◄ ¡ Hola ¡ Saludos desde MÉRIDA (España). Ciudad romana y Monumental. Si puede, no deje de visitarla. │◄ Hello! Greetings from MERIDA (Spain) Roman and Monumental City. If it can, it does not let visit it │◄ Bonjour ! Salutations de la ville romaine et monumentale de MÉRIDA (Espagne). Si elle peut, elle ne laisse pas la visite il. │◄ Hallo! Grüße MÉRIDA (Spanien) von der römischen und hervorragenden Stadt. Wenn sie kann, läßt sie nicht Besuch es. │◄ Ciao! Saluti dalla città romana e Monumental de MERIDA (Spagna). Se può, non lascia la chiamata esso. │◄ Hello! Cumprimentos da cidade Roman e Monumental de MERIDA (Spain). Se puder, não deixa a visita ele.

Biografía.- Leonardo Da Vinci

• BIOGRAFÍAS


♦ El hombre. Un iluminado polifacético.

► Leonardo Da Vinci.

■ Su nombre es sinónimo del saber universal y su personalidad, un apasionante laberinto. El autor de su biografía más exitosa traza el retrato íntimo del genio que fue Leonardo (1452-1519), el artista más polifacético del renacimiento.

Su “logotipo”. El "Hombre de Vitrubio", pintado hacia 1490, es el más famoso de los estudios de Leonardo sobre las proporciones del cuerpo humano. Con el paso de los siglos se ha convertido en la "marca" del artista

El cuadro piramidal “La Virgen y el Niño con Santa Ana” fue un encargo para un retablo. En esta obra destaca la concepción piramidal de la escena y el uso de fondos.

La máquina de volar. Otra de sus obsesiones: que el hombre surcase los cielos como los pájaros. Éste es el primer “autogiro” ideado por un ingeniero, que nunca despegó.

El corazón Considerado pionero en comprender el papel del corazón en la circulación sanguínea y el funcionamiento preciso de las válvulas coronarias.

Cuando uno escribe una biografía de Leonardo la empieza con un inevitable complejo de inferioridad. Es un personaje tan excepcional, un gigante artístico e intelectual de tal naturaleza, que te asalta todo género de dudas ante el atrevimiento, incluso la imposibilidad, de "llegar a conocerlo". ¿Quién era? ¿Cómo era? ¿Qué suponía ser Leonardo? Éstas son las preguntas que subyacen en todas las biografías, pero, con una figura como la suya —aunque también, como enseguida se llega a averiguar, con un hombre tan celoso de su intimidad y tan difícil de conocer como él— hay preguntas que parecen estallarte en la cara en cuanto las formulas. Los grandes hitos que logró, sus cuadros de renombre mundial, sus dibujos exquisitos, sus magníficos tratados de anatomía, sus inventos siempre de actualidad forman parte de lo que hay que contar, por supuesto, pero para el biógrafo en busca del Leonardo auténtico son quizá los pequeños detalles los que más cuentan. Como su afición a vestir de manera llamativa: túúnicas de color rosa chillón, anillos, botas de cuero... Pequeños detalles como ese almuerzo de "anguilas, albaricoques y pan a la pimienta" que comió cierto día de 1504, quizá mientras se tomaba un descanso en la realización de La Gioconda. Están, además, las palabras escritas en una página de sus anotaciones sobre geometría, actualmente en la British Library (Biblioteca Británica). La página data probablemente de 1518. Cuando se la tiene delante, se ve que no se trata de uno de sus manuscritos más apasionantes, pero vale la pena examinarlo. La forma en que pone fin a sus palabras es inesperada. Cuando lleva escritas casi las tres cuartas partes de la página, el texto se interrumpe bruscamente con un "etcétera". La última línea parece como si formara parte del teorema que está escribiendo, pero lo que dice en realidad es "perche la minestra si fredda". Dejó de escribir "porque la sopa se enfría". En sus manuscritos hay otras perlas referidas a detalles de la vida cotidiana, pero a mí es ésta la que más me gusta. No es que nos revele algo trascendental (no puede decirse que el hecho de que coma un plato de sopa más o menos caliente en un día cualquiera de 1518 represente un detalle importante). Lo que parece que lo convierte en algo especial es su carácter de sorpresa, de naturalidad. En medio de la aridez de las abstracciones de sus investigaciones geométricas se ha abierto paso este momento de humanidad, de sencillez, de cotidianeidad. Se ve a un anciano sentado a una mesa mientras escribe concentrado, sin distraerse. En otra habitación se observa una olla en la que cuece una sopa humeante. Probablemente sea de verduras, porque en los últimos años de su vida era vegetariano; quizá se la haya preparado la mujer que tiene a su servicio, Maturina, a la que legará en su testamento "un abrigo de buen paño negro ribeteado de piel" en reconocimiento a sus "buenos servicios". ¿Es ella la que le llama para recordarle que se le está enfriando la sopa? Estas ojeadas entre bastidores resultan reconfortantes: el gran genio del Renacimiento es un hombre como cualquiera de nosotros. Para mí, los manuscritos y los cuadernos de notas han resultado claves para comprenderle. En cierto sentido, han sido infravalorados. La lista de sus logros es larga y variada: pintor, inventor, anatomista, matemático, músico y muchas otras cosas, aunque rara vez se incluye la palabra escritor. No deja de ser curioso, habida cuenta de su producción, tan extensa. Los manuscritos y los cuadernos que han llegado a nuestros días suponen unas 7.000 páginas y eso es sólo una parte de lo que produjo. No es un escritor en el sentido literario. Se trata más bien de un transcriptor de datos, un registrador de pensamientos y observaciones, un anotador de listas y apuntes. Aunque cuando haga alguna excursión a los géneros literarios, el tono general es desnudo, coloquial, práctico, lacónico. En la pintura será un maestro del matiz, pero como escritor tiende a ser un operario concienzudo. Es, por citar al dramaturgo inglés Ben Jonson, coetáneo de Shakespeare, "un carpintero de las palabras". En sus mejores momentos, su estilo goza de una maravillosa claridad perfectamente estructurada. Su famosa escritura de izquierda a derecha, la escritura de espejo, hace que la lectura sea una tarea extenuante pero, una vez superado el artificio ortográfico, se llega a lo que Giorgio Nicodemi [crítico, escritor e historiador del arte] ha descrito como "sus costumbres serenas y certeras de pensar". Los cuadernos contienen frases de gran belleza. La frase "Infra’l sole e noi è tenebre, e pero l’aria pare azzurra" ("Entre el sol y nosotros están las tinieblas y, sin embargo, el aire parece azul") es hermosa, pero no es el estilo literario lo que la hace tal. Se trata de unas palabras sin el más mínimo adorno, que componen una afirmación de una sencillez lúcida en la que se encierran cuestiones científicas y filosóficas de gran complejidad. A la inversa, cuando se esfuerza por ser florido y literario (en algunos pasajes descriptivos de inundaciones, tempestades o batallas; en algunas cartas dirigidas a posibles patrocinadores), los resultados son rimbombantes. Si se piensa en escritos redactados por él (diferentes de sus anotaciones, apuntes y tratados técnicos, que conforman el grueso de sus manuscritos), sus mejores momentos se encuentran cuando escribe con una intención más ligera: sus fábulas al modo de Esopo, sus informes hilarantes, sus adivinanzas y sus predicciones. Son obras para pasar el rato, compuestas para divertir a la corte de los Sforza en Milán, pero repletas de resonancias interesantes y, a veces, estremecedoras. Autor como fue de una vasta obra, observó hacia el lenguaje y sus usos una actitud ambivalente. En un comentario bien conocido, se describió a sí mismo como un "omo sanza lettere"; es decir, "un hombre iletrado". Lo que quería decir era que no había aprendido latín, que no era un hombre de universidad. Lo que él había seguido era un tipo diferente de educación que tenía lugar en unas academias de orientación comercial, que enseñaban prácticas profesionales más que conocimientos intelectuales y que se impartían en italiano y no en latín. Decir de sí mismo que era un iletrado no deja de ser una manera sarcástica de elogiar esa modalidad más práctica de aprendizaje. Con frecuencia se muestra desdeñoso para con los letrados; es decir, los universitarios, expertos y exegetas. No son más que "voceadores y recitadores de las palabras de otros". Él se siente incapaz de citar a las autoridades escolásticas, como hacen los otros, "pero va a citar textualmente algo mucho más excelso y más valioso: la experiencia, maestra de los maestros". Hay un fondo de desafío social. Así convierte en virtud sus carencias de una educación formal, sus difíciles comienzos como hijo ilegítimo en una aldea rural y atrasada como Vinci. Su mente está libre de toda la carga de preceptos; intelectualmente es un hombre hecho a sí mismo. Aunque en las artes visuales fuera precoz, empezó muy tarde como escritor. De la década de 1470, cuando tenía 20 años, nos han llegado algunos escritos, mientras que los primeros cuadernos de notas existentes —esto es, la primera prueba de un plan sistemático de escritura— datan de finales de la década de 1480, cuando vivía en Milán. Se pueden observar sus progresos en la propia escritura. Los primeros fragmentos que se conservan de él están llenos de curvas y florituras, una caligrafía que exige grandes esfuerzos, por así decirlo (una mano notarial, dirían algunos, indicativa de la instrucción recibida de su padre, el notario público Ser Piero da Vinci). En los cuadernos de la época milanesa, la ortografía es más ordenada y compacta, aunque no llega aún a la densidad ni al minimalismo de sus últimos años. Uno de estos cuadernos primitivos, conocido como el Código Trivulciano, cuenta con un listado extenso de vocabulario latino y con la primera de sus listas de libros que se conoce, una colección rudimentaria en la que figuraban la Historia natural, de Plinio, un libro de gramática latina, un manual de aritmética y la epopeya cómica Morgante, de Luigi Pulci; una breve fila de libros (15 años después había engrosado hasta los 116 volúmenes, según se enumera en uno de los Códices de Madrid descubiertos en la Biblioteca Nacional en 19Con él queda siempre la sensación como de que no hay que confiar en las palabras: la experiencia de primera mano (sperientia es la palabra que usa, que también puede entenderse como experimentación) lo es todo. Al lado de uno de sus dibujos anatómicos de un corazón se lee lo siguiente: "¡Oh, escrito! ¿Cuáles de tus palabras describirían este órgano con tanta perfección como lo hace este dibujo? Como no tienes un conocimiento exacto de él, escribes confusamente y transmites una escasa comprensión de la verdadera forma de las cosas... ¿Cómo podrías describir este corazón con palabras sin tener que llenar todo un libro? Además, cuanto más minuciosamente pretendas escribir acerca de él, más confundirás la mente del que te lea". Aquí el lenguaje se asocia con falta de claridad: las palabras confunden las cosas. Las adivinanzas y acertijos que él se inventaba para los cortesanos milaneses expresaban una idea que guarda relación con esto: que la escritura es un engaño, un número de entretenimiento en una fiesta. En cierto sentido, su relación con el lenguaje, más bien difícil, es una ventaja para el biógrafo. Al carecer de artificios verbales, el contenido de sus manuscritos, bien construido, es una fuente de información en la misma medida en la que una obra literaria no lo es. Sus textos, abundantes y caóticos, están repletos de auténticos filones de datos biográficos en bruto. En una hoja sobre la aerodinámica del vuelo de las aves, apretujada en una esquina, nos encontramos con la famosa anotación sobre sus primeros recuerdos (o sus fantasías, como hubiera preferido Freud): "Me dio la impresión de que, cuando yo estaba en la cuna, llegó un milano real y me abrió la boca con su cola y me golpeó varias veces con la cola dentro de la boca". Hay fragmentos enigmáticos como el siguiente: "Si la libertad te resulta muy querida, no reveles que mi cara es la prisión del amor". Por otra parte, hay aquí y allá confesiones íntimas como cuando habla de que remolonea en la cama por las mañanas, cuando "tantos vanos placeres acuden a la mente, que se imagina a sí misma cosas imposibles, y al cuerpo, que se entrega a placeres que causan un debilitamiento de la vitalidad". Hay incluso algunos pasajes que parecen formar parte de sus propias ensoñaciones, como en esa especie de profecía titulada Sobre los sueños: "Hablarás con animales de todas las especies y ellos hablarán contigo en un lenguaje humano. Verás que caes de una gran altura sin hacerte ningún daño". Leonardo afirmó que un cuadro debería expresar acontecimientos mentales mediante los gestos físicos de los personajes que aparecieran en él y yo pienso en esta frase cuando leo sus manuscritos. Están llenos exactamente de dichos acontecimientos, grandes y pequeños, rigurosamente anotados, combinados con una cosecha variopinta de anotaciones sin mayor valor como chistes, garabatos, fragmentos de poesía, borradores de cartas, cuentas de gastos de casa, mezclas para pinturas, listas de la compra, extractos bancarios y muchas cosas más. Sus cuadros son meticulosos, herméticos, inescrutables; tienen poco que ofrecer en lo que se refiere a revelaciones personales. Sin embargo, en sus manuscritos y en sus cuadernos de notas le oímos a él, en esas frases escuchamos su forma de hablar; captamos el timbre de su voz en la áspera ortografía típica de su región. Leemos estas páginas, viejas y con frecuencia ajadas, y oímos hablar a Leonardo. Charles Nicholl es escritor. Su última obra es "Leonardo. El vuelo de la mente", (Editorial Taurus).

Divúlgalo

0 comentarios: