Acusado de acoso sexual. El pobre ejecutivo cincuentón no salía de su asombro. Simplemente había respondido a la abierta provocación de la joven dependienta. La sonrisa dulce, la voz susurrante y la mirada directa enmarcada por rizos azabache. No podía tratrarse de una equivocación. Pero lo era.El malentendido se había generado en el departamento de dirección de los supermercados Safeway de EEUU, escenario del encuentro. La idea de obligar a las empleadas a establecer contacto visual con los clientes, aderezado con amplia sonrisa, provocó una oleada de reacciones demasiado cargadas de intención sexual por parte de ellos. Y la política de amabilidad artificial hubo de ser cancelada. El mayor error de ese fiasco fue ignorar una de las principales reglas del cortejo humano: necesitamos engañarnos. Los hombres tienden a interpretar la sonrisa de una mujer como una sincera invitación al juego sexual. En muchos casos, como el referido, se equivocan, pero tienen razones para ello.Según están descubriendo los investigadores de los encuentros amorosos y sexuales, la mayor parte de nuestras actuaciones están dirigidas por la parte más intuitiva e inconsciente de nuestro cerebro. A la hora de asegurarse de que cumplamos con la misión procreadora, la naturaleza ha decidido confiar más en los conocimientos acumulados en miles de años de evolución que en lo que consideramos nuestra preciada lógica racional. El proceso de aproximación está plagado de manipulaciones y engaños; no solo a los demás, sino también a nosotros mismos.
No te equivoques. La meta final: evitar errores garrafales que les impidan a ellos dispersar la simiente lo más ampliamente posible y a ellas garantizar el cuidado y éxito de la prole. Por eso no resulta extraño que ambos sexos enmascaremos la realidad de formas distintas, según nuestras necesidades. Las psicóloga de la Universidad de California (EEUU) Martie Haselton se dedica a estudiar estas diferencias. Explica la mencionada interpretación de la sonrisa femenina por parte de los hombres por una cuestión de probabilidades: como sí es cierto que la amable mueca tiene en algunos casos una intención incitadora, asumen el bochorno de pasarse de listos en alguna ocasión a cambio de no perderse ni una sola invitación auténtica.Por su parte, las mujeres tienden a sobreestimar el interés de los hombres por el sexo sin ataduras. Puede que ese “piensa mal y acertarás” les lleve a rechazar por donjuán a un pretendiente con sinceras intenciones de compromiso, pero también correrán menos riesgo de convertir en progenitor de su descendencia a un supuesto candidato formal que eluda sus responsabilidades a la primera de cambio. En ambos casos experimentamos una reacción automatizada que nos lleva a tomar por cierto un prejuicio. Pero esa reacción, según Haselton, nos ayuda a asumir el error de menor coste en la elección de pareja. Claro, que el éxito del encuentro tampoco garantiza una relación mucho más sincera. Si hacemos caso de lo que propone el filósofo David Smith, de la Universidad de Nueva Inglaterra en Biddeford (EEUU), la intensa sensación de haber encontrado a la media naranja constituye uno de los cuentos chinos más evidentes y mejor contados de nuestras vidas. ¿Cómo se entiende, si no, que tanta gente tenga la suerte de dar con su pareja ideal entre los millones de habitantes de este mundo? Su compatriota Helen Fisher, antropóloga de la Universidad Rutgers, asegura que cada persona elabora inconscientemente un esquema de alguien con valores, educación, inteligencia y atractivo similares a los suyos. Cuando aparece un candidato adecuado, la dopamina de nuestro cerebro activa una cascada de cálidos sentimientos amorosos que ilumina sus virtudes y enmasacara sus defectos. Nos invade la sensación de haber encontrado un raro y único tesoro que identificamos como enamoramiento. Lo que es más: Fisher ha llegado a la conclusión de que precisamente las personas que más se autoengañan respecto a las virtudes de sus parejas mantienen relaciones más duraderas y felices.
En defensa propiaPero ese sacrificio de la realidad a cambio de una existencia más feliz no se produce solamente en el ámbito amoroso. Lo aplicamos a cualquier situación que pueda suponer una amenaza externa o que ponga en entredicho nuestra imagen de nosotros mismos. El filósofo Alfred Mele, de la Universidad de Florida (EEUU), defiende que, ante una situación que pudiese acarrearnos dolor, nuestro cerebro se entrega a una frenética evaluación de diversas hipótesis y se queda con aquella que nos resulte más ventajosa. Las armas para que este proceso se realice a toda velocidad residen en nuestros mecanismos de defensa más primitivos.El profesor de Fisiología Humana Francisco J. Rubia lo ilustraba con un ejemplo gráfico en la conferencia Cómo nos engaña el cerebro, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla: “El cerebro fabrica historias falsas si le resulta útil para su supervivencia. Si en una selva vemos entre las ramas una franja anaranjada con manchas negras, es posible que nuestro cerebro cree la imagen de un tigre y nos haga salir huyendo. Puede que en realidad no se trate más que de un trozo de cuerda, pero como existe una posibilidad de que haya un tigre, el cerebro reconstruye lo que no ve para permitirnos huir a tiempo”. Del mismo modo, es probable que unos padres que encuentran un fragmento de hachís en la chaqueta de su hijo prefieran la hipótesis de que un compañero lo ha escondido ahí a reconocer que el adolescente se droga.
Embustes de Adán y EvaHombres y mujeres tienden a decir mentiras diferentes, debido a su estrategia reproductiva (teoría de la evolución). La experiencia lo confirma, pero hay algunas diferencias.En qué creemos que engañan ellas: • Sobre si les interesan otras personas o si coquetean con ellas.• Exageran lo atractivas o inteligentes que encuentran a sus parejas.• Sobre los métodos anticonceptivos que utilizan.• Acerca de lo que les impresiona la anatomía o el rendimiento sexual de su pareja.En qué creemos que engañan ellos: • En cosas que harían enfadar a su pareja.• Dicen que están enamorados cuando no lo están.• Sobre cuánto dinero ganan o tienen.• Acerca del tiempo que pasan con sus amigos.• Ocultan hechos de su pasado que su pareja no aprobaría.• Sobre si padecen una enfermedad de transmisión sexual.• Acerca de sus planes de futuro; por ejemplo, el matrimonio.Creemos que mentimos todos en…• El grado en que nos impresiona el cuerpo o la figura de nuestra pareja.• Sobre nuestra virginidad.• En cuestiones que dañan los sentimientos de nuestra pareja.
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