Triunfo, éxito, dinero, reconocimiento, prestigio… Riqueza y poder. Lo tenía todo a nivel profesional. A Alberto le ha ocurrido como a Sherman M., el bróker de la novela La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Su mundo se derrumba bajo el fuego de un hecho fortuito, un apocalíptico instante de locura y, en su caso, la sangre de su propia hija.
El pasado domingo, pasadas las ocho y media, todo se fue al infierno. En un acto de furia, locura y cólera mató presuntamente a golpes a su niña de dos años. Su entorno, la policía, su empresa, todos creen que estalló por estrés laboral. Hay quien, sin embargo, se inclina por un teoría más probable: un brote psicótico. En ocasiones, la esquizofrenia se manifiesta a partir de los 30 sin previo aviso y en personas sanas.
Su mujer Ligia Barbosa, ciudadana de Cabo Verde, lo ha perdido todo. Su niña ya no está; y su marido, en un psiquiátrico. Ligia, Yanire, Alberto... Gozaba de una vida que parecía perfecta. Y, sorprendentemente, casi anónima. Sólo su familia en Bilbao y sus más íntimos amigos sabían de su éxito profesional.
Una persona que compartió aula en la prestigiosa La Comercial de Deusto, donde se graduó por Derecho Económico en 1994 relata a Cotizalia entre el estupor su experiencia con Izaga. “Es un caso rarísimo. Era muy inteligente, simpático, agradable, sacaba muy buenas notas, pero apenas iba a clase. Casi no tenía relación con nosotros que eramos su grupo de clase. Lo cierto es que nadie le conocía bien e, incluso, algún compañero que se sentaba junto a él, ni siquiera lo recordaba”, dijo.
En aquellas aulas, según esta fuente, coincidió con ediles y políticos del Partido Popular en el País Vasco, con otros reconocidos profesionales del mundo de la empresa y recorrió el mismo camino que economistas de prestigio nacidos en La Comercial como Joaquín Almunia y Rodrigo de Rato. Él estaba en lo más alto. Se llama Alberto Izaga Velasco y era -ya no lo es- un súper ejecutivo de los seguros. Uno de los contados españoles que forman parte de la dirección de una multinacional extranjera.
Con una fulgurante carrera en el mundo de los seguros, entró en el consejo de administración de Swiss Re, la segunda mayor reaseguradora del mundo, en abril de 2006. A sus 36 años consiguió ser el miembro más joven de dicho órgano de gobierno. Un altísimo ejecutivo en la City londinense, una de las capitales mundiales del dinero. Sin embargo, todo esto era casi desconocido para quienes convivieron con este gentleman del dinero.
Un ejecutivo, remero y de Algorta
“Era un desconocido para nosotros. Ninguno sabíamos que tenía ese puestazo, ni siquiera nos lo podíamos imaginar. Si te digo la verdad, no es la típica persona que crees que va a destacar en la vida. Y sobresalir por esto -el asesinato- es una pena. De todas formas, todavía son todo especulaciones. ¿Estrés laboral? Miedo me da, todos lo padecemos y no creo que se llegue a hacer lo que parece haber hecho”, cuenta un empresario que formó parte de su círculo social en Deusto.
Perteneciente a una familia adinerada de Algorta, un barrio de Getxo (Vizcaya), su abuelo fue banquero en el antiguo Banco Vizcaya. Izaga destacó en los estudios. Sacaba buenas notas y todos destacan que era un gran deportista. Un joven fornido, "cuadrado", curtido por el remo, una de sus grandes aficiones deportivas. Y a la vez un tipo inteligente y brillante. Nada más terminar el postrado en Deusto se enroló en el gigante General Electric, en la división de seguros. Viajó a EEUU y allí conoció a su mujer Ligia.
Fue subiendo escalafones en la compañía hasta convertirse en una pieza clave en la venta de GE Insurance Solutions a Swiss Re en 2005. Pasó a la nueva compañía y su mujer se quedó en GE Money. Ambos se fueron a vivir a Londres, donde vivían desde hace algo más de dos años en una lujosa casa en la ribera del Támesis. Pagaban del orden de un millón de libras por el alquiler; él ganaba 750.000 euros anuales como consejero, más los bonus, y los ingresos de ella como ejecutiva de GE. Pero la abundancia de dinero no trajó la felicidad.Una operación de última hora
Días antes del trágico domingo, Izaga acaba de cerrar una importante operación con la venta de la filial de seguros de vida de Swiss Re en Reino Unido a la gestora Liverpool Victoria. Fueron días complicados para Alberto, ya que él era el máximo responsable de esa división, que formaba parte de la antigua GE. Más de 200 empleados serían traspasados en la operación a la nueva compañía.
En abril, Izaga y el resto del consejo aprobaron el cambio de marca de esa filial a Tomorrow, adquirida en la primavera de 2006 dentro de GE. Su entrada en el consejo de administración estaba condicionada al cierre de esta operación, según un documento de la Junta General de Accionistas (JGA) de Swiss Re del pasado año.
Su venta acelerada, autorizada por el consejo de administración, no fue sun buen síntoma de los planes de la compañía con el área que dirigía Izaga. Horas después del trágico suceso del domingo, su compañía eliminó toda huella de Alberto, uno de sus consejeros, en la página web para evitar verse salpicada.
Quizá fue un acto de locura de un ejecutivo agresivo. Quizá fueron otras las razones. La familia ha desmentido los detalles más escabrosos de la historia que se han encargado de airear y lanzar al viento los diggers amarillistas de la prensa británica. Que la niña interrumpió un momento de relaciones íntimas entre él y su mujer; que el propio Izaga dijo que haber oído voces que le empujaron a hacerlo. Scotland Yard lo mantiene ahora bajo custodia, en un psiquiátrico, hasta que se esclarezcan los hechos. Su mundo se derrumba, su vida se apaga. Es momento de locura.
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