oficialmente admitida por la iglesia católica, por lo que no es de extrañar que los defensores de Copérnico —en su casi totalidad, protestantes— fueran considerados herejes de la ciencia impuesta y admitida.

Durante sus 30 años de investigación, plasmó sobre el papel las 27 observaciones del Cosmos que realizó y analizó otras efectuadas por estudiosos como él. Aunque también tuvo oportunidad de participar en actos más mundanos como la guerra y, en ese sentido, cabe mencionar que sostuvo con éxito la defensa del castillo de Allestein durante la contienda entre prusianos y polacos.

Finalmente, consiguió vencer su natural timidez e inseguridad y, estimulado por el aliento de amigos y discípulos como su alumno predilecto Rhético, consiguió licencia del duque de Prusia, del elector de Sajonia y de la Universidad de Wittenberg para publicar su opus magnum sobre astronomía en el verano de 1542. La obra se tituló La revolución de los cuerpos celestes y en ella quedaron plasmadas todas sus teorías sobre la concepción del Universo.

El 24 de mayo de 1543 llegó el primer ejemplar impreso a las manos de su creador, que se encontraba desde hacía semanas sumido en los estragos de una enfermedad fatal. Justo ese día falleció con la serenidad de aquél que ha cumplido con un maravilloso destino. Su teoría tuvo tantos detractores como defensores y durante mucho tiempo la polémica se adueñó de la órbita científica y religiosa. Algunos heliocentristas acabaron en la hoguera, otros como Galileo Galilei, fueron a juicio, aunque al fin la razón se impuso y Copérnico pudo formar parte de la galería de personajes decisivos en la Historia.

Por Juan Antonio Cebrián

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