‘‘Sí a la coca, no a la cocaína’’. Este es el lema de Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, mientras lucha contra el veto que desde hace 46 años impuso Naciones Unidas al comercio internacional de coca.
Esta prohibición, dirigida principalmente a la cocaína, un infame derivado de la planta de coca, bloquea las exportaciones de Bolivia, Colombia y Perú que usan la hoja en productos legales.
Morales y los fabricantes han politizado las raíces culturales de la planta. ‘‘Defender la coca es defender nuestra soberanía’’, se lee en los sacos de harina de coca provenientes de Perú. Antes de que llegaran los europeos, las personas de los Andes hacían ofrendas con la hoja y la masticaban como un estimulante leve.
Los productos modernos de coca surten el mismo efecto: sus alcaloides son absorbidos en diminutas cantidades durante la digestión. En cambio, al aspirar cocaína, entran al torrente sanguíneo alcaloides superconcentrados que provocan una intoxicación peligrosa.
Fuente: National Geographic
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