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Biografía de Bilqis de Saba

• BIOGRAFÍAS


♦ Nació en la primera mitad del siglo X a. C. Llegó al trono tras envenenar a su hermanastro, designado para asumir la corona sabea. Sin embargo, su reinado se caracterizó por la justicia y el respeto a las mujeres. De su unión con Salomón nació Menelik I, el primer emperador etíope..

► Bilqis de Saba, la inteligente y bella reina que enamoró al sabio Salomón .

■ Protagonizó junto al hebreo rey Salomón uno de los romances más sonados del mundo antiguo. Según la tradición musulmana, su verdadero nombre era Bilqis, aunque la costumbre religiosa etíope la denominó Makeda. En todo caso, su hijo Menelik I –primer negus [emperador] etíope– inauguró una dinastía que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX. La glamourosa reina de Saba caminó envuelta por la bruma, entre senderos históricos y leyendas inscritas en la tradición popular o en los libros sagrados. Vino al mundo durante la primera mitad del siglo X antes de Cristo. Lo más probable es que su lugar natal fuera Ma’rib, antigua capital del reino de Saba (actual república del Yemen), un enclave geográfico situado al sur de la península arábiga que prosperaba gracias al comercio de las especias y plantas aromáticas. Su riqueza era tan famosa como poderoso el ejército que servía a los reyes sabeos, siendo en tiempos de Bilqis una de las potencias regionales más respetadas del momento. Según parece, nuestro personaje creció en los ambientes palaciegos de Ma’rib, donde recibió una esmerada educación mientras concebía la ilusión de sentarse algún día en el trono de su país. Tras la muerte del rey, su progenitor, la princesa Bilqis comprobó que ese sueño no se podía cumplir, dado que un hermanastro suyo fue el designado para asumir la corona sabea. Dicha circunstancia no impidió que la ambiciosa Bilqis lo envenenase, para ya sin oposición dirigir con justicia, equidad y digno trato a las mujeres los destinos de su fértil reino. Casi de inmediato, las noticias sobre la inteligencia y belleza de la flamante reina recorrieron las rutas comerciales transitadas por las caravanas de mercaderes y no tardaron en llegar a oídos del sabio Salomón, proclamado tercer rey de los judíos y con un Estado en permanente expansión. Pronto, ambos talentos quisieron conocerse a fin de establecer los necesarios protocolos de amistad que beneficiasen a los dos países más pujantes de Oriente Próximo en aquella época. Se dice que la visita de Bilqis a Salomón fue tan suntuosa como enigmática, pues la sabea pretendía testar en persona los grandes conocimientos atribuidos al hijo de David. La reunión fue muy sugerente y, según las crónicas, dejó satisfechos a los partícipes del evento, tanto que Salomón, a pesar de las 1.000 mujeres que integraban su harén, mostró el deseo de casarse con Bilqis. La reina, después de agasajar a su pretendiente con ?20 talentos de oro (unas siete toneladas), multitud de plantas aromáticas y otros lujos de aquel tiempo, accedió a desposarse aun a costa de perder la virginidad, acaso su tesoro más preciado y de la que ella hacía gala como signo de pureza. De esta unión nacería Menelik, considerado en los anales religiosos etíopes primer negus viviente de una dinastía que se prolongaría durante centurias hasta que Haile Selasie, su último representante, fuese derrocado en ?974. La relación entre Salomón y Bilqis se consolidó, y parece que el hebreo visitó a su feliz cónyuge del sur con mucha frecuencia sin que importase la enorme distancia que separaba sus reinos. También se afirma, más en el terreno de la leyenda, que Menelik –tras cumplir 22 años– quiso conocer a su padre, el cual le recibió con grandes muestras de afecto, pues en su opinión guardaba bastante parecido con su abuelo, el rey David. Pero de nada sirvió la inmejorable oferta que el monarca judío realizó a su vástago para que éste se quedase en Judea. Menelik decidió arrebatar del templo de Salomón la fundamental arca de la alianza, con la que escapó, dispuesto a que la pieza sagrada cumpliese el papel de piedra angular para el futuro imperio que pretendía instaurar entre Asia y África. En cuanto a Bilqis, sabemos que su fallecimiento supuso un hondo dolor para su esposo. Éste le rindió homenaje ordenando embalsamar su cadáver siguiendo la usanza sabea. Así, el cuerpo de la soberana recibió un tratamiento exquisito para luego ser depositado en un féretro de madera de canelo, recubierto por otros de oro, marfil y finalmente cristal. La última morada de esta famosa dignataria pudieron ser las arenas blancas y purificadas del desierto de Palmira (Siria), donde seguiría reposando a expensas de ser encontrada algún día por los arqueólogos. Sea como fuere, Bilqis o Makeda sigue constituyendo el paradigma de un espléndido sueño arraigado en tiempo de narraciones tan lejanas como maravillosas, y existen pocos casos de personajes que como ella sean respetados tanto por el Corán como por la Biblia. No es de extrañar que diversos países se disputen ser cuna de esta precursora mujer.

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