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COMPORTAMIENTO MULTITAREA

COMPORTAMIENTO

¿Cuántas cosas eres capaz de hacer a la vez? Son las nueve de la noche de un martes cualquiera. La jornada laboral ha terminado. En cualquier vivienda de, por ejemplo, Madrid, una mujer de mediana edad está sentada en la sala de estar frente a un ordenador portátil, viendo la televisión al mismo tiempo. En una habitación contigua, una adolescente fija su mirada en un monitor mientras sostiene un móvil con la mano derecha. Está navegando en internet al tiempo que envía un SMS y hace los deberes. Esta escena no es más que un reflejo de lo que la revista Time ha denominado la “generación multitarea”. Según Juan Botella, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid que lleva 25 años estudiando la atención humana: “Nuestros antepasados quizá tuvieran pequeños momentos de tensión –durante la caza, por ejemplo–, pero lo de hacer varias cosas a la vez es nuevo”.

Una tras otra. No obstante, una investigación reciente del psicólogo René Marois asegura que estamos limitados: nuestro cerebro tiene un cuello de botella que nos impide hacer multitareas. ¿Es así? Según Juan Botella: “En primer lugar, hay que entender la diferencia entre hacer dos cosas al mismo tiempo, dividiendo nuestra atención, y hacer una detrás de otra de manera eficiente”. El segundo caso es parecido a lo que hace tu impresora cuando le das la orden de sacar varios documentos al mismo tiempo. Imprime uno y pone el otro en la “cola de impresión”.“En este ejemplo sí existe atasco, pues técnicamente no se hacen dos tareas a la vez”, asegura Botella. Esta forma de resolver la multitarea es la que proponen los expertos en eficiencia laboral, tan de moda en nuestros días. Revisar el correo electrónico como máximo una vez por hora, o agrupar tareas parecidas, son algunos de los consejos que nos dan para abarcar más trabajo en el menor tiempo posible. Para ello, según apunta Botella: “La tendencia actual es estudiar, por ejemplo, cómo se maneja una persona que lleva 20 años trabajando en la sala de control de una central nuclear. Se le ponen indicadores para ver dónde mira, en qué orden, durante cuánto tiempo, etc. Su modelo de eficiencia se convierte en protocolo de actuación y se exporta a otras personas y actividades a las que puede serles útil”. En esta línea, desde la década de 1990, la literatura científica recoge una gran cantidad de estudios sobre el coste (en tiempo) que supone dejar una tarea y coger otra .


EL CUELLO DE BOTELLA. Un equipo de la Universidad Vanderbilt, en EEUU, ha demostrado la existencia de un “atasco” cerebral al hacer varias cosas a la vez (a la derecha, el escáner cerebral tomado durante el estudio). Imagina que estás poniendo una lavadora y tu pareja te pregunta qué quieres cenar. ¿Qué sucede?

1. Colapso. Si la pregunta se produce cuando estás seleccionando el programa de lavado (antes de elaborar la respuesta), se retrasará la ejecución de ambas acciones.

2. Por partes. Sin embargo, si la pregunta se produce cuando ya estás dando al botón de puesta en marcha, la respuesta a la segunda tarea será elaborada inmediatamente.

Cambiar de tercio De hecho, un estudio reciente sobre eficacia realizado entre empleados de Microsoft en EEUU asegura que tardaban 15 minutos en volver a concentrarse en su trabajo tras ser interrumpidos. Un ejemplo gráfico para entenderlo es lo que ocurre cuando cogemos un coche que no es el nuestro. Aunque seamos unos conductores experimentados, tardaremos un tiempo en recuperar el tranquillo al embrague y el tacto del cambio de marchas.

Así que cuantos más cambios de tarea hagamos en menos tiempo, más costes de adaptación tendremos. Por tanto, para mantener el nivel de eficiencia hay que conseguir que el número de cambios entre una tarea y la siguiente sea mínimo; aunque, según los expertos, mucho más ineficiente es hacer de verdad dos tareas al mismo tiempo.

En los años 50, ya se habló de la existencia de un “cuello de botella de la selección de respuesta”; es decir, la imposibilidad de realizar una segunda tarea si antes no hemos elaborado la primera. En este caso, los expertos han comprobado que posponemos ambas respuestas, por lo que tardamos más tiempo en resolverlas y, a menudo, las hacemos peor.

De efectos retardados. Lo que Marois y su equipo de la Universidad Vanderbilt (EEUU) enunciaron en diciembre pasado es que esto sucede por un bloqueo (el famoso cuello de botella) que se encuentra en dos áreas diferentes del cerebro: los córtex prefrontal lateral posterior y frontal medio superior. Lo descubrieron escaneando cerebros con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) mientras los sujetos se debatían para escoger entre ocho posibles respuestas a dos tareas que se les proponían en muy poco tiempo.

También descubieron que estas áreas cerebrales no están unidas a ningún tipo de habilidades en concreto, sino que están relacionadas con la selección de las respuestas en general, y cuando se ven desbordadas por varias tareas a las vez, reaccionan poniendo “a la cola” las que no se ven capaces de atender. De hecho, Juan Botella asegura que: “Los encargados de dirigir y planificar la realización de tareas son los lóbulos prefrontales. Y las tareas específicas se originan en la parte del cerebro que le corresponde a cada actividad. Por eso, no creo que haya un lugar de obstrucción común a todas las tareas, sino que, más bien, se producen interferencias cuando las zonas que las controlan están físicamente cerca en el mapa cerebral. Además, nuestro cerebro tiene instrumentos que nos permiten gestionar los tiempos y hacer las tareas en el momento más adecuado; como la memoria prospectiva, que se encarga de recordarnos aquellas tareas que hemos dejado para luego”.


¿Ellas lo hacen mejor? Cuántas veces has oído eso de que los hombres no son capaces de hacer dos cosas a la vez? Pues según el psicólogo Juan Botella: “Esto no es más que una afirmación de tertulia de sobremesa. Solo es cierto que se detectan más habilidades espaciales en hombres, por ejemplo, y verbales en mujeres”. Así que es previsible que si un hombre tiene que hacer varias tareas que incluyan alguna de caracter espacial, las hará mejor que una mujer. Sin embargo, si entre estas se incluye una tarea verbal, la mujer la hará mejor. Por tanto, en realidad, depende de la habilidad de cada uno en cada trabajo.

Cuestión de esfuerzo. David Meyer, psicólogo de la Universidad de Michigan, tampoco cree en la existencia de un cuello de botella. Al contrario, asegura que el modo en que posponemos tareas es precisamente la prueba de que nuestro cerebro está dotado de estrategias para priorizar actividades múltiples.

Así, asegura que el entrenamiento es la clave para ser más eficiente. Los experimentos de Meyer han demostrado que con la suficiente práctica –al menos 2.000 intentos–, algunas personas pueden ejecutar dos tareas a la vez de forma tan competente como si las hicieran sucesivamente. Sugiere que hay un procesador cognitivo central que coordina todo esto; y lo que es más, piensa que usa sus poderes a discreción: a veces escoge retrasar una tarea mientras completa otra. No obstante, incluso contando con la práctica adecuada, no todo el mundo se las arregla para conseguir ese reparto armonioso del tiempo.

Meyer asegura que las diferencias individuales también influyen en esta capacidad. Asegura que hay cerebros más “cautos”, y otros más “intrépidos”. O lo que es lo mismo: unos se atreven a hacer más cosas a la vez y otros no. Es prudencia, no incapacidad.

Marois también comprobó la eficacia del entrenamiento. De hecho, con solo una hora de práctica cada día durante dos semanas, los voluntarios que participaron en su experimento mostraron una gran mejora a la hora de manejar dos tareas a la vez. Donde no está de acuerdo con Meyer es en lo que hace el cerebro para conseguirlo. Marois piensa que la práctica podría darnos la oportunidad de encontrar circuitos menos congestionados para ejecutar una tarea, algo parecido a callejear evitando los atascos, y por tanto, convierte nuestra respuesta a la tarea en algo automático. “Después de todo”, afirma en su estudio, “hay multitud de ejemplos de multitarea automatizada que la mayoría de nosotros maneja como algo habitual: caminar y hablar, comer y leer, ver la tele y doblar calcetines, etc.” A lo que el profesor Botella apunta: “La capacidad que tenemos para llevar a cabo varios trabajos a la vez depende de la capacidad o habilidad que poseamos para cada una por separado. Si eres bueno haciendo algo, tendrás más posibilidades de hacerlo bien también si lo compaginas con otra tarea. Y es que la multitarea no es una habilidad innata, como la visión espacial o la fluidez verbal”.

También hay que plantearse el coste social que supone, en estrés sobre todo, la presión de optimización continua.

¿Morir en el intento?

“En una actividad simple tenemos momentos de mayor estrés y momentos valle, que destinamos a descansar. Pero si los erradicamos para hacer otra cosa, o simplemente para pensar en hacerla, el nivel de estrés puede ser insoportable en poco tiempo. Así, si quemamos a un cirujano en 10 años de estrés laboral, habremos perdido la gran inversión que supuso su formación”, afirma Botella.

También se están detectando patologías derivadas de esta vorágine multitarea. Por ejemplo, un psiquiatra de la Universidad de Harvard acaba de describir la existencia de un desorden compulsivo online, que se traduce en que quienes lo padecen son incapaces de mantener la atención en cualquier tarea. Y resulta que está producido, precisamente, por el exceso de consulta de información online, chequeo continuo del correo electrónico, etcétera. Así, Botella termina: “Hoy estamos más expuestos a situaciones multitarea, que hacen más obvias nuestras limitaciones. Por eso necesitamos desarrollar estrategias que nos ayuden a afrontarlas”.


Lo que no puedes hacer a la vez

El modelo de Wickens describe las fuentes de interferencia en multitarea

1. Seguir dos conversaciones y entenderlas: No podemos hacer convenientemente dos tareas cuya entrada de información utilice el mismo canal. Ya sea la vista, el oído, el tacto, el olfato o el gusto. Esta es la razón por la que, por ejemplo, no podemos conducir y mirar el GPS a la vez, somos incapaces de entender la conversación de un grupo de tertulianos que hablan a la vez en la radio (provienen de la misma fuente de sonido), no podemos sentir algo frío y caliente a la vez, y decimos que somos incapaces de percibir sabores salados y picantes al mismo tiempo.

2. Procesar dos tipos de datos:Es cuando en el momento de procesar nuestra respuesta nos encontramos con dos mensajes diferentes de información verbal, o dos de información espacial. Es decir, si tenemos que entender a la vez por dónde se va a la casa de un amigo, adonde no hemos ido nunca, y una descripción física de alguien.

3. Pensar una respuesta y actuar: Este momento del proceso es completamente imposible que lo alternemos con otra tarea al mismo tiempo. Así que, si cuando estamos elaborando una respuesta se nos propone otra tarea (no muy compleja), nuestra memoria a corto plazo la guardará para procesarla más tarde.

4. Cantar y silbar con ritmo: Es prácticamente imposible que seamos capaces de hablar con alguien por teléfono mientras mantemos otra conversación. Lo mismo sucede con los demás canales de respuesta, como el manual y el espacial


Si conduces, no hagas nada más Los estudios relacionados con el volante indican que hacer cualquier otra cosa mientras guías el coche es muy arriesgado.

Hablar con pasajeros: Según el programa Argos, una investigación sobre distracción en la conducción realizada por la DGT, hablar con otros ocupantes del vehículo reduce nuestra atención en la carretera. De hecho, a menudo tenemos que cortar la conversación para ocuparnos de alguna incidencia de tráfico.

• Fumar: Un estudio realizado por aseguradoras británicas afirma que tras el 5% de los accidentes hay un conductor fumador. Encender o apagar un cigarrillo distrae nuestra atención y, según los científicos, aunque no se esté fumando en ese momento, los fumadores sufren una intoxicación crónica por monóxido de carbono que disminuye la visión nocturna.

• Hablar por el móvil: Hay muchas evidencias de que hablar por el móvil mientras se conduce es peligroso. El último estudio al respecto, realizado en la Universidad de Utah (EEUU), asegura que es más peligroso que hacerlo bebido; concretamente, con una tasa de 0,8% de alcohol en sangre.

• Manipular el GPs y la PDA: Un estudio realizado por el Instituto Mapfre de Seguridad Vial y la revista Autopista en 2006 concluye que el uso del GPS mientras conducimos es peligroso, porque nos obliga a apartar los ojos de la carretera y porque, cuando las instrucciones que nos da son contradictorias, nos desorientamos.

Poner un CD: Tres segundos sin prestar atención a la carretera a 100 kilómetros por hora son 83 m recorridos sin mirar. Poner un disco o cambiar la emisora de radio nos obliga a apartar los ojos de la carretera, lo que engrosa la lista de distracciones que provocan el 27% de los accidentes de tráfico en España.


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