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Arturo de Camelot,


• BIOGRAFÍAS


■ Arturo de Camelot, el rey que vivió entre la realidad y la fantasía.

Hay pocos datos fiables sobre este paladín de la caballerosidad, que debe su leyenda a las crónicas y libros que sobre él y su reino se han ido escribiendo a lo largo del tiempo. Lo único que se sabe con certeza es que en el siglo V o VI existió un carismático caudillo apodado “Art”.

Inglés, sármata, asturiano..., muchas son las procedencias atribuidas a este caudillo, paradigma de las mejores virtudes caballerescas. Sin embargo, apenas existe documentación que aporte pistas fidedignas sobre el paladín británico por excelencia y sobre el maravilloso universo que le rodeó.

Quién en algún momento de su existencia no ha soñado con emular las proezas del gran rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda. Quién no ha tenido la necesidad de realizar un viaje iniciático buscando la verdad de su espíritu. Quién no ha intentado conquistar el corazón del ser amado. Quién no ha reivindicado en alguna ocasión sus raíces y su identidad patria. Por casualidad o no, lo antes expuesto está encerrado tras las murallas de Camelot, la luminosa capital del reino artúrico. Lo cierto es que esta historia épica se ha convertido, con los siglos, en una referencia obligada para los seguidores de la fantasía y de los sentimientos más nobles. Pero ¿en qué se fundamenta esta antigua tradición?

En el caso del rey Arturo es difícil desligar su verdadera epopeya con la planteada por cientos de libros, decenas de películas e incontables narraciones populares. Lo poco que sabemos con tintes certeros es que sobre el siglo V o VI d. C. existió un carismático caudillo anglorromano llamado Owain Dantgwyn, cuyo sobrenombre, Art (Oso), ha llegado de manera popular hasta nuestros días. La figura de Arturo ha sido modelada a lo largo de los siglos, primero, por los clérigos amanuenses; luego, por los trovadores y juglares y, más tarde, por narradores románticos y guionistas cinematográficos.

Según las crónicas elaboradas por el monje Gildas, en el siglo VI existió un jefe tribal que logró, tras muchos combates, unificar a las tribus celtas de Britania. Eran los tiempos de la edad oscura, y poco o nada de lo acontecido pasaba al papel. Es, por tanto, mérito de los oradores el que nuestro personaje haya llegado a tan digno puerto. En los siglos IX y X Arturo surgirá de nuevo como guía de los sajones en las eternas luchas de Albión. Libros de gran calado como la Historia Brittonum o Annales Cambriae reforzarán la idea de un pasado glorioso para los británicos.

En el siglo XII la "Historia Regnum Britanniae", de Geoffrey Monmouth, asentará la filosofía vital del universo artúrico para que, años más tarde, la inmensa reina Leonor de Aquitania —madre de Ricardo Corazón de León— encargue a sus trovadores la recuperación total de esta mítica tradición.

Serán autores medievales como Chrétien de Troyes o Robert de Boron quienes darán el impulso definitivo al rey Arturo y los suyos: el mago Merlín, Morgana, Ginebra, así como los caballeros de la Tabla Redonda donde destacan Lancelot, Percival, Galahat... Todos giran en torno a la magia de Excalibur, la espada prodigiosa protegida por Viviane, la hermosa dama del Lago. Ésta, en el deseo de dar a Inglaterra el monarca más capaz, la incrustará en una roca a la espera de ser extraída por el joven Arturo, su sobrino predilecto e hijo de su hermana Ingraine y del caballero Pendragón. Ellos protegerán a su primogénito hasta que éste consiga ser dueño del destino escrito por los antiguos dioses. Por eso entregarán su tutela al druida Merlín, hombre sabio, símbolo de las viejas creencias que inculcará al muchacho el deseo de orientar su existencia hacia el bien.

Camelot será la cuna de los mejores dones humanos y su defensa, vital para contener a las hordas malignas. Los caballeros se convierten en peregrinos a la búsqueda del Santo Grial como signo de pureza ante los ojos del Creador. Y, por si todo falla, queda la enigmática isla de Avalón, la conexión perfecta con la ancestral religión pagana.

Finalmente, en 1469, el escritor Thomas de Mallory dio el toque definitivo a la mitología artúrica, imaginando un apasionado romance entre la reina Ginebra y el caballero sir Lancelot. Sea como fuere, nunca sabremos cuánto de mito o cuánto de realidad tiene esta sugerente historia universal. Aunque casi todos nosotros nos hemos empeñado, por fortuna, en que esta narración sea verosímil. De ahí su gozosa magia invisible, que nos hace seguir soñando con protagonizar gestas sublimes y encendidos amores puros.

Actualmente existen diversos enclaves mágicos distribuidos por Reino Unido que evocan la figura de este mítico rey, iniciador de una saga monárquica llena de sortilegios, aventuras y paradigmas de las tradiciones más elevadas. Si queremos buscar la tumba de Pendragón —su valeroso progenitor— debemos acudir al conjunto megalítico de Stonehenge. En cambio, si anhelamos rendir homenaje ante su supuesto sepulcro, obligado es el viaje a Glastombury, epicentro del misterio británico.

Por Juan Antonio Cenbrián

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