La máquina de matar
Con cierta frecuencia, los periódicos australianos llevan en sus páginas la trágica noticia de un hombre devorado por un cocodrilo marino, el Crocodylus porosus, uno de los animales más peligrosos del planeta. El reptil, de hasta 7 metros de largo, posee potentes mandíbulas, en cada una de las cuales se asientan entre 64 y 68 dientes cónicos de gran tamaño, y la mordida más potente del reino animal, capaz de ejercer más de 1.700 kilos de presión. Siempre caza al acecho: el reptil permanece casi completamente sumergido y únicamente sobresalen sus ojos y su nariz. Cuando ha detectado la presa bucea hasta ella y emerge de repente agarrándola con sus fauces. En 2003, un ejemplar mató así a un joven australiano y obligó a otros dos a estar 22 horas subidos a un árbol. Tan voraz es que en los estuarios donde nada hay carteles que advierten a los excursionistas que no limpien pescado cerca del agua, que no se metan dentro del río a pescar y no tiren las raspas al curso fluvial.
El cocodrilo marino está considerado como el principal peligro de las costas australianas, más incluso que el tiburón blanco. A la izquierda, engulle una gallina; a su lado, el reptil hace un alarde de poderío mostrando su corpachón de 1.350 kilos. Aunque parece torpe, es muy ágil en el agua, lo que aprovecha a la hora de atacar. En 1945, numerosos ejemplares llevaron a cabo una matanza en la isla Ramree, en Myanmar, cuando en una noche devoraron a 1.000 soldados japoneses que escapaban de las tropas británicas.
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